Batallas

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Felixstowe, Inglaterra

Me resistí a contestar las llamadas que Martín me devolvía, por el contrario ocupé la línea llamando a mamá.

-¡Hola hija, que gusto escucharte! ¿Cómo estás? ¿Qué tal el clima? ¿Ya sabes dónde vivirás? –empezó con una ráfaga de preguntas, típicas de una madre preocupada.

-¡MAMÁ! –Grité exasperada- una pregunta a la vez, por favor –Escuché su risa al otro lado de la línea- Estoy bien, me estoy adaptando poco a poco, el clima es muy templado y... no tengo idea de dónde viviré y antes de que te desesperes –me apresuré a decir- Te prometo que hoy mismo empezaré a buscar –había olvidado ese detalle.

-Confiaré en ti. Háblame del trabajo, ¿conociste la planta? –cambió de tema y lo agradecí. Le conté todos los detalles de la Aduana y los diferentes cursos de capacitación que debía aprobar, hoy iniciaba el de inglés británico.

-Mamá, debo contarte algo y no sé si sea favorable para ti o no –Dudé antes de continuar

-¿Qué pasa? –se alertó y su tono cambió

-Ayer, ayer vi a papá –Solté por fin, esperando su reacción- ¿mami? ¿Me estás escuchando? –pregunté al no recibir respuesta.

-Sí, te escucho claramente –Escuché que sorbía por la nariz -¿Dónde lo viste? ¿Cómo está? –Su voz finalmente se quebró

-Está muy bien, mejor de cómo lo recordaba. Parece un hombre nuevo y muy serio, hasta viste de traje –Dije orgullosamente- No pudimos hablar mucho pero quedamos en vernos otro día.

-Me da gusto –Noté algo raro en su voz, el momento se tornó incómodo

-Mamá te llamaré luego, debo alistar para ir a la planta –En realidad tenía mucho tiempo, más de un par de horas, pero la situación con Martín me tenía frustrada.

-Cuídate mi niña y abrígate mucho.

-Te amo mamá –Colgué y dejé el teléfono sobre la cama. Me sentía ahogada y necesitaba liberarme, por lo que cambié mi pijama por pantalones deportivos, un crop top gris bajo mi sweater negro y mis tenis skechers go run. Localicé mis audífonos Beats junto a mi iPod, el complemento perfecto.

Bajé al Lobby y me dirigí directamente al cafetín para pedir otro café, puro y sin azúcar. Lo terminé en un minuto y salí a correr.

Al son de alive de Sia empezó mi recorrido, me dejé llevar por la melodía y fui acelerando el trote. Recorrí la cuadra observando todo y sin observar nada a la vez. La música cambió y me detuve a respirar un poco; los acordes de Fix you de Coldplay me animó a reanudar la marcha. Volví con un trote lento pero cuando escuché el solo de la guitarra eléctrica, mi adrenalina se elevó y comencé a correr con más fuerza que antes, corrí y corrí hasta que sentí que mis piernas fallarían; me detuve frente al mar y aspiré la brisa marina. De regreso decidí tomar la Buregate para dar la vuelta completa y así conocer otras calles del condado y entonces algo llamó mi atención, un cartel con la palabra Alquiler a las afueras de una hermosa casa de dos plantas, forrada en ladrillo y un colorido jardín. Sin dudarlo me acerqué a la puerta y un letrero en madera llevaba el nombre de Bulimba, toqué pero no hubo respuesta, tomé una tarjeta con la información y números de contacto y volví al hotel.

 Sin dudarlo me acerqué a la puerta y un letrero en madera llevaba el nombre de Bulimba, toqué pero no hubo respuesta, tomé una tarjeta con la información y números de contacto y volví al hotel

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