Capítulo 4: Él siempre lo supo...

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Por primera vez en mi vida estaba con las manos atadas sin poder absolutamente nada, si hacía solo una cosa con alguna evidencia, mi querido hermanito revelaría mi secreto, y yo acabaría en Azkaban por matarlo.

Así que sin ninguna jugada bajo la manga me largué a dormir a mi habitación, aun bajo las miradas de odio de mis compañeras de cuarto... al parecer o eran muy cobardes para reclamarme, o muy lista para no hacerlo.

El día siguiente me levanté a la hora adecuada, para luego irme a desayunar, y así irme a mis clases, como sería todo un día normal, para que Draco no tuviera una sola excusa para culparme de algo. Al terminar el día más aburrido de mi vida, fui al despacho de Snape, al cual entré como si nada, antes de él verme extrañado.

— Señorita Malfoy, ninguna broma en el día, ¿aprendió tan rápido la lección? —preguntó burlonamente pero solo le sonreí de lado sin encontrarle la gracia.

— ¿Qué tengo que hacer señor? —pregunté sin ánimos antes de él sonreír, moviéndome todo lo de adentro al verlo, tenía que sonreír más a menudo, joder que era lindo sonriendo.

— Slughorn la está esperando en su despacho, limpiará los calderos que usaron hoy sin magia, y si llego a saber que hizo algo...— me ordenó antes de yo interrumpirle.

— Lo sé señor— dije levantándome monótonamente sin ánimos de discutir mientras notaba que me miraba extrañado—. Si me disculpa, tengo que irme...— solté antes de salir del despacho...

Tuve que hacer algunos esfuerzos sobrehumanos para no hacer una incontable cantidad de bromas que podría haber hecho en la mazmorra mientras limpiaba los calderos. Al terminar me largué a mi habitación a hacer mis deberes.

Y así me la pasé septiembre completo, sin hacer bromas, ni jugarretas, dedicándome solo a cumplir mis castigos, y hacer mis deberes. Lo cual hizo que mis compañeros comenzaran a hablar, algunos decían que solo era una niña mimada que fue puesta en su puesto, y otros que ya no tenía nada más para hacer bromas. Por lo que aun en riesgo de que mi hermano me descubra, decidí hacer una broma más. Una sin ninguna evidencia.

Me había levantado en medio de la noche sin que nadie lo notara, para luego salir de la sala común con cuidado. Al hacerlo me puse un glamour para lucir como una niña pelirroja con pecas de tercer año de Hufflepuff, por si alguien me veía, para luego caminar hacía el baño de los prefectos, y ya que mi hermano era uno, sabía la contraseña.

Aquel fue el primero, para luego ir a todos los que estaban fuera de las salas comunes, hechizándolos a cada uno, sin dejar prueba alguna que fui yo. Mañana cuando cualquiera quiera ir a ellos, los inodoros saldrán saltando, los lavamanos lo tintaran de azul a quien lo use, y el agua de la tina de los prefectos inflara al primero que lo utilice.

Al terminar volví a mi cama, sin que nadie lo notara para luego volver a dormir, mañana sería un día espectacular...

Como era sábado decidí quedarme en mi habitación por unas horas más hasta que los gritos comenzaran para no levantar sospechas. Lo cual comenzó a mitad de la mañana, haciéndome levantar como si no supiera nada, para luego ir asearme y vestirme.

— ¿Supiste lo que está pasando? —me preguntó mi hermano al yo bajar las escaleras de las habitaciones de las chicas.

— No, ¿de qué hablas? —pregunté con mi mejor cara de niña buena.

— Los inodoros están atacando a quien los usa— respondió riendo—. ¿Cómo hiciste eso? —preguntó sin sorprenderme.

— ¿Por qué crees que fui yo? —pregunté haciéndome la ofendida.

El mejor amigo de papá |Severus Snape|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora