Encuentros inesperados

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Felixstowe, Inglaterra

Giré lentamente, temiendo que fuera quien imaginaba y allí estaba, con su mirada suplicante, la misma con la que se fue de casa aquella madrugada lluviosa. Ahora se le ve mejor físicamente, tal vez nos haya hecho caso y decidió ir a las terapias en el centro de rehabilitación.

-¡Papá! -solo esa palabra pude articular.

-¡Mi niña! -al llamarme por ese diminutivo, automáticamente mis ojos se cristalizaron. Recordé cuando llegaba a casa por las noches, era mi hora favorita, Lo esperaba sentada en las escaleras. Al llegar me refugiaba en su cuello y me quedaba dormida en el, era una mala costumbre pero él no se quejaba.

-Me alegro que estés tan recuperado, tuve mucho tiempo sin saber de ti -Finalmente lo abracé, me respondió sin dudarlo. De lejos pude sentir la mirada de Bryan y le hice señas para que me esperara en el carro.

-Lo sé, nunca imaginé encontrarte tan lejos de casa, ¿Qué haces aquí? -preguntó con curiosidad

-Es una larga historia, debo irme pero me puedes encontrar en The Orwell Hotel -Dije rápidamente antes de abrazarlo por última vez e irme.

Ingresé en completo silencio y coloqué mi cinturón. Bryan no preguntó nada, cosa que agradecí; al estacionarnos frente al hotel, me detuve antes de abrir la puerta y observé al hombre sentado detrás del volante.

-Prometo algún día contarte mi desordenada vida, gracias por no preguntar. Ahora estoy muy confundida, he tenido un largo día, gracias de nuevo por todo, espero verte mañana, fue un placer conocerte -Me despedí con doble beso en las mejillas, como es costumbre en Europa.

-Claro que me verás, paso por ti a las 8 -Me sentí apenada por tomarse tantas molestias conmigo, pero igual agradecía no tener que tomar el autobús.

-Gracias -Dije y bajé del auto

Llegué a la habitación y después de tomar una ducha caliente. Me senté a revisar el correo y redes sociales. Moría por llamar a mi mamá para contarle sobre mi papá, pero debido al cambio de horario, debía esperar que amaneciera en Venezuela.

La bandeja del correo estaba llena, pero alcancé a ver un nombre que llamó mi atención. Tenía un mensaje de Martín y recordé que no le había dado mi nuevo número. Dudé en abrirlo hasta que la curiosidad pudo más que mi voluntad.

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Martín Rivas
8:35pm

Cami, aún no me acostumbro a tu ausencia, a marcar tú número de memoria y que me mande directo a buzón, extraño tu perfume y nuestros bailes a solas, fueron pocos pero mágicos momentos que se tatuaron en mi ser, deseo que estés aquí, aunque huyas de mi cámara cuando quiero capturar tu sonrisa. Vuelve que me mata la distancia, Te Amo y sé que tú sientes lo mismo.

Tu Martirio, besos
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-¡Te amo!... Dijo que me ama -un par de lágrimas mojaron mi pijama y un nudo se intensificaba en mi garganta, sin poder aguantar más, escondí mi cabeza en la almohada más cercana para ahogar un grito que dio inicio a un mar de llanto. Lloraba porque lo amaba y no fui capaz de decirlo en voz alta, lloraba porque él me amaba y yo Callé porque pensé que no era correspondida. Yo también deseaba estar a su lado.

No se cuánto tiempo estuve acurrucada, arrepintiéndome de muchas cosas. Luego el recuerdo de mi padre se unió a mi desvelo y entonces perdí el control de mis lágrimas.

Cuando sentí que ya no me quedaba nada por dentro, llamé a recepción y pedí una botella de vino tinto. Mientras llegaba mi orden a la habitación, lavé mi sonrojado e hinchado rostro; me detuve a observar mis ojos, se veían más oscuros de lo normal, llegando a ser un verde esmeralda.

Alguien llamó a la puerta, ahora me arrepentía de haber pedido esa botella. El alcohol no seguirá siendo mi instrumento de olvido, no puedo llegar a ser como mi padre. Abrí la puerta, luego de secar mi rostro.

-¡Buenas noches!, señorita Camila -dijo el mesonero mientras entraba en la habitación rodando un carrito -su orden- No sabía como declinar mi pedido, al final me quedé con ella pero le encargué una taza de café. Pensará que estoy loca con esa mezcla de bebidas.

Pasé la noche en vela, sentada en el balcón con mi taza de café en la mano izquierda y la lapto sobre mis piernas. La noche estaba más fría y el cielo despejado. Empecé a recordar cada momento junto a mi martirio con yo le decía cuando me sacaba de quicios, Martín tenía un carácter más dócil que el mío por lo que le era fácil llevarme la contraria a propósito solo para verme molesta. Él lo disfrutaba.

3:32am: no sabía que responderle pero anhelaba hacerlo, tanto como anhelaba estar a su lado. Corrí y Localicé mi celular sobre la cama y marqué su número antes de arrepentirme; Según mis cálculos allá deberían ser las ocho de la mañana

Al segundo repique contestó con su voz de negocios

-Buenos días, Martín Rivas -oír su voz fue como volar sobre algodón, mi pulso se volvió irregular, permanecí callada escuchando su respiración.

-Yo.... -Mis palabras se esfumaron junto con mi valor

-Cami, mi Cami... -me reconoció y no soporté seguir escuchando su ronca voz. Colgué y lancé el teléfono de vuelta a la cama.


IcewomanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora