Capitulo 17: Hálito de Caronte

9.4K 462 110
                                    

Capítulo 17


Hálito de Caronte


(En la sección multimedia hay una melodía. Os recomiendo que si queréis ambientar el texto, la pongáis)


El suburbio norte de Berlín empezó a llenarse de gritos y gemidos de dolor y terror. La nube invisible y mortal de gas nervioso empezó a colarse en el interior de los edificios a medida que iba avanzando. Aquel desagradable olor a aceite quemado se extendió por todas partes causando una matanza generalizada. A los pocos segundos de percibir el tóxico aroma, las victimas sentían arder su garganta y sus pulmones como si hubiesen respirado ácido clorhídrico pulverizado y les estuviese quemando desde dentro. La mortífera arma química se coló por debajo de las puertas y a través de las ventanas entreabiertas de las viviendas, e invadió la mayoría de las casas que estaban dentro de su rango de acción cada vez más extenso. Mujeres, niños, hombres y ancianos empezaron a sufrir sus devastadores efectos. El Hálito de Caronte, nombre con que había sido bautizada ésta arma química por SEGDIAN, no era de origen natural, sino que estaba constituida a base de moléculas artificiales fabricadas con sofisticada nanotecnología heredada de A2plus. A todos los efectos, el Hálito de Caronte parecía un gas natural y actuaba como tal, con la mayoría de sus virtudes y defectos, pero la gran diferencia es que podía ser neutralizado por sus creadores (sufriendo una súbita reacción química que lo volvía inofensivo),  emitiendo una señal codificada que deshacía las moléculas artificialmente compuestas. En cuanto a sus cualidades para dañar, aquel gas no solo producía una parálisis completa de todo el sistema nervioso, incluyendo aquellos nervios esenciales para la vida, como los que controlaban los pulmones; sino que además producía, debido a su gran acidez, laceraciones importantes en el sistema respiratorio. Los pobres desgraciados  que inhalaban el fluido tóxico, empezaban a toser descontroladamente, y a causa de esa dolorosa tos, acababan esputando una horrible sangre negruzca. Una exposición prolongada al químico causaba inevitablemente la muerte a un humano.

—¿Qué han lanzado esos cabrones? —preguntó el insurgente Karim, horrorizado mientras veía desde la ventana del apartamento donde se encontraba, a la gente tambaleante salir de sus casas tratando de buscar una salida.

Ignoraban que no había escapatoria en el exterior, pues el gas había negado cualquier posible vía de escape y avanzaba poco a poco cerrando su círculo mortal.

—¡Parece algún tipo de gas venenoso! —le contestó Thomas muy impresionado por radio, al ver desde su posición como la gente caía al suelo con la piel azulada, las venas brotadas y retorciéndose de dolor.

—¿Gas? —dijo estupefacto Karim—. ¡Que hijos de puta! ¿Cómo pueden hacer esto a la gente?

La voz de Ayame los instó a reaccionar.

—¿Trajisteis máscaras de gas? —les preguntó la mujer con cierto tono de angustia.

—¡Claro que no Ayame! Ni tuvimos tiempo. Salimos corriendo cuando recibimos el chivatazo de ese Ántrax —le contestó Thomas.

—¡Seréis gilipollas! ¿Cómo se puede ser tan bruto? —les espetó enojada la fémina—. Meteros en algún puto sitio rápido y cubrid todas las entradas de aire. Si no, la vais a palmar por idiotas.

Ambos, sabiendo el inminente peligro que corrían, dejaron la radio y trataron de protegerse. Karim ya estaba dentro del apartamento de una familia afín a la resistencia por lo que solo tuvo que darles unas breves indicaciones de lo que debían hacer y todos se pusieron manos a la obra para hermetizar aquel hogar.  Thomas, en cambio, lo tenía bastante peor, pues en el bloque de apartamentos donde se encontraba no conocía a ningún simpatizante de los rebeldes, por lo que se vio obligado a improvisar un lugar que le pudiera servir de protección.  Tras dar unas cuantas vueltas por la planta alta del edificio donde se encontraba, un cuarto de mantenimiento, pequeño y maloliente fue lo único que encontró como respuesta a su problema. Entró corriendo sin pensar demasiado en el hedor a humedad y moho que lo ambientaba y cerró la puerta tras de sí, asustado al empezar a escuchar los primeros gritos y lamentos provenientes de los pisos inferiores del bloque de apartamentos donde se encontraba. Como no halló nada dentro que le pudiese servir para taponar las entradas de aire, se vio obligado a quitarse la ropa, a pesar del intenso frío que hacía, y con ella tratar de hermetizar lo más posible aquel cuarto. Si él gas alcanzaba aquella planta, probablemente le alcanzaría y lo afectaría, pero esperaba detenerlo sustancialmente y con ello poder salvar la vida. El miedo empezó a acuciarlo a medida que los gritos de la gente (y aquellas horribles toses) se hacían cada vez más intensos.

A2plus: Esencia Evanescente I y II (YA EN LIBRERÍAS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora