Capitulo 18 de mi patética existencia, el sueño

17 4 0
                                    

- ¡Ojitos azules!- dijo sonriendo, dejando a la vista unos amarillentos dientes con olor a alcohol.

Tomé aire y antes de responder profundice mi mirada en su alma.

- Hola Oliver....

--------------------

Todo había sido un error. No debí acercarme a él, no debí si quiera saludarle...en mi cabeza solo rondaba una pregunta ¿por qué?

Todo había pasado demasiado rápido, apenas me di cuenta cuando Oliver se abalanzó sobre mi tirándome al suelo y dándome un fuerte golpe en la cabeza que acabaría por dejarme incosciente. No tenía ni idea de que había pasado o no después, solo sabía que todo estaba negro, que no estaba despierta porque las cosas que ocurrían y las sombras que aparecían en aquella negrura eran irreales, inexplicables, imposibles...
Estaba consciente, pero no despierta y no podía moverme.

Sentía que los músculos de todo mi cuerpo seguían en tensión, pero en aquel oscuro limbo podía caminar.

Y caminé, di dos primeros pasos que se sintieron como si fuesen los primeros que di al aprender a caminar, dos primeros pasos sobre la nada. No tenía miedo, pues sabía que no había nada delante de mi mas que vacío, no estaba segura de como lo sabía pero lo sabía.

Me costó convencerme a mi misma de que así no llegaría a ninguna parte, pero pronto acabé asimilándolo y decidí pararme en seco; entonces algo hizo click en mi cabeza y mi garganta se llenó de saliva, de nuevo aprendí a hablar...

- ¡¿Hola?!- grite mas bien a ninguna parte, descubriendo como ni el mas mínimo susurro de eco llegaba de nuevo hasta mi.

- ¡¿HOLA?!- repetí sin mucha esperanza.

- Helena....

Al oir aquella voz a mis espaldas algo en mi vibro y de nuevo recobré los reflejos. Me giré bruscamente con los ojos abiertos y preparados a cualquier atisbo de persona. Entonces fue cuando le ví, tal y como lo recordaba a escasos metros de mi. Su pelo estaba desordenado y su semblante serio, tan serio como la muerte; sus brazos caían a los costados de su cuerpo y sus manos parecían inertes.

- Helena...- repitió mientras comenzaba él también a aprender a andar.

Yo no respondí, me limite a mirarle a los ojos, a recordar cada facción de su cara, a volver a notar palpitar mi corazón, a volver a sentir aquel nudo en la garganta...

Se paró a menos de un metro de mi.

- ¿Por qué lo has hecho?- dijo penetrando duramente en mi mirada.

Sin saber porque comencé a llorar, como nunca antes había llorado. Deje que mi voz saliese de mi garganta en un escamoso lamento. Las lagrimas brotaban de mis ojos y mi corazón prácticamente se desangraba por dentro pero yo no quería cerrar los ojos, porque temía que al volver a abrirlos él ya no estuviese frente a mi. Mi ojos ardían y me hacían llorar más y más, sin poder sostenerme en pie dejé que mis rodillas golpeasen contra la nada y quede derrumbada, indefensa, frente a su implacable figura.

Lloré tanto como pude y grité tanto como pude, hasta que una suave ráfaga de viento rozo mi hombro, seguida de una suave y cálida mano, tal y como la recordaba.

Pasé rápidamente mis dedos por mis ojos y él estaba frente a mi, mirándome desde arriba sin expresión alguna. Suavemente colocó sus manos bajo mis codos y me ayudo a incorporarme. Nos quedamos en silencio, simplemente mirandonos, necesitando decir algo que ninguno de los dos se atrevía a pronunciar, ¿o él si se atrevía?¿o acaso no quería? Sus ojos lo ocultaban todo, lo emborronaban todo. Me confundía a la vez que rascaban mi curiosidad.

- No deberías haberlo hecho.

Su voz me hizo dar un respingo, ver como sus labios se habían movido de una forma tan real, como su cara había acompañado los movimientos de su mandíbula, como había llegado hasta a mi el calor de su aliento, tan real....sin embargo no podía serlo.

- Necesitaba hacerlo- el oír mi propia voz me hizo extrañarme aun más, pero evité que él pudiese darse cuenta, y no aparté la mirada.

- No tenías por qué Helena

- Era la única forma...

- ¿La única forma?

- De volver a verte.

De nuevo no hubo cambio alguno en la expresión de su rostro, pero de no haber estado todo tan oscuro, habría jurado ver una pequeña lagrima resbalar por su mejilla.

- Helena, yo ya no estoy

- No Sky, en realidad, tu nunca te has ido

- Tienes que volver

Volver....pero ¿a donde?

Volver....aquella palabra se me antojaba tan lejana y olvidada, como un dejavu perdido en el recuerdo. Como si me leyese el pensamiento Sky habló de nuevo.

- Volver a casa

Sin apenas darme cuenta un sentimiento de miedo inundó mi cuerpo y comencé a negar con la cabeza, mi cara se contorsionó hasta formar una mueca de terror pero no pude dejar de mirarle a los ojos.

- Te echo de menos- dijo.

- No quiero irme- respondí como intentando terminar una frase jamás empezada.

- Búscame cuando vuelvas, transfórmame en el hombre que fuí, devuélveme las ganas de vivir, ámame como yo te amo...

Aquellas palabras resonaron en mi cabeza como el eco que hacía un rato había estado buscando en aquel limbo.

Se acercó más a mi, lo suficiente como para que nuestras narices comenzaran a rozarse. Su mano se elevó lentamente y voló hasta mi mejilla para retirar una lagrima que aún quedaba vacia. Colocó mi pelo detrás de mi oreja y después formo un camino con su dedo hasta mi cuello enviándome escalofríos por todo el cuerpo, para dejar la mano ahí.

- Vuelve

Su rostro comenzó a acercarse al mío y yo instintivamente cerré los ojos, justo a tiempo de sentir sus espectrales labios posarse en los míos. Y era tan real, aquella suavidad, aquella calidez, y era tan real que me enamoré de él.

Abrí los ojos y mis pupilas acostumbradas a aquella oscuridad parecieron gritar de dolor.
Lo primero que ví fue el rostro de mi madre acercarse al mío y gritar algo inteligible justo antes de que apareciese una enfermera y me abriese a la fuerza los párpados antes de enchufarme en ellos con una linterna.

¡Pero será hija de puta!

Me incorporé de golpe apartando con la mano la linterna de mis ojos y comencé a restregarme el reverso de mi mano, como un eco a lo lejos oí a mi madre gritando a la enfermera y no pude evitar sonreírme. Aparte las manos de mis ojos y acostumbrándome poco a poco a la luz divise otra silueta sentada en un viejo sofá frente a la camilla donde yo estaba sentada.

Entonces mi sonrisa desapareció y se volvió serio mi rostro porque frente a mi se hallaba un despeinado pelo castaño...

¿¡Me van a dejar escribir!?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora