Tú me cambiastes la vida

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Mérida, Venezuela

Lo que pensé que sería un aniversario perfecto junto a Sebastián,  parecía una pesadilla. Todo me salía mal, en tres años he festejado a lo grande nuestro amor, pero este año fallé; Parece que una plaga cayó sobre mí.

Esa tarde tuve que quedarme en casa o mejor dicho, fuera de ella porque olvidé las llaves. Después de varios intentos fallidos de Sebas y de mis vecinos que se ofrecieron a ayudar, se decidió romper la cerradura por lo que debía comprar una nueva. Como mi día era literalmente gris, tenía miedo de salir a la calle y que algo más me pasara -no tentaría al destino- por eso decidí no ir yo a comprar la cerradura. Gracias a Dios que se ofreció un vecino muy amable de la planta baja.

Mientras se resolvía todo el caos que ocasione por no tener otro juego de llaves, descansé en las escaleras del cuarto piso, mi novio se sentó a mi lado.

-Todo se va a arreglar pronto y tendremos tiempo para ir a cenar al menos-propuso tratando de levantar mi ánimo

-Amor preferiría pedir algo para comer aquí o mejor... Tengo una idea ¡voy a preparar la cena! -dije animadamente, recordé una receta de pollo que me preparó una buena amiga. No sabía exactamente lo que llevaba pero resolvería con lo que tenga, algo bueno saldrá de eso.

-Muero por probarte, digo, por probar tu comida -confesó en tono seductor y luego Rosó mis labios, le respondí aceptando el beso.

-Disculpe señorita, ya conseguí la cerradura que necesita -interrumpió mi vecino ya de vuelta e inmediatamente Sebastián se levantó para ayudar

Ya eran más de las ocho de la noche cuando pude estar en el interior de mi departamento, rápidamente me dirigí a la cocina a ver si tenía todo lo que necesitaría para preparar la cena. Mientras mi novio colocaba música en el sistema de teatro de la sala de estar yo me apresuraba a picar el pollo en cuadros no tan pequeños. Puse a sofreír cebolla y ajo en margarina, escurri los champiñones enlatados y los corté a la mitad, cuando la cebolla se cristalizó agregué tocinera en tiras delgadas y pequeñas conjuntamente con los hongos, tapé la mezcla y lo coloqué a fuego lento.
Luego puse a hervir el agua para cocinar la pasta larga que acompañaría al pollo.

Mientras la cocina hacia su magia, fui a decorar un poco la mesa,no tan formal, no soy partidaria de comer a la luz de las velas ni nada de esas cursilerías.

De regreso a la cocina, el amor de mi vida quién estuvo observándome todo el rato, me sorprendió abrazandome  por la espalda y cargándome hasta llevarme a la barra donde sus labios se apresuraron a unirse con los míos, respondí enredando mis manos alrededor de su cuello y mis piernas alrededor de su cintura para unirme más a él. Estuvimos algún tiempo concentrados solo en nosotros hasta que un olor despertó mis otros sentidos.

-¡La comida! -dije interrumpiendo el beso y saltando de la barra dejando por un momento descolocado a mi sexy novio de cejas pobladas.

No era grave, solo que la mezcla se había pegado un poco a la sartén, finalmente agregué los cubos de pollo acompañados de pedazos de quesos y un poco más de tocinera, removí y dejé reposar mientras le dedicaba mi atención al agua que hervía, agregué la pasta y bajé  el fuego.

Después de veinticinco minutos la comida yacía servida esperando ser consumida. Una vez sentados en la mesa del comedor central, Sebas descorchó una humeante y fría botella de vino tinto,no combinaba mucho con pollo pero soportaba menos el sabor del vino blanco por ser más amargo.

-¡Buen provecho amor -se adelantó a decir mi compañero para luego plantar un tierno beso en mi mano izquierda que reposaba sobre la de él.

-¡Feliz aniversario mi vida!, brindemos para que Dios y la vida me regale muchos años a tu lado y nos dé sobretodo la sabiduría para afrontar todo lo que pueda interponerse entre nosotros, te amo -y finalmente lo besé

-Te amo -respondió al terminar el corto beso y luego hubo silencio,nos concentramos en devorar el delicioso platillo mientras intercambiábamos miradas de vez en cuando.

Cuando terminamos de comer y recoger toda la mesa, empezó a sonar los acordes de Río Roma: me cambiaste la vida en los altavoces de la sala. Me paralicé por un momento, esa era nuestra canción, la que me dedicó en nuestro primer aniversario. Dejé lo que estaba haciendo y fui a su encuentro. Allí estaba, de pie observando esa fotografía en el páramo, la cual enmarqué en un portarretrato azúl, recuerdo ese día en el que me pidió ser su novia como si fuera ayer. Aún no creía que ya habían pasado tres años.

Mi amor giró justo cuando estaba tras de él y sin pronunciar palabra, entendí el mensaje implícito. Acepté bailar nuestra melodía aferrada a su cuello y sin desviar la mirada de sus ojos hechizantes.

-Tú me cambiaste la vida, Lena -dijo mirándome a los ojos deteniendo muestra danza para enfrascarnos en un lento y tierno beso.



Casi no escribo porque estoy muy ocupada con la universidad. Pero aquí estoy cumpliendo mi palabra. En multimedia Sebastián
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