Capítulo cinco

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Emma siempre tiene algo que decir. Y me atrevería a incluir, que es la única persona que me da paz, y que hasta tiene la solución a todas las interrogantes que rondan en mi mente.
Excepto ahora.

—¿Casarte? —me pregunta por milésima vez mientras nos sentamos en una banca del centro comercial a beber un helado—. ¿De verdad vas a casarte?

Se ve tan incrédula.
Tal como me siento. Y probablemente Minho, también.
¿En qué estamos metidos?

—Sí, Emma, voy a casarme.
—Wow. Simplemente... wow. Me voy unos días de viaje, y cuando llego resulta que mi mejor amiga se ha comprometido con un tipo que pertenece al otro lado del mundo y hasta tiene planeada la fecha de su boda. Dime ¿qué tiene él para hacerte caer tan rápido?
—Nada —respondo, aunque lo dudo un momento—. Sí, definitivamente no tiene nada especial. Créeme que si fuera sólo por mí, no me casaría.

Frunce el ceño.

—¿Y entonces? ¿Te están obligando? ¿Es un castigo por dibujar a Connor desnudo?

Argh.
Qué feo recuerdo. Pero él me insistió tanto, que tuve que hacerlo. Nunca entenderé cuál es el afán de mi vecino por él mismo. Creo que se ama, y por eso necesitaba un retrato de sí mismo desnudo. De seguro lo tiene en un altar, con velas prendidas y todo. Seguramente. Qué asco.

—No me recuerdes eso, por favor —digo con cara de vómito—. No es por eso. De hecho, mis padres no lo saben, pero...

Entonces procedo a explicarle toda la historia. Que mis padres me obligaron a aceptar el compromiso chantajeándome con el tema de mi futuro artístico, que Minho llegó a mi casa con su padre, que lo odié en cuanto lo vi, y que luego dejé de odiarlo cuando descubrí el gran corazón que tiene. Que ambos tenemos un plan, que nuestra relación no es más que una cuestión de negocios. Y por supuesto, no omito que lamentablemente para mi juicio, se ve jodidamente bien en pijama. Es un detalle, pero uno importante. Y entre Emma y yo no hay secretos.

—Bien. Comprendo. Creo —hace una mueca—. Pero dime —alza las cejas—. ¿Te gusta? —y ahora las mueve como si tuviese un tic nervioso.
—¿Gustarme? —pregunto ofendida.

No me lo había preguntado. O no había querido hacerlo. O más bien, para ser más exacta, ni tiempo había tenido. Es que Minho es un sujeto exasperante que consume cada segundo de mi vida desde que llegó a mi casa con su lengua siempre dispuesta a contrariarme. En sentido figurado lo de la lengua, claro.
Pero debo ser sincera con Emma, y para ser sincera con ella, primero tengo que serlo conmigo. Y puede... puede que él me atraiga. Un poquito.
Como sea, nuestra relación es una farsa.

—Déjame pensarlo —le digo—. Bueno, hay que aceptar que tiene unos ojos maravillosos. Brillan constantemente, cuando está divertido, cuando está enojado, y cuando habla de cosas serias. Siempre brillan, es extraño. Pero son lindos, sobretodo porque son distintos; rasgados. Grandes y rasgados, color caramelo. Y tiene unos labios tan carnosos que te hacen preguntarte si no quedarías en desventaja si algún día te besara. Porque mis labios son extremadamente pequeños y rosados, y los suyos son enormes y rojos. Probablemente me succionaría. Ahora, su piel es otra cosa. No sé que hace para que siempre luzca tan suave y humectada. Tiene un tono bronceado que coloca en desventaja a los paliduchos simios a los que estoy acostumbrada ver... y dibujar. Oh sí, dibujar. Me gustaría dibujarlo. Tiene demasiado músculo para su edad. De veras, creo que desde que lo conocí he descubierto que existen un millón de músculos que se te pueden marcar bajo la camiseta. Y sus hombros son anchos y fuertes. Casi tanto como sus brazos. Sus manos son grandes, grandes, grandes, pero tiene unos dedos pulcramente esculpidos. Son lindos. Como su cabello. No puedo definir si tiene el cabello liso u ondulado. Sólo sé que generalmente le caen mechones alborotados sobre la frente. Creo que su cabello es de forma indefinida. Al igual que su color, podría decir que es castaño, aunque a veces me parece que es más negro que castaño. No sé. Si no lo odiara, quizás me gustaría un poquito.

Cuando termino de hablar, miro a Emma. Me doy cuenta de que mientras describía a Minho, estuve todo el rato haciendo gestos con mis manos, mirando hacia el infinito. Mi mejor amiga está con la boca abierta, observándome, mientras su helado se derrite en sus manos.

—Estás jodida —me dice—. ¿Un poquito? Essie. Ese chico te ha calado hondo. Yo que tú empiezo a preocuparme. Estás más enamorada que poeta en primavera. Créeme.

Suspiro. ¿Enamorada? ¿Yo? ¿De Minho?
¿De ese inútil, peligrosamente sexy en pijama, corazón de abuelita, ama niños, y trastorna Essies? ¿De ese tonto gigante que va a casarse conmigo por razones no-convencionales? ¿De verdad?
Bueno... quizás... podría comenzar a considerarlo.
Y quizás, sólo quizás, Emma tenga razón. Estoy jodida. Como nunca.

:_:_:_:

Después de dejar a Emma en su casa, con su montón de telas nuevas, sentí la necesidad de regresar a la mía. O a mi patio trasero, en realidad.

Tengo que lidiar contra la idea de que me guste Minho. ¡Él es el enemigo! Es mi aliado y al mismo tiempo mi enemigo. Uno que Emma quiere conocer, y que por alguna razón, no quiero que conozca.
Sé cómo ven a Emma los chicos. Mi amiga es hermosa, y estoy orgullosa de eso. Sé también que ella no se interesa por cualquier sujeto del sexo opuesto, porque es de gustos muy refinados.

Y Minho es refinado.

Y no sé qué clase de chicas le gustan a él. Y no debería estar preocupándome por tonterías como éstas.

Y debería comportarme como una mujer de veinte años y... él no debería estar en mi hamaca.

También debo dejar el "y" por un rato.

¿Pero qué hace él en mi hamaca? ¿En mí pequeño paraíso?
Me acerco sigilosamente a él, y lo observo. Tiene los ojos cerrados, mientras descansa sus brazos bajo su nuca. Pareciera que está soñando.
Algo muy lindo, por cierto, porque no deja de sonreír.

Odio que se vea así de angelical. Odio que sea un niño rico como yo, pero tan malditamente correcto.

Odio que discuta conmigo a cada minuto. Y odio haberlo conocido así, por obligación.

Habría sido lindo conocerlo de una manera distinta.
Y allí voy de nuevo. ¡Deja de pensar así, Estibaliz Nichols!

—¿Te gusta observarme, verdad? —pregunta sin abrir los ojos.

¿Cómo supo que estoy aquí?
No respondo.

—Oh. Lamento frustrar tu intento de pasar desapercibida, pero podría oler tu aroma a rosas a mil kilómetros a la redonda.
—¿Mi aroma a rosas? —pregunto, extraña y agradablemente sorprendida.
—Sí. Usas demasiado perfume —abre los ojos y voltea a verme—. Tanto que me pica la nariz cuando estás cerca.

Idiota.
Siguiendo mis impulsos, empujo la hamaca dándola vuelta y logrando que Minho caiga al piso. Ocupo su lugar, recostándome confortablemente donde él estaba hace cinco segundos.

—Si odias tanto mi perfume, deberías odiar estar en mi hamaca también, porque está impregnada de él. Sin embargo, aquí estás —me burlo.

Se pone de pie, y se sacude los pantalones.
Silencio.

—Bueno... para serte sincero, comenzaba a extrañar ese asfixiante aroma a rosas.


Una cuestión de negocios ღ «Minho (SHINee) Fanfic»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora