Capítulo veinte

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El sol brilla. Mi mundo brilla. La sonrisa de Minho al despertar... brilla.

Todo es perfecto. Pareciera que después de anoche nada tiene el poder de derrumbarme. Mis miedos se esfuman y por fin puedo pensar con claridad. Aquí es donde voy a estar, porque al lado de mi esposo es donde quiero permanecer, feliz.

Él no deja de sonreír ni un segundo mientras ajusta sus grandes ojos a la luz del día. Uno de sus brazos descansa todo su peso sobre mi cintura mientras  su mano traza figuras abstractas sobre mi vientre plano. Suspira, y sin dejar de sonreír, me regala el sonido ronco de su voz como primer cosa maravillosa del día.

—Buenos días, abejita —besa mi frente y yo me acurruco más cerca de él, tapándome con las sábanas hasta las orejas.

Estar abrazada a Minho, así, en nuestro estado natural... se siente bien.

—Buenos días, Minho.

—¿Minho?

—¿Qué? ¿No te llamas Minho?

Hace un puchero.

—Claro que sí, pero quiero que me digas de alguna forma cariñosa, como esposito o algo así.

Río.

—Bueno, esposito —recuesto mi cabeza en su pecho—. ¿Qué haremos hoy?

—Hmph... anoche mientras dormías llamé a mi padre y lo convencí de que me diera este día libre para así poder mostrarte la ciudad.

—¿Y accedió? —finjo sorpresa. Gira los ojos—. ¿A dónde me llevarás?

—¿A dónde quieres ir?

—Eh... esposito, no tengo idea de qué lugares interesantes pueden haber aquí, sin ofender.

Se ríe a carcajadas.

—Se me olvidaba. Ah, tengo mucho que enseñarte.

—¿En serio? —pregunto inocentemente. Me mira con expresión de lobo feroz—. ¡Oye! —le golpeo el pecho, pero me duele más a mí que a él—. ¿De qué te alimentas? ¿Piedras?

—Esto —endurece sus bíceps—, se llama hacer deporte.

—No me digas. Pues esto... —señalo mis bracitos delgaditos y flácidos—, se llama holgazanear ¿sabes qué es eso?

—Un problema —dice seriamente—. Aunque si se trata de holgazanear contigo, deberías enseñarme. Y yo tendré que hacer algo al respecto con esos bracitos también.

—¿Me harás salir a correr? —pregunto horrorizada.

—Tal vez... —me escondo bajo las frazadas—. O tal vez bajaré a preparar el desayuno. ¿Quieres acompañarme?

—Eso ni se pregunta. Dame cinco minutos —envuelvo mi desnudo cuerpo en la sábana y a la velocidad del demonio de Tazmania me ducho y me visto.

Cuando salgo, él ya no está en el cuarto.

—¿Minho? Digo... ¿esposito? —asomo la cabeza en la sala—. ¿Dónde estás?

—¡Cocina! —grita.

Camino hasta él y... madre de todas las vacas voladoras.

Eso que ha preparado no es un desayuno. Es un banquete. Un banquete de bocadillos que no conozco pero que se ven jodidamente apetitosos.

—¿Tú hiciste todo esto? —estoy anonadada.

—¿Quién si no?

—¡Eres fantástico! —me lanzo a sus brazos y le agradezco con un beso.

Una cuestión de negocios ღ «Minho (SHINee) Fanfic»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora