Capítulo 39 Novosibirsk

3.7K 265 152
                                    


Capítulo 39

Novosibirsk


Bajo un manto de negros nubarrones, y en medio de una intensa tempestad huracanada, el gigantesco Svyatogor había acelerado la rotación de sus aplastantes orugas para llegar cuanto antes a la populosa ciudad de Novosibirsk. Como medida paliativa a tan acelerada carrera, y con la intención de no convertir el viaje en un constante traqueteo, el pesado acorazado terrestre desplegó, en su parte delantera, un enorme y sofisticado magnetrón direccional. Este emitía un haz de microondas tan intenso que cualquier pequeño obstáculo en el recorrido del vehículo desaparecía; sublimado en un instante por el inmenso calor al que era sometido en una fracción de segundo. Tal tecnología, que en la práctica también podía ser utilizada como un arma, era experimental y los altos oficiales del ejército habían prohibido su uso, salvo que las circunstancias fueran excepcionales. Pero, ¿acaso había algo más excepcional que estar cargando un pro-human de A2plus?

En tales condiciones, el líder sustituto de la expedición, el sargento Yao Ming, trataba de dormir en una litera de uno de los estrechos camarotes que poseía el acorazado. No estaba teniendo ningún éxito. Cada vez que el chino cerraba los ojos —vencido por el agotamiento de varios días sin dormir de forma adecuada—, horribles pesadillas azotaban su dormitar y el velo opaco de sus párpados se abría para salvarlo del aciago destino onírico que parecía aguardarle.

La funesta ensoñación casi siempre era la misma, idéntica más bien: el pro-human de cabellos plateados aparecía frente a su cama y, con una mirada penetrante y una voz cavernosa, empezaba a hablarle en un lenguaje que jamás había escuchado antes. Era esta una ilusión tan vívida que el tremendo susto lo despertaba de un sobresalto. La misma escena se había repetido media docena de veces y, ante el terror que su reiteración le provocaba, el chino ya no se atrevía siquiera a quedarse dormido. Jamás a lo largo de su vida tuvo un sueño tan recurrente.

Tanta reiteración despertaba intensos recelos en Yao Ming. Sin embargo, no sabía si aquellas imágenes que torturaban su mente eran fruto del miedo que le inspiraba la letal máquina biológica, o había algo más. La perspectiva de esa segunda opción le producía verdaderos escalofríos.

Harto de parecer un pollo girando sobre una parrilla (de tantas vueltas que había estado dando en el camastro), el sargento se levantó de su lecho y, algo mareado, buscó una toalla en la pequeña taquilla que había bajo la litera. Una vez se hizo con ella, se dirigió al baño con un pesado andar. El suboficial no dejó de rezongar y bostezar durante su descenso a la primera planta usando el montacargas.

—Maldita mi mala suerte. ¡Nooo! ¡No le podía haber pasado a otro imbécil! ¡No! ¡Claaaro que no! Tenía que ser al chino idiota al que le tocase viajar con Tempanito. ¡Puto Tempanito! —se quejó Yao Ming mientras salía del elevador y dirigía sus pasos hacia las duchas.

Una vez en la zona de aseo personal, y todavía murmurando rezongos, el sargento lanzó la toalla sobre un perchero que había clavado en el metal de una de las paredes. Falló y esta cayó al suelo. Al ver aquello, el sargento refunfuño y, con gran pereza, se agachó para recoger la prenda y dejarla colgada. Después, con torpes movimientos, se acercó a la línea de duchas y giró uno de los grifos que sobresalían de la metálica pared. Un chorro de agua fría reciclada se precipitó desde una de las regaderas.

Yao Ming empezó a quitarse la ropa con la intención de darse una rápida ducha gélida. Quería, mediante un rápido baño, espantar el sueño que lo mantenía adormilado. Se había hartado de sufrir todas esas pesadillas y pensaba que ya tendría oportunidad de dormir bien cuando llegase a uno de los cuarteles militares de la ciudad de Novosibirsk. Al fin y al cabo, ya tan solo quedaban unas pocas horas.

A2plus: Esencia Evanescente I y II (YA EN LIBRERÍAS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora