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Aquel traje no le pegaba nada. Kibum lo sabía, pero por alguna estúpida razón había tenido que ponérselo, convertirse en Cenicienta por una noche y acompañar al hombre que empezaba a llevarse su voluntad y lo volvía loco.

Nunca se hubiera imaginado haciendo nada parecido, desde lo de Jonghyun había tenido mucho cuidado de no desmelenarse, pero en cuestión de días todo su esfuerzo se había perdido.

Tampoco ayudaba que Yoogeun y su madre la hubieran empujado a los brazos del hombre que lograba que todo su cuerpo temblara y sus rodillas se volvieran de mantequilla, dejándolo totalmente inestable sobre aquellos zapatos de plataforma y aferrado al brazo del hombre al que nunca debería haber dejado entrar en su vida.

Choi Minho no era bueno para su salud mental y era aún peor para su ya maltrecho corazón.

Pero, de nuevo, no había podido contenerse. Había deseado estar allí y allí estaba. Solo era cuestión de tiempo de que algo pasara y se destruyera aquel momento perfecto, entonces ya no habría marcha atrás, terminaría con él y volvería al punto de retorno.

No, estaría mucho peor que antes de Minho. Porque habría comprobado que su postura anterior era la correcta y que el amor y el mundo de las relaciones le estaban vetados.

Quería tener fe y esperanza, necesitaba la ilusión.

Tomó aire y lo miró, la gente lo observaba como si no lo conocieran. En los ojos de los hombres había un ligero interés y en los de las mujeres una pizca de odio, quizá por envidia.

Minho era un hombre muy guapo y quién más quién menos, había soñado con estar en el lugar que ahora ocupaba el.

No sabían la tensión que implicaba el estar esperando el momento en que pasaría a la siguiente.¿Cuándo llegaría ese punto en que Minho se aburriría y atraparía a otro incauto? Pronto, se lo decían los huesos, muy pronto quedaría relegado al olvido, la dejaría en paz y sola para luchar contra sus propios demonios.

Lo aceptaba, porque la vida era así y no merecía la pena forzarse a buscar otra solución.

Estaban juntos y felices por ahora, podía dejar para mañana la preocupación del futuro cercano,estar en paz.

—Estás precioso esta noche, ¿te lo he dicho ya?

Minho era un perfecto caballero. Sí, se lo había dicho varias veces y le había dedicado varias muestras de afecto. Pequeñas cosas, como la de poner su inmensa mano caliente sobre la suya, más pequeña. Guiarla amablemente con un leve toque en su baja espalda, que había enviado varios alarmantes calambres incendiando su deseo. Los susurros al oído y los roces fugitivos de labios, en distintas partes de su rostro.

La hacía sentir especial.

—No sé qué decir, Minho—confesó—. Me siento raro.

—Gracias, estoy muy contento de estar contigo aquí esta noche, sería una respuesta perfecta —dijo apartándole el pelo de los ojos—. No temas, esta noche es para pasarla bien. Tú y yo juntos,después de cumplir aquí, podemos ir a mi casa y... 

—No sé si es buena idea.

—Confía en mí, es una idea estupenda —sonrió y se dirigió hacia el hombre que lo llamaba a la derecha. Habló con él, fue educado y se sumergieron en una aburrida charla de negocios. A Kibum no le gustaban las aglomeraciones de gente, se sentía incómodo y lo que más ansiaba era retirarse a algún rincón, dejar de ser el centro de atención.

Un beso bajo el muérdago- (MINKEY)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora