Un pinchazo de culpa le borró la sonrisa del rostro y con un solo gesto logró que todos sus empleados dejaran de reír para retomar sus actividades. Quizá se había pasado de la raya, había ido
demasiado lejos y debería pedir perdón.Se encaminó hacia el baño y lo encontró en el pasillo, de vuelta hacia su puesto. Había recompuesto su aspecto, caminaba con decisión y parecía dispuesto a ignorarlo. Aunque claro, no era que se lo fuera a permitir.
—Temo que me he excedido y quiero disculparme,Kibum.
—¿Ya no soy el señor Kim? —preguntó con acritud, la frialdad presente en su tono de voz.
Lo contempló solo un instante, esgrimiendo la frialdad de la que llevaba haciendo gala los
últimos años, toda para protegerse de él y dejarle claro que no iba a dejarle penetrar sus defensas.Minho juraría que había restos de lágrimas en sus ojos, sin embargo el resto de su aspecto era tan perfecto que imaginó que era algún efecto de luz o su extremada sensibilidad.
«Como si pudieras ser sensible», le dijo su subconsciente.
Lo cierto era que esa virtud en concreto no se había desarrollado jamás en él. Una patata tenía más, seguro.
—Señor Kim, permítame disculparme. No quería hacerle pasar un mal rato.
—Y ahora crees que soy idiota —contrarrestó tuteándolo—. Mira Minho, no sé a qué estás jugando ni por qué. ¿Todo es por ese estúpido beso? No fue ni placentero ni algo trascendental. Solo una tradición, así que olvídalo y permíteme seguir mi camino. —Sus ojos eran sinceros cuando lo miraron. No había doble juego o, al menos él, no lo percibió.
—Déjame compensarte por lo que acaba de pasar —pidió con cierto tonillo de súplica—. Me he portado como un capullo, pero puedo ser encantador si me esfuerzo. Solo dame una oportunidad,Kibum. Si la cago, juro no molestarte más.
El aludido empezó a negar, lo miró y negó con mayor ímpetu.
—Tú y yo somos demasiado diferentes, además no mezclo vida personal y trabajo. Acepto tus disculpas, ahora déjame pasar. Ya está todo claro entre los dos. Sin rencores —aportó como coletilla
final mientras luchaba por sobrepasarlo para volver a su mesa y olvidar aquel desagradable
episodio.—Vamos, no puedes dejarme así. Permíteme compensarte, quiero explicarte por qué...
—No necesito ninguna explicación —espetó dándole la espalda y pasando de largo.
Minho lo aferró por el brazo obligándolo a detenerse.
—Quizá tú no la necesites, pero quiero dártela. Vamos a ver, mírate, pareces la señorita Rottenmeier y después... te beso y todo es diferente. ¿Acaso tú no estarías intrigado en mi lugar? —inquirió, pudo notar cómo aquel temperamento que tanto se esforzaba en ocultar estaba allí, casi en la superficie, solo tenía que presionarlo un poco más—. Claro, aunque quizá no te atreves. Los
hombres como tú no se arriesgan jamás —soltó el aire—. Tienes miedo.—¿Miedo yo? ¿De qué? ¿De ti? ¡Ja!
Minho podía jurar que había fuego en su mirada. Observó disimuladamente cómo sus puños se apretaban, seguramente estaría clavándose las uñas en la palma de la mano, pero no parecía importarle.
—Entonces, demuéstralo. Esta noche. En el Kokkari. Prometo no morderte a no ser que tú lo desees o... que otra ramita de muérdago se empeñe en ponernos las cosas difíciles.
—Estás completamente loco, Choi Minho. Yo soy lo que ves, ¿cómo me llamaste? ¿Señorita Rottenmeier? No sé qué creíste ver en ese estúpido beso, pero solo soy tu empleado, un corrector con pocos amigos, a quién la mayor parte de la gente aquí ve como solitario, antisocial y poca cosa en general. ¿Por qué crees que te vitoreaban para que me besaras?
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Un beso bajo el muérdago- (MINKEY)
FanfictionKim kibum no tenía ni idea de qué hacer cuando se encontró en medio de la fiesta de Navidad de su empresa junto a su jefe, el irresistible e insensible Choi Minho, en un una situación ¡de crisis! ¡Crisis de placer! Con las voces de todos sus emplead...