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Marcus nos ha puesto, como tarea, ver un pase de la película
Belle de jour, de Luis Buñuel y protagonizada por Catherine Deneuve.
No he visto la película. No sé nada de ella. No tengo ni idea de qué puedo esperar.
Tomo asiento en la sala de cine de la universidad y no estoy sola, pero en cuanto empiezan a atenuarse las luces y la oscuridad me envuelve, me siento como si lo estuviera. Así es como me gusta experimentar las películas. En una sala de cine, a oscuras, en comunión personal entre la pantalla y yo. Algo parecido al tranquilo estado de contemplación que se siente delante de un cuadro magnífico que te impresiona en silencio.
Me siento a ver la película y espero ser transportada en un viaje desde la realidad hasta otro mundo. Espero que, como mínimo, me entretenga, quizá me intrigue, tal vez incluso me sorprenda. Lo último que espero es verme en la pantalla.
Entiéndeme, no es que me deje embaucar del todo. Ya sé que no soy la protagonista de la película, aunque comparto nombre con la estrella. Ni siquiera soy un personaje secundario. Sin embargo, en cierto sentido, de algún modo, hay algo en la película que conecta conmigo de forma muy profunda. Aunque solo tenga una cosa en común con la protagonista, un ama de casa francesa, frígida, de clase media alta, que en cuestión de sexo alberga secretos deseos de masoquismo.
Se llama Séverine. Que en latín quiere decir «severa». Imagínate ir por la vida, durante toda tu vida, teniendo que soportar que la gente decida que no le gustas incluso antes de conocerte. Solo por haber oído tu nombre. Séverine. Severa. Estricta.
Imagínate tener que llevar la cruz de un nombre así desde que naces. Para el caso, podrían haberte llamado «Sin gracia».
Sin ninguna gracia.
Y no es que el nombre no le pegue al personaje de Catherine Deneuve en la película de Buñuel. De hecho, no hay un nombre más
apropiado, porque, la verdad sea dicha, no es que tenga mucha gracia. Es fría como el hielo y carece de cualquier cualidad que pudiera hacer que te gustase, despojada de casi todo lo que la hace humana. De todo salvo de sus mórbidas fantasías sobre humillación y castigo. Porque se supone que no tiene que gustarte, que no tienes que identificarte con ella.
Sin embargo, en cierto modo yo lo hago.
Séverine. Sin gracia. Sin ninguna gracia. Lleva un año casada y todavía no ha dejado que su marido la folle. Lleva un año casada y ni siquiera lo deja dormir en la misma cama. Lleva un año casada y él ni siquiera la ha visto desnuda. Su marido: devoto, protector, fiable y, por tanto, muy comprensivo.
Séverine. Una virgen en la vida real, pero una puta en su imaginación. Y es su imaginación la que la lleva por el mal camino.
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LA SOCIEDAD JULIETTE
DiversosAntes de que empieces a leer este libro, dejemos las cosas claras. Quiero que hagas tres cosas por mí. Uno. No te ofendas por nada de lo que leas a continuación. Dos. Olvida tus inhibiciones. Tres (y muy importante). A partir de ahora, todo lo que...