Capítulo 25: Él ya lo sabía.

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— Hola— apenas dije muerta de miedo—. ¿Por qué viniste? —pregunté haciéndome la inocente.

— Porque te voy a sacar de aquí— me respondió enfadado, haciéndome tenerle algo de miedo—. Solo esperaba que te despertaras para que nos vayamos...—aclaró mientras estaba casi segura que su enfado se debía a que lo sabía...

— ¿Por qué?, estoy bien...—le dije sentándome, y sintiéndome mucho mejor que ayer, sino contamos el hambre que tenía—. Tengo clases en unas horas...

— No te preocupes por las clases, ya hablé con Minerva— soltó sorprendiéndome aun más, mientras intentaba buscar las palabras correctas para no joderme aun más.

— ¿Disculpa?, estoy bien, mis brazos y piernas están bien, puedo tomar clases, la directora dijo que...— intenté convencerlo sin mencionar mi estado.

— No en tu estado— me dijo de golpe interrumpiéndome. Lo sabía—. Es increíble que me haya tenido que enterar por Draco y no por ti...—soltó molesto.

— No sabía cómo decírtelo...—dije cabizbaja con un poco de miedo—. ¿Estás molesto conmigo? —me arriesgue a preguntar.

— Estuve molesto cuando jugaste Quidditch aun después de que te advirtiera que no lo hiciera, estuve furioso cuando supe de tu accidente, pero cuando me enteré que estabas embarazada por medio de tu hermano y no tuyo, yo...—soltó muy furioso—. Vamos, tenemos que irnos— dijo apartándose de mí, antes de yo con miedo asentir.

Sin decir nada comencé a ponerme de pie, sintiendo un leve mareo al hacerlo, estar tanto tiempo en cama, con hambre, y en mi estado no era buena combinación.

— ¿Estás bien? —Me preguntó preocupado sin aun quitar su expresión de enojo.

— Solo fue un mareo— respondí con miedo para luego comenzar a bajarme de la cama, poniéndome de pie al hacerlo—. ¿Qué le dijiste a McGonagall? —no pude dejar de arriesgarme a preguntarle.

— La verdad— respondió antes tomar mi mano aun molesto, haciéndome casi imposible no sonreír—. Cuando renuncié a mi cargo le conté todo, así que ya se imaginaba que era el padre cuando se enteró de tu estado...—explicó sorprendiéndome un poco. Así que la vieja loca quería una confesión a pesar de que sabía todo... —. Vamos a desaparecernos, no es bueno para tu salud el estrés que te ocasionaría que saliéramos juntos del colegio...—soltó de golpe antes de yo asentir.

El mareo y tirón que sentí en mi estomago fue mayor de lo normal al desaparecernos y reaparecernos delante de nuestra casa. Haciéndome imposible no zafarme rápidamente de su agarre y devolver hasta la bilis en el suelo, en medio de mi desagradable efecto de la desaparición, sentí como me apartaban el pelo del rostro, y acariciaba con consuelo mi espalda. Al terminar me ayudó a ponerme de pie, para luego pasarme un pañuelo y limpiarme la boca con algo de vergüenza.

— Lo siento— solo dije algo sonrojada por tan penosa situación.

— Ya me imaginaba que algo así sucedería...—dijo con suma tranquilidad, antes de repente tomarme en brazos, y abrir la puerta.

— No es necesario...—solté negando antes de recostarme en su regazo.

— Aun podrías estar mareada, y un golpe en la cabeza no ayudaría a las heridas que ya te provocaste...—dijo sin poder dejar de regañarme, por lo que no pude evitar preguntarme hasta cuándo estará enojado.

Luego de cerrar la puerta me llevó hasta el comedor, y me sentó en la silla frente a un desayuno ya preparado.

— Come— solo ordenó antes de yo rodar los ojos y hacerle caso, después de todo moría de hambre, y literalmente tenía el estomago vacio.

El mejor amigo de papá |Severus Snape|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora