Felixtower, Inglaterra.
Llegué a mi habitación y lo único que deseaba era gritar, gritar hasta que los nudos en mi garganta se disiparan. Como dice la canción de Luis Fonsi ...porque un nudo en la garganta no se suelta si se aguanta, las espinas no se deben tragar, las palabras tienen filo y a mi nadie me ha prohibido gritar... Nunca le había encontrado tanto sentido a esa letra hasta esa desolada noche.
Me despojé de mis brillantes tacones y mis vaqueros, quedando en bragas, me preparé un café doble. Solicité en recepción que me colocaran una cafetera en mi habitación para no molestar tanto. Abrí la puerta del balcón e inmediatamente el seco frío me cubrió, provocando que un escalofríos recorriera mi columna vertebral. Volví al interior de la recámara, tomé el edredón y envolvió mi cuerpo con una mano, mientras que en la otra llevaba mi taza humeante de olor embriagador.
Me senté en un mueble tipo L, pero versión mini que abarcaba todo el espacio de la terraza. Desde allí podía observar todo el condado de Félixtower, pero mi parte favorita era el mar de fondo, inundado de las brillantes luces de los barcos con una luna de fondo que parecía estar sumergida en el agua.
Me mantuve observando el mar, sin pensar, sin sentir, perdí la noción del tiempo y aunque sentía que mis párpados pesaban cada vez más , me resistía al sueño y mis ojos lagrimeaban en respuesta a mi oponencia.
La noche se tornaba más oscura, la luna desapareció de mi visión, pero a cambio podía observar como el cielo era transformado, llenándose de un rosa pálido que se mezclaba con unas lineas azul claro, ante mí, se presentaba el Alba, anunciando un nuevo amanecer.
Me desperezé, me quité lo que me quedaba de ropa y me sumergi en un tibio baño y fue allí cuando la realidad cayó sobre mi, las palabras de mi padre sonaban en mi cabeza como un eco.
La inmovilidad de mi madre no fue un accidente, como siempre me habían hecho creer. Ahora me duele más saber que ella quedó paralítica por culpa de mi padre y su insaciable vicio, el alcohol destruyó a mi familia.
Mientras organizaba la ropa que enviaría a la lavandería, sonó mi celular. No reconocí el número pero por el código supe que era desde Venezuela.
-¡Hola! -me limité a decir por no saber de quien se trataba.
-Te extraño tanto -me quedé sin habla y mi pulso se aceleró desorbitadamente -Te necesito pequeña.
-Martín... -no sabía que decir, cerré mis ojos y hablé sin pensarlo -yo también te necesito, como nunca pensé necesitar algo, me siento incompleta porque una parte de mí se quedó contigo.
-Te amo, camilla no puedo ni soporto más estar lejos de ti. Nunca antes me había pasado algo así pero anhelo tus besos, tu mirada oscura al despertar, verte degustar un café, tus pucheros de niña caprichosa. Te quiero de vuelta, te quiero a mi lado.
-¿Por qué? Por qué esperaste hasta ahora para decirme esto. Si tan solo me hubieras detenido en el aeropuerto, si te hubieras despedido de mí, si hubieras hecho algo por nosotros antes. No vale la pena seguir hablando de esto, yo no puedo volver, tengo un trabajo nuevo, una buena oportunidad de hacer mi vida, de crecer profesionalmente, Aquí lo tengo todo.
-No Camila, no lo tienes todo, no tienes a tu familia, no tienes a tus amigos y no me tienes a mí. Si no te detuve fue por cobarde y porque solo he deseado tu felicidad, pero no sabia que puse en riesgo la mia que está a tu lado. Si tu no estas aquí, yo no soy feliz.
-Martín ¡basta!, no digas más por favor. Me lastimas, y lo siento pero no voy a volver. -corté la comunicación y me senté en la cama, asimilando todo lo que habíamos confesado.
Esa sorpresiva conversación logró borrar todo rastro de sueño que había en mi. Puse mi mejor cara, mi mejor ropa, me dedique a maquillarme resaltando mis ojos y mis labios con un tono mate. Tomé un taxi hasta el puerto de aduana. Esa mañana tendría mi primera práctica en el área de desembarque y estaba algo emocionada.
El día estuvo movido y la hora se me pasó volando, tomé un descanso para ir a almorzar y de regreso me llamaron de la Gerencia. Inmediatamente mis manos empezaron a sudar, me ponía muy nerviosa hablar directamente con mis jefes. Al llegar me hicieron tomar asiento en un despacho muy amplio, decorado al estilo marinero en tonos azul y rojo, era hermoso y muy original.
-Señorita Camila, disculpe la tardanza -dijo a mis espaldas una voz ronca y algo desgastada, por lo que supuse que vendría de una persona mayor.
-No se preocupe Señor, estoy para servirle. -dije cortésmente mientras estrechaba mi mano y verificaba que había tenido razón. El señor Felipo era muy mayor, y dudaba que pudiera mantenerse en pie por mucho tiempo.
-Te mande a llamar para felicitarte en persona, por tu gran labor y adaptación, tanto en tus clases como en el trabajo. Sin duda alguna no me equivoque al haberte elegido.
-Disculpe, pensé que este trabajo era parte de un ascenso que me gané a pulso y no que alguien me eligiera. ¡O sea que este trabajo lo pudo haber obtenido cualquiera de mis compañeras sin esforzarse siquiera! -no pude evitar levantar la voz, estaba muy furiosa.
-Calmese señorita, creo que no me está entendiendo. Claro que su esfuerzo tuvo que ver, pero solo yo podía aceptar que usted ocupara el lugar, solo eso.
-Disculpe usted, tal vez fui yo la que malinterpretó la situación. Sino se le ofrece nada más debo terminar mi asignación. Buenas tardes -y sin más salí del despacho.
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Icewoman
Teen FictionConoce a Lena, Raychel, Claire y Camila... 4 personajes, 4 historias, 4 países pero con algo en común: un corazón frío y gélido que solo puede ser derretido ante las llamas del amor. nadie nace siendo frío, pero las experiencias las han enseñado a...