Capítulo XV: ¿Sueño o revelación?

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Antonio se fue corriendo ese día muy triste al enterarse de una verdad que su padre le estuvo ocultando durante mucho tiempo. Él, desde su niñez, no sabía por qué razón o motivo alguno siempre se había criado con su padre. No sabía mucho acerca de ella pero sabía como era. Dejó de correr en el café dónde siempre se veía con Marcos sacando una foto colocándola entre sus rodillas mirándola detenidamente.

- Mamá, mamita querida... tal vez tú sí hubieses aceptado mi condición sexual - Decía tomando la foto colocándola en su pecho apretándola con sus dos manos cerca de su corazón.

Antonio luego de mirar la foto y bajo el inclemente frío se fue en búsqueda de Marcos pensando de que él podría comprenderlo. Tomó su teléfono celular intentando llamarlo, sin embargo, una fuerte tormenta comenzó a caer haciendo débil la señal y como ya era de noche, muchos de los establecimientos estaban cerrados ya.

- Brrrr... S-Siento m-mucho frío... - Decía intentando mantener sus manos calientes soplando aliento sobre ellas y tiritando bajo la interperie - N-Necesito buscar un lugar... donde p-pasar la noche.

Las calles de París estaban solas y azotadas por la cruel tormenta. Antonio estaba desesperado, aturdido, no podía caminar entre tanta nieve. Se sentía solo, su padre no lo comprendía y quién podía ayudarlo no estaba a su alcance así que decidió con mucha voluntad continuar caminando entre la espesa y dura nieve.

- ¡Dios! ¡Me congelo! - Gritaba el chico ya cubierto por la espesa y dura capa blanca - Pero debo resistir... ¡Marcos, amor...! ¡Si me escuchas, ven por mí! ¡M-Mamá... Mamá, te amo... aunque nunca pude conocerte mejor...!

Después de esos gritos que clamaban a las dos personas que Antonio amaba tanto, no pudo más cayendo al suelo mientras sostenía la foto de su madre que inexplicablemente y a pesar del fuerte y despiadado temporal nunca se desprendió de sus manos.

- Mamá , eres tú - Dijo Antonio notando una hermosa mujer vestida de blanco y cubierta por una corona de rosas adornadas del mismo color -

- Si, mi príncipe. Soy yo, tu madre - Decía ella viéndolo con ternura acercándose a él como si bajase del cielo.

- Mami, mamita... te he extrañado todo este tiempo... No sabes lo dura que es la vida con papá y tras de eso que no acepta como soy...

- Hijo, no te preocupes. Sé feliz como quieres ser, nunca te dejes vencer de nada ni de nadie. Yo te amo y siempre te amaré, eres mi hijo amado y mi mayor orgullo - Dijo ella acariciando tus mejillas y besando su cabeza-

Después de acercarse a él y aconsejarlo, ella empezó a alejarse entre una luz resplandeciente.

- Mamá... mamá no me dejes... por favor ... T-Te necesito... - Dijo Antonio soltando lágrimas viendo que su madre se alejaba poco a poco.

- ¡Mamá! ¡Mamá! - Decía Antonio mientras despertaba en un hospital completamente alterado sudando y mirando hacia todos lados - ¡Mamá! ¿Mamá, dónde estas? - Lloraba mirando a una enfermera que lo acompañaba.

- Doctor, el paciente pregunta por su madre - Decía la joven mientras el médico se acercaba -

- Muchacho, sé paciente.

- ¡No! ¡Quiero ver a mi madre...!

- Tranquilícese, por favor...

- ¡No, no...! ¡Quiero ver a mi madre...!

La enfermera se acercó a Antonio y lo miró intentando tranquilizarlo mientras acariciaba sus manos.

- Por favor, cálmese. No se deje llevar por el descontrol y trate de estar tranquilo, su madre dónde quiera que esté debe estar preocupada por usted y no dudará en ayudarlo.

Poco a poco, Antonio se tranquilizó mientras volvía en sí y recobraba la calma. Miro hacia todos lados y le preguntó a la enfermera por el lugar en el que se encontraba.

- Señorita ¿Puede decirme dónde estoy?

- Está en el Hospital Universitario de París, señor.

- ¿Qué tan lejos está esto del barrio de Le Merselleise?

- Pues... estamos como a unas veinte calles más o menos.

Después de varios minutos, Antonio se quedó mirando a la enfermera totalmente tranquilizado.

- ¿Y cómo llegué acá, señorita?

- Usted llegó acá traído por una pareja de austríacos que paseaba por las calles luego de la tormenta que se avecinó. Tuvo fortuna, de estar con vida.

- Muchas gracias... Y... ¿Mi foto? Y-Yo tenía una foto...

- ¿Se refiere a la foto que sostenía en su mano? - Decía la enfermera dirigiéndose hacia la mesa que se encontraba cerca de la cama - Acá está la foto, tome.

- Esa foto es muy importante para mí, sabe - Dijo Antonio revelando una sonrisa maravillosa -

- Lo comprendo, es una mujer hermosa la que allí se ve.

- Sí, lo es. Ella es mi madre.

- Oh, bueno.... debe ser muy bonita actualmente.

- En verdad, lo es aunque... mi madre ya murió hace tiempo atrás cuando yo era niño.

- Oh, lo siento. Yo no quise...

- No, no... no se preocupe. Al menos, puedo conocerla por esta foto, sabe.

- Me alegro por usted, joven...

- Antonio, mi nombre es Antonio Iván Casteblanco.

- Oh, bueno. El mío es Teresa de las Nieves Ibáñez.

- Es un gusto conocerte, Teresa. No es muy común que las enfermeras estén hablando con los pacientes - Dijo Antonio empezando a estornudar -

- No, no es común pero me dejaron a su cuidado por encontrarlo con hipotermia crítica y por eso estoy encargada de su cuidado. Ahora, relájese y quédese tranquilo - Dijo la joven acomodando su almohada y su sábana -

Antonio, cerró sus ojos y descansó tranquilamente mientras la enfermera lo atendía y lo vigilaba pensando en qué si lo que había sido el ver a su madre fue una revelación o un simple sueño.




Unidos hasta el final [EN EDICIÓN Y CONTINUACIÓN 2019]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora