Capítulo 3.
¿Nos equivocamos de casa? Mamá, dime que esta no es la casa. Pero al parecer mis mensajes y súplicas mentales que le enviaba a mi madre telepáticamente no funcionaban en absoluto. Maldito sea el día en que mi madre no pagó la renta, maldito sea el día en que el taxista nos condujo hasta aquella dirección, maldito sea el día en que conocí a ese chico que estaba al otro lado del marco de la puerta, y de paso, por qué no, maldito sea el día en que comí esos estúpidos frijoles que me cayeron como bomba al estómago.
Mi madre ignoró mi expresión de horror que debía estar presentando mi cara en ese minuto, y continuó saludando alegremente a su amiga y al esposo de ésta última. Mientras que yo estaba ahí, parada como idiota, mirando a aquel chico con quien viviría por tanto tiempo y con quien compartiría casa. Tenía que ser una mala broma. Parecía un sueño, en el mal sentido de la palabra, sinceramente saber que viviría con él desde ese entonces en adelante era una verdadera pesadilla. ¿Quién quería estar en la misma casa que la persona que te hizo y te seguía haciendo la vida un infierno? No tenía previsto que el hijo de quien me hablaba mi madre se trataba de ese chico. ¿Lo que suponía yo? ¡Pues que iba a ser un pequeñín! Podía sentir cómo la sangre se acumulaba en mis mejillas y me hacía arder los pómulos. Demonios. Estaba muriéndome de la vergüenza por dentro. ¡Le había dicho a mi madre que pensaba que el hijo de su amiga, era un pequeñín...! ¡Y ahora resultaba que era uno de los chicos más deseados por las chicas del instituto y el más arrogante! ¿Es que era tonta o qué?
—Esta es mi hija, Oriana Sabatini— me presentó mi madre haciéndome salir de mis pensamientos avergonzados. Sonreí. Aparenta no estar avergonzada y queriendo morir en este momento, Oriana.
—Un placer— los saludé a los tres inclinando levemente la cabeza. Al menos debía ser amigable con las personas que nos darían refugio por un tiempo ¿no?
—Un gusto conocerte, Oriana— me sonrió la supuesta amiga de mi madre—. Y bueno, este chico de aquí, es mi bebé, Julian Serrano.
Intenté reprimir una carcajada ante la presentación. Jamás me había imaginado que la mismísima madre de Julian Serrano, el popular de la secundaria, lo andaría llamando bebé ante cualquier persona. Julian fulminó con la mirada a su madre.
—¿Enserio? ¿Bebé? ¿No crees que ya estoy grande para eso?— le preguntó él a su madre malhumorado. Ella soltó una risita juguetona en respuesta.
Luego de esas extrañas pero sin embargo divertidas presentaciones, los Serrano se hicieron a un lado dejándonos pasar a su casa. Mi madre y yo entramos y ella soltó un suspiro asombrado. De acuerdo, para una chica que vivía en un pequeño departamento y que con suerte sabía lo que era tener un sillón, la casa de los Serrano era increíblemente asombrosa. ¡Parecía una mansión! Me habría quedado ahí a vivir toda la vida si hubiera sido necesario. Sin el hijo, claro.
—¿Les gusta?— cuestionó la madre de Julian con la mejor de sus sonrisas.
Mi madre la miró a los ojos con su sonrisa de comercial. Oh, joder, esto parecía un concurso de sonrisas más bellas. La sonrisa Colgate contra la de Pepsodent. ¡AND FIGHT! Gritaba mi mente, y luego me reía interiormente yo sola por las estupideces que se me ocurrían. Oriana, con los pies en la tierra, por favor; dijo mi vocecita interior y por un momento en el día dejé mis pensamientos absurdos a un lado.
—Me encanta— respondió mi madre ante su pregunta.
—¿Y a ti, cariño, te gusta?— me preguntó amablemente la madre de Julian, de quien por cierto no sabía el nombre... Mala madre la mía, ni siquiera me había nombrado a su amiga.
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Viviendo con la nerd | Orian | Adaptada
RandomJulian Serrano es el chico más mujeriego, estúpido, popular y guapo de la escuela. Oriana Sabatini es la chica más antisocial, nerd, de bajo perfil y extraña de la escuela. Que ellos congeniaran sería como mezclar agua con aceite. Si ellos se hablar...