Baila el ritmo que te dicte el destino

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Madrid, España

Cerré la puerta dando un portazo, todo el interior del departamento se encontraba a oscuras, me deslicé hasta quedar sentada en el frío suelo, acuné mis rodillas y las rodee con mi brazos. Me resistí a llorar mientras los recuerdos pasaban a toda prisa por mi cabeza, luego de pocos minutos, respiré hondo y me levanté del suelo donde nunca más debería estar.

Decidida a olvidar corrí a mi habitación, tiré mi vestido y lo sustituí por unos vaqueros de corte alto, una polera negra de mangas largas en blonda, la cual llevaba por dentro de mi pantalón, agregue unos botines de caña baja en negro patente con detalles dorados, retoqué mi maquillaje, tome mi bolso de mano dorado con algo de dinero y mi juego de llaves, no necesitaría nada más.

Al salir del edificio pedí un taxi, luego de saludar a una vecina que pasaba junto a su pequeña en brazos. Al subir al coche le pedí al taxista que eligiera mi destino, que me llevara a un lugar donde pudiera olvidarme del mundo al menos por esa noche. Antes de darme cuenta, ya estaba frente a un local nocturno y desde adentro del coche podía oír el zumbido de la música. Pagué al conductor y entré al lugar con paso decidido, aunque no llevara tacones no podía perder la actitud.

Al entrar mis oídos fueron sorprendidos con las música de Cuba, la musica latina que llevo en mis venas, encantada me uní a la masa de gente que se aglomeraban en el medio de la pista bailando sin cesar y de vez en cuando gritaban "azúcar" el lema de la entrañable Celia Cruz, así llevaba por nombre aquel lugar.

Baile una, dos, tres, hasta creo q más de cien canciones, entre ellas Marc Anthony, Ruben Blades, Juan Luis Guerra, Giberto Santa Rosa, hasta Oscar de León, iba a flipar cuando escuché La Mazucamba. Bailé sola y algunas veces alguien me seguía el paso. Me limité a beber solo agua, el alcohol no solucionaría nada, dejé que la música me sanara. Una vez un español me dijo que la música amansa a las fieras y esa noche lo creí más que nunca.

Cuando empezaba a sentir las venas de mis piernas arder, me convencí de que ya había sido suficiente, me senté en la barra, respiré hondo y me coloqué los botines que en algún momento de la noche me había quitado para continuar bailando, ya para entonces el reloj marcaba las 5:45am. Llamé un taxi para volver a casa.

Cuando entré en mi habitación, aún el sol no se asomaba, por lo que decidí darle un descanso a mi cuerpo y rendirme al sueño, con una sonrisa en mi rostro y paz en mi interior.

Cuando desperté, lo primero que hice fue buscar mi celular que había dejado en algún lugar del cuarto, sí, admito que soy un poco desordenada. Cuando lo encontré estaba descargado, lo conecté y lo encendí a los pocos minutos, Encontrándome con 16 llamadas perdidas de Francisco y 2 mensajes de texto de Floryedma, preguntando si llegaría a desayunar, también había un texto de Francisco, al leerlo me dio pena por él, pensaba que lo que sucedió fue por su culpa, decía así:

"Claire... Fui un estúpido, no debí besarte,
Me dejé llevar y lo heché a perder,
Discúlpame por favor, contesta las llamadas,
Estoy muy preocupado"

En vez de responder su mensaje, decidí llamarlo. Al primer repique contestó

-Claire... ¿Estás bien? -dijo apresuradamente y algo alterado -discúlpame por favor, no debí, yo solo...

-Necesito hablar contigo -esperé una reacción, no hubo nada, solo escuchaba su respiración agitada -No te asustes, no es nada grave -continué diciendo -podemos tomar un café en la cafetería del barrio.

-Esta bien, allí estaré en una hora -en vez de colgar no lo hizo y permaneció en línea -¿de verdad estas bien? -reí inocentemente

IcewomanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora