Capítulo XVII: El regreso.

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Habían pasado casi dos semanas desde que Marco abandonó la habitación en la que Antonio estaba. Mientras tanto, Teresa le comunicaba todo lo que pasaba dentro de su habitación y las novedades que ocurrían.

Pero por desgracia y para la mala fortuna de Marco, no sabía que los problemas apenas iniciarían. Ese día y tras varios meses de estar alojado en París, su hermana Samantha lo llamó y las noticias no lo favorecían para nada.

- Como te dije, hermano. Mi esposo fue despedido por la crisis económica que está viviendo Europa y no es posible que te puedas seguir quedando. Tienes que regresar al país. 

- Oh, no... ¿Y qué haré mientras? Tú eres la única que me ha apoyado y ha creído en mí. Eres quién me ha dado ese apoyo que he necesitado al igual que Teresa para poder mantenerme en pie y seguir creyendo que puedo estar con mi amado Antonio.

- Puedes ir con papá y mamá a la capital y continuar con tus estudios. A lo mejor ellos pueden darte una mano ¿No crees? - Decía Samantha un tanto preocupada.

- No, no. ¿Sabes qué sería mejor? Lo mejor sería quedarme en tu casa y estar allí para terminar mis estudios en la universidad del Oriente. 

Samantha estaba pensativa por la idea ya que su esposo se había marchado y no tenía mucho para ofrecer.

- Marco, sabes que mi marido no está y aunque quiera ya no cuento con ayuda. Manuel se acaba de ir hace un par de días en busca de empleo y no me ha llamado aún para saber cómo está o algo así. Ya me siento preocupada.

- No te preocupes, Samantha. Con lo que pude ahorrar trabajando acá en Francia, veré como te colaboro. Mientras tanto, prepararé todo antes de irme y me despediré de Antonio. Gracias por llamarme y nos vemos pronto.

- Cuídate, hermano - Dijo Samantha colgando la llamada mientras Marco arreglaba todo para regresar. 

De un momento a otro, Marco recibió una llamada de Teresa la cual comunicaba la salida de Antonio. Por su parte, Antonio se preparaba para salir del hospital y su padre había terminado pronto sus reuniones relacionadas con ingresos y egresos de su empresa, para buscar a su hijo al enterarse de su salida y pronta recuperación.

- Señor Antonio, es hora de su salida. Su estado de salud es satisfactorio y el médico ya le ha dado de alta. Su padre, Cristóbal, lo está esperando afuera.

- Muchas gracias, señorita. 

Antonio se dirigió a la salida del hospital y por tanto partió de él. Cristóbal, quién lo estaba esperando a las afueras, sonreía contento pero su cara cambió mucho de tonalidad cuando inesperadamente Marco fue a verlo.

- ¿Qué demonios es lo que vienes a buscar aquí? - Decía el padre muy enojado - 

- Vine corriendo lo más que pude cuando me enteré que le dieron salida a su hijo - Dijo el chico recuperando el aliento con las manos puestas sobre sus rodillas y su cabeza baja - Debo decirte algo, Antonio.

- ¿Qué me quieres decir, Marco? - Preguntaba Antonio algo preocupado.

Marco tomaba las manos de Antonio y lloraba un poco por lo que diría. Sabía que su corazón latía demasiado fuerte por las palabras que pronunciaría y por como todo por lo que había luchado, se derrumbaba poco a poco.

- Debo volver a mi país, la crisis está afectando a mi hermana y ya no tengo dinero para quedarme acá.

Antonio derramaba lágrimas por Marco, pero su padre los separó lo más rápido que pudo, lo metió en el auto muy enojado.

- ¡Anda, entra ya, estúpido! - Dijo Cristóbal metiendo a Antonio por la fuerza al auto - 

- ¡No lo trate así, es mi novio! 

- ¡No será nada tuyo, maricón degenerado! ¡Por tu culpa, mi hijo cree que es homosexual como tú! 

Y como si tuvieran toda la prisa del mundo, Cristóbal arrancó en el auto a toda velocidad.

- ¡Antonio, Antonio! ¡No olvides que te amo, amor...! ¡Te amo! - Gritaba Marco viendo como se marchaban.

Pocos días después, Marco volvió a perder todo contacto con Antonio. Ya no vivía en el mismo lugar donde alguna vez había ido a verlo y nuevamente le tocó comenzar desde cero. A las semanas siguientes, tuvo que regresar a su patria para poder ayudar a su hermana y su cuñado trabajando en la cafetería local; esa misma donde alguna vez él estuvo comiendo cuando tenía los recursos suficientes, recordando aquel ofrecimiento que el señor Vercelli le había hecho, reuniendo los fondos para poder pagar sus estudios y viajar a Europa nuevamente.

- Trabajas duro, Marco - Dijo el señor Vercelli al ver lo que hacía.

- Mucho, señor. Debo agradecerle por haberme dado la oportunidad de trabajar acá.

- Se ve que trabajas con esmero, hermano.

- Claro que sí, hermana mía. Espero pronto volver a encontrar a Antonio y ver cómo está. Su padre, no es que me quiera mucho, sin embargo nunca pierdo la esperanza de que acepte nuestro amor. 

- Se que lo amas mucho, mi querido hermanito. Lo amas demasiado y se te nota bastante ¿Verdad, Señor Vercelli?

- La verdad, es así. El amor no tiene lógica, no tiene motivo, no distingue entre la raza, idioma, clase social, sexo o religión. Es algo que se da a primera vista o con el tiempo, jajaja. 

Marco sonreía alegremente tras escuchar lo que dijo el hombre mayor, barriendo la entrada de la cafetería cuando lo invadieron la nostalgia y los recuerdos. En la calle, cerca de donde estaba, pudo observar como caían las hojas y presenciar el ambiente que se vivía.

- ¿Sabes una cosa, Samantha? En este lugar fue donde Antonio y yo tuvimos nuestro primer encuentro.

- ¿Enserio, jajaja? Nunca me lo hubiera imaginado que fuera acá.

Marco le comentó todo a su hermana, cada detalle despertando el baúl de sus recuerdos mientras sonreía y recordaba a Antonio, maravillado y conmovido con todo lo que alguna vez vivió con ese ser que movía su corazón.

Unidos hasta el final [EN EDICIÓN Y CONTINUACIÓN 2019]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora