capitulo 12

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Si nunca has oído hablar de la Fábrica de Follar, lo más probable es que no sepas que existe, ni ese ni cualquier otro sitio como ese.

E incluso si ya has adivinado por el nombre la clase de sitio que es —cosa que, seamos sinceros, no debe de ser muy difícil—, lo más seguro es que no tengas ni idea de lo que sucede dentro de sus cuatro paredes.

Ni en tus fantasías más salvajes.

Si no sabías de su existencia ni tenías ni idea de lo que ocurre ahí dentro, probablemente será mejor que no lo sepas, pero el caso es que has llegado hasta aquí, así que... ¡qué coño!, te lo voy a decir de todos modos.

Es un club de sexo. El club clandestino dedicado al sexo más famoso de su tiempo.

Si por alguna casualidad remota has oído hablar de la Fábrica de Follar y has querido ir allí alguna vez pero no sabes dónde está, no intentes buscarlo porque nunca lo encontrarás.

Anna y yo estamos de pie delante de una nave industrial abandonada, semiderruida, en una zona de la ciudad en la que nunca he estado. Nunca he tenido ninguna razón para venir aquí. Nadie puede tener razones para venir aquí.

Ni siquiera el taxista que nos ha traído tenía ni idea de adónde iba, y durante veinte minutos ha conducido en círculos tratando de encontrar el almacén abandonado preciso, cuando aquí no hay otra cosa que almacenes, montones y montones de almacenes. Por alguna razón, las calles de por aquí no tienen nombre. No hay calles ni avenidas, ningún cartel indicador del norte, oeste, este o sur. Solo una serie de números, como las chicas en la web de Anna.

Pero aquí estamos. La luna trepa de mala gana por el cielo y se respira un frío en el aire bastante inusual para esta época del año, así que se


me hielan los huesos con esta camisa vaquera anudada en el ombligo, los shorts vaqueros que se me meten tanto por la raja del culo que es como si no llevara nada, sin medias y con unos zapatos de tacón de aguja que hacen que sea tarea casi imposible mantener el equilibrio sobre los escombros que me rodean. Estoy en una esquina, como las putas, y me siento totalmente expuesta.

Jack y yo nos hemos dado un tiempo. Para mí eso suena a una forma elegante de decir «lo vamos a dejar». Pero es peor. Duele igual que una ruptura, solo que sin el peso de las decisiones definitivas.

Anna llama para preguntar si quiero ir con ella a la Fábrica de Follar y no hay nadie para impedírmelo. ¿Qué espera Jack que haga?

¿Quedarme en casa de brazos cruzados compadeciéndome de mí misma? Esa no soy yo.

LA SOCIEDAD JULIETTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora