39 Novosibirsk (parte 3)

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Esta parte del capítulo 39 debió pertenecer en realidad a la anterior, a la cual complementa. Es por esto que, siento decirlo, será más corta de lo normal y escasa en acontecimientos. Lo lamento, pero son necesidades narrativas que no puedo obviar. No obstante, de esta forma ya dejo todo preparado para el momento clave que en verdad quiero narraros. Esto me hará más fácil la escritura de lo que ha de venir. Tomad  esta parte como de transición y no esperéis demasiado. Podría haber esperado a tener también el siguiente capítulo y mostraros todo junto, pero os habría hecho esperar demasiado y quería al menos ofreceros algo. Prometo compensaros en el próximo.

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Capítulo 39 

Novosibirsk (parte 3)


Svyatogor continuó su travesía por tierras rusas durante una jornada más. En ese tiempo de miedo e incertidumbre, los dos médicos aprovecharon para realizar de nuevo un chequeo a la salud de toda la tripulación. Lo hicieron más con la idea de confirmar las peores previsiones que de agarrarse a la esperanza de un resultado diferente. Sin embargo, pese a lo poco halagüeños que habían sido los primeros análisis, el cambio de diagnostico varió notablemente en el segundo escaneo cerebral. A pesar de que la máquina detectora continuó registrando actividad neuronal anómala, esta se tornó tan débil que en más de una ocasión hubo que duplicar la duración de los análisis para confirmar que aún existía la susodicha anormalidad. Fue una enorme y agradable sorpresa para todos. No obstante, aunque este cambio alegró mucho a los doctores, los facultativos no estuvieron dispuestos a bajar la guardia con tan peligroso y traicionero mal. En efecto, todo parecía indicar que la actividad cerebral de la tripulación se estaba normalizando, pero aquello podría ser una mejoría pasajera que, a continuación, decayese en un empeoramiento agresivo, como solía ocurrir con los caso de contaminación por radiación y con algunas enfermedades específicas.

Con este temor en mente, el doctor Oleksander no quiso correr riesgos y, en consecuencia, recomendó al teniente Sergei Mussorgsky extremar las precauciones cuando arribasen a la ciudad de Novosibirsk. La razón era obvia: resultaba de vital importancia evitar que una posible contaminación se introdujese en la tercera ciudad más populosa de Rusia.

El teniente compartía este criterio y, por tal razón, cuando apenas quedaron tres horas para llegar a la colosal megalópolis, ordenó a todos los hombres que viajaban en aquel titánico acorazado que se duchasen en las cámaras de descontaminación e, inmediatamente después, se vistiesen con los trajes NBQ de reserva. Una vez uniformados con aquella incómoda protección, todos deberían permanecer en sus puestos habituales hasta que se decretasen nuevas órdenes.

A los primeros soldados que Sergei hizo pasar por el proceso de limpieza fue a los pilotos. El teniente quería acelerar la marcha del acorazado y, en tales circunstancias, siempre prefería contar con la pericia de sus hombres antes que confiar plenamente en el piloto automático de una máquina. Además, sabía que los iba a necesitar cuando se encontrasen cerca de Novosibirsk. Con su ayuda, el pesado Svyatogor tendría que llevar a cabo las delicadas maniobras que lo acercasen al sistema externo de comunicación de la ciudad de Novosibirsk.

Ocurría que, en aquellos días, cualquier vehículo llegado del exterior debía identificarse ante las autoridades locales, ofrecer una contraseña de acceso, y explicar los motivos por los que deseaba acceder a la urbe. Solo entonces estas permitían la entrada. Tales medidas se habían tornado necesarias debido al creciente recelo que la Unión Soviética tenía a los posibles espías europeos.

A2plus: Esencia Evanescente I y II (YA EN LIBRERÍAS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora