Capítulo 16
Siete y media de la mañana, cuatro paquetes y medio de galletas comidos, dos cucharas rotas, una lata aún cerrada, y un simio retrasado en la cocina; y creo que esa sería la exacta definición de mi mañana.
Julian no se rendía en cuanto a la maldita lata, creo que hasta se le había olvidado el contenido que había adentro, estaba casi segura. Cuando ya estaba rota la tercera cuchara, procedí a mi siguiente movimiento, ya que estaba exasperada de que se demorara tanto.
-¡Juliano!- exclamé haciendo que brincara por el susto.
-¿Qué?- preguntó él desorientado y yo volqué los ojos mientras me dirigía a un mueble de la cocina.
Abrí un cajón, saqué un cuchillo, me dirigí hacia Juliano, lo empujé a un lado pesadamente, y quedé frente a frente con la muy maldita lata. Rápidamente le clavé el cuchillo en la parte superior, hice un pequeño pero fuerte movimiento, y la lata se abrió, quedando la tapa pegada al filo del cuchillo.
Miré a Julian, matándolo con mi mirada, enojada por el simple hecho de no poder haber abierto la lata antes. Él me miró molesto aunque ridículamente.
-Sólo tenías que usar un maldito abrelatas- dije enfadada, echando humo por la nariz y las orejas, irradiando enojo por los ojos y mis ganas de matarlo con la misma cuchilla que había en mis manos.
Dejé el cuchillo sobre la mesa y me detuve a observar el contenido que tenía la lata en su interior. Alcé la mirada y fulminé con la mirada a Julian.
-¿Enserio? ¿Palmitos es tu idea de un desayuno?- pregunté arqueando una ceja.
Él soltó un bufido, poniéndose a la defensiva, como siempre, comportándose como un reverendo imbécil.
-¿Te interesa?- dijo con ironía.
-Sí. Por esta maldita lata es que llegaremos tarde- le respondí y él frunció él ceño.
-Faltamos a clases, no es para tanto- dijo encogiéndose de hombros.
-¿Cómo se te ocurre decir eso?- dije molesta, pero él volteó, ignorándome, haciendo oídos sordos... Prácticamente aplicando la ley del hielo.
Resoplé exasperada ante su comportamiento tan infantil y salí de la cocina, gritando en información «me llevaré tu auto, si te quieres quedar: quédate», y tomé las llaves del auto que estaban sobre la mesita de la sala. Me dirigía a la puerta cuando siento la presencia de toro de Julian detrás de mí. Volteé sobre mis talones para mirarlo.
-No. Toques. Esas. Llaves- dijo separando las palabras, luciendo enfadado a mil.
-¿Y qué si lo hago?- pregunté, retándolo como me había acostumbrado a hacerlo.
-No. Me. Hagas. Decirlo- dijo él matándome con la mirada, casi literalmente, podía sentir hervir mi cuerpo al mirarlo a los ojos... ¿Eso debía ser porque quería matarme, no?
-Me da igual- dije encogiéndome de hombros, imitando su comportamiento.
Sí, un tanto irónico.
Me dirigí a la puerta con el fin de salir de ahí, pero sus brazos me lo impidieron.
-Ni. Te. Atrevas- dijo soltando humo hasta por las narices.
Pero extrañamente, me sentí jodidamente rara. Sus brazos rodeando mi cuerpo, su aliento chocando contra mi nuca, y mi maldito y desobediente corazón que iba más rápido de lo normal.
Debía ser que tenía hambre.
Sí.
Un momento... ¡Me acababa de comer tres paquetes de galletas!
ESTÁS LEYENDO
Viviendo con la nerd | Orian | Adaptada
RastgeleJulian Serrano es el chico más mujeriego, estúpido, popular y guapo de la escuela. Oriana Sabatini es la chica más antisocial, nerd, de bajo perfil y extraña de la escuela. Que ellos congeniaran sería como mezclar agua con aceite. Si ellos se hablar...