Recuerdo el llanto de aquella niña pequeña, era martes 13, estaba lloviendo, todos corrían por las calles para evitar mojar sus ropas. Mamá como siempre la llevo a la escuela, juro que la nena casi llora cuando la dejaron sola allí. Una cama, diez mesas, veinte sillas, muñecas, sonrisas; y allí, detrás de toda esa perfección se podía ver a la triste niña de ojos verdes, la que siempre lloraba, a la que todos despreciaban. Nadie se acerco para jugar con ella, era invisible, observa fijamente sus zapatillas y siente como su vista se nubla. Comienza a llorar, primero silenciosamente, luego con gritos, llora de rabia y frustración, llora porque se siente menos que todos, llora porque nadie la quiere. Llora, llora, el llanto no cesa, todos la observan y ella se graba el rostro de cada uno de ellos, ella los mira con maldad, prometiéndose ella misma que un día todos sufrirán tanto como la hicieron sufrir a ella también.