Capitulo 9

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Priscilla

Los cálidos rayos matutinos entraban por mi ventana y mientras Marie cepillaba mi cabello no pude evitar pensar en la noche anterior.
¡Oh!¡Pobre de Sebastian Van Der Reigth! Cuando todos mis invitados se enteraron de lo que había tratado de hacer, salió de mi casa como vil perro, a patadas. Tanto de los hombres, como con las miradas indignadas de las mujeres y una invitación de Lady Albertinna a no visitarla nunca más.
Y Alexander quedó como el héroe romántico de esas novelas que tanto me desagrada leer y que sin embargo sacan suspiros a las tontas debutantes.

Al mirarme por el espejo vi de nuevo esa pequeña y redonda marca amoratada en mi cuello. Y sonreí.
Todos pensaron que el desgraciado de Van Der Reigth me lo había hecho. Pero cuando en realidad fue mi querido duque.

Alexander.

Despues del "incidente" como él lo llamaba. No tuvimos la oportunidad de hablar a solas pues al salir del despacho descubrimos que casi todos mis invitados nos esperaban en el vestíbulo. Y tuvimos que dar explicaciones.

-¡Listo Madame! ¿Qué vestido os gustaría usar?-me preguntó Marie sacandome de mis ensoñaciones.

Al final terminé perfectamente arreglada, como solo Marie me dejaba. Y que, debía admitirlo, a veces odiaba, con un vestido de muselina rosada, un collar de perlas y un estilizado peinado.

Al bajar a desayunar me encontré con todos mis invitados, y a algunos tantos nuevos. La reunión en mi mansión iba creciendo a pasos agigantados y eso a veces me daba migrañas. Ya saben, las eternas falsas sonrisas recatadas, las mismas charlas vacias y los mismos cotilleos sin sentido.

"Que Lady Hillagan se ha embarazado... "
" Que habrá boda entre la hija de general Gregory y Lord Larkill... "
"que vieron de nuevo a Lord Dufftron con su amante en la fiesta de quién-sabe-quién, mientras su esposa en casa descansa en espera de su quinto hijo...."

Bla... Bla... Bla.

La verdad es que en lo único que quería poner realmente atención era en encontrar a mi querido duque, pues teníamos muchas cosas de las que hablar; entre ellas, que yo aceptaba gustosa en ser su esposa.

Pero todo el día, entre las chacharas de mis invitados y la exagerada cantidad de personas que había, me fue imposible encontrarlo.

Después de la hora del té, ya había perdido las esperanzas de encontrarle, y mi poco juicio en el asunto ya me dictaba lo inevitable: tendría que irlo a buscar en la noche a su recamara.

-Madame... - oí decir la voz pastosa de mi querida Lady Albertinna. Me acerqué a ella. -... Lamento interrumpir su conversación con Lady Wonstoncraft.

-No es fije, no hablabamos de algo importante.- le dije. Cuando en realidad era que la pobre Cordelia Wolstoncraft, a la que todos llamabamos Delly, me pedía consejos para buen llevar su todavía inexistente matrimonio, pues su marido aún se encontraba de viaje, despues de once meses de su boda, pero pronto regresaría. En fin... -... ¿Todo se encuentra bien, Lady Albertinna?

La dama me sonrió como lo hubiera hecho una madre, y me tomó una mano estrechandola entre las suyas, ahí me entregó discretamente un pedazo de papel.

-oh para nada querida mía, solo quería felicitaros por tan hermosa mansión.- y así simplemente se alejó, dejandome totalmente desconcertada con ese pequeño pedazo de papel en la mano.

Lo mire.

"nos vemos en el kiosko del laberinto.
-Alexander"

Inmediatamente me emocione y discretamente guardé el papel en mi escote. Y salí con rumbo al kiosko, con algo más de velocidad de la que quería usar.

Amor Y Secretos (Saga Amour #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora