Capítulo 10
ORIANA POV:
Luego de haberme pasado todo el camino de la casa a la escuela escuchando la música irritante de Julian, llegamos al colegio a un tiempo aceptable, para que después de haber entrado al estacionamiento, Julian Simio Serrano aparcara su auto en su "lugar privado". Pero qué chico tan creído era.
Cogí mi mochila, la puse sobre mis piernas y me puse pensar: tenía hambre. Bastante. Joder, esto me pasaba por no desayunar. Pero para qué mentir... El desayuno que me había ofrecido la madre de Julian parecía vómito de... de... de rana. Sinceramente asqueroso.
Mi estómago rugió por el hambre y volteé para ver si Julian había escuchado el rugido de león provocado por mi falta de comida. Pero no. Sólo estaba ahí, lamentándose en silencio mientras golpeaba su cabeza contra el manubrio del auto.
Eso era masoquismo.
Rodé los ojos al ver el infantil comportamiento de Julian, y, como si estuviera leyendo su mente, comprendí que estaba así por el hecho de no saber qué decirle a sus amigos. Eso y que susurraba para sí mismo: "mi popularidad, ¡noooo!". Y lo entendía. Claro, que alguien se enterara de que Julian el asombroso Serrano había estado en el mismo auto que Oriana la nerd Sabatini debía de ser humillante para él.
Suspiré y pensando en un tiempo récord una buena excusa para que le dijera a los demás, le di la respuesta a sus problemas.
-Tu mamá te pidió que me llevaras, si no lo hacías te castigaría. Te lo pidió por asuntos personales. Conozco a tu madre porque mi madre era amiga de ella en la universidad. Las demás preguntas que te hagan... no sabes las respuestas- dije fríamente haciéndolo quedar sorprendido y... sorprendiéndome a mí a la vez.
Joder, sí que era astuta.
Me aplaudí mentalmente y luego, viendo el asombrado rostro de Julian, le dije cortantemente:
-No hablamos en la escuela por nada del mundo, ¿no?- y dicho esto de mi parte, escuchándome terriblemente pesada, salí de su auto cerrando la puerta con un fuerte portazo.
Y esa era Oriana Sabatini, damas y caballeros.
Entré por las grandes puertas principales de la escuela y me encontré con la famosa Lucía Sosa, la chica más rubia y egocéntrica de toda la escuela. Pensando que me ignoraría como solía hacer la mayoría del tiempo, si es que no estaba ocupada insultándome, seguí de largo hasta mi salón.
Pero no fue como lo había pensado.
Al pasar a su lado, sentí claramente la zancadilla de parte suya en mi tobillo, haciéndome tropezar ridículamente a la vez que mi mochila caía al suelo. Maldita estúpida. Cuánto odiaba que me hicieran esto. Me levanté con dificultad y cogí mi mochila bruscamente antes de dirigir mi mirada hacia la rubia.
-¿Qué?- dijo ella inocentemente- Deberías tener más cuidado- comentó haciéndolo ver como un simple consejo del momento y siguió charlando con sus dos perras falderas: Cher y Melissa.
Me sentía venenosa insultando mentalmente a esas chicas, pero sinceramente ese día no estaba de humor. No desde que me había enterado de que tendría que pasar dos semanas y media con un simio retrasado.
Seguí mi camino hacia mi salón, cuando al llegar y sentarme en mi asiento, noto que el llavero que me había regalado mi madre, no colgaba del cierre de mi mochila. Mierda y más mierda, ese maldito llavero se lo había regalado mi abuelo a mi madre antes de fallecer, y ella me lo había entregado en mí con el pensamiento de que yo lo guardaría responsablemente.
Dejé mi mochila tirada sobre mi silla y caminé rápidamente hasta el lugar donde me había caído "accidentalmente". Lugar donde también pudo haber quedado el llavero en el suelo.
Estaba a punto de llegar cuando, por andar tan distraída del mundo exterior y tan concentrada en el maldito llavero, choqué con alguien. ¿Quién? No tenía idea. Sólo sabía que llevaba unos vaqueros, unas chaqueta de cuero y...
-Disculpa, no te vi- dijo él mirándome con sus dos hermosos ojos azules.
Oh Dios, era el mismísimo Tomás Navarro. Era mi amor platónico, con quien nunca había hablado y ahora al fin podía intercambiar palabra. La emoción que sentía por dentro en definitiva no se comparaba con mi expresión de afuera, en nada.
-N-no importa- tartamudeé ridículamente.
Ahora que me acordaba, estaban sus amigos también, lo que inevitablemente, me hacía sentir cada vez más nerviosa...
-¿Oriana, no? Oriana... ¿Sabatini?- cuestionó él con una encantadora sonrisa haciéndome sentir mariposas en el estómago.
Oh Por Dios, Tomás Navarro sabía mi nombre y apellido, ¿esto podía ser más perfecto?
-S-sí. Soy Oriana- dije tontamente.
Podía verme ridícula, pero estaba hablando con Tomás y eso ya me hacía olvidar cualquier posible humillación.
-Un placer. ¿Nuevo look, eh? Te ves bien- me dijo él dulcemente y yo le sonreí en un intento de no lucir tan nerviosa-. Y linda sonrisa también. Me impresiona, señorita Sabatini- comentó provocando que más mariposas se posaran en mi estómago y que un sonrojo se asomara por mis mejillas.
Tomás Navarro había dicho que tenía una bonita sonrisa.
Tomás Navarro había dicho que me veía bien.
¡Tomás Navarro me estaba matando!
-Gracias- murmuré tímidamente y esbocé una pequeña sonrisa.
-De nada. Por cierto, usted se ve muy hermosa sonrojada- comentó él con una sonrisa en el rostro y yo me sonrojé aún más.
¿Cómo lograba comportarse tan común y corriente, mientras que yo estaba ahí muriendo de la vergüenza ante su mirada?
-Nos vemos luego- dijo sonriéndome en despedida y yo sólo hice un gesto con la mano.
Luego de eso, se alejó con su grupito de amigos, a quienes ni siquiera vi ya que estaba muy concentrada en él, en Tomás, en sus hermoso ojos azules, en su encantadora y permanente sonrisa, en... ¡Oh, joder, cuánto amaba a ese tipo!
Miré a la nada con una sonrisa en la cara y medio segundo después recordé: ¡El llavero! Mi mirada soñadora se cambió por la preocupada y me puse a buscar con la vista el llavero por el suelo.
Finalmente lo encontré. Suspiré sonriente y me agaché para coger el llavero. Sin embargo, el pie de alguien lo pisó provocando que no lo pudiera tomar. Levanté la vista para ver de quién se trataba.
¿Lucía la rubia Sosa?
La miré extrañada con el ceño fruncido y ella se acercó poco a poco a mí, doblando su cuerpo un tantito, y cuando ya estaba a centímetros de mi rostro, me murmuró amenazante:
-No te acerques a MI Tomás, ¿de acuerdo?- se volvió a incorporar y su pie hizo un movimiento fuerte, haciendo escuchar el sonido de algo rompiéndose.
Lucía se volvió a acercar como lo había hecho antes y me escupió, furiosa, las palabras "Sólo una advertencia, querida", para luego irse con sus perritas falderas a quién sabía dónde.
Volví mi mirada hacia donde estaba el llavero, y éste descansaba roto en el suelo.
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Viviendo con la nerd | Orian | Adaptada
De TodoJulian Serrano es el chico más mujeriego, estúpido, popular y guapo de la escuela. Oriana Sabatini es la chica más antisocial, nerd, de bajo perfil y extraña de la escuela. Que ellos congeniaran sería como mezclar agua con aceite. Si ellos se hablar...