Capítulo 12

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Llevo aquí exactamente tres días y sigo haciéndome la misma pregunta.

¿Cuándo es que me dejara libre?

No lo sé, tampoco lo sabría, por si alguien me encuentra alguna vez y tal vez quiera saber sobre las últimas cosas que hice en mis últimos días de vida, por si muero, por si él me quita la vida, que se yo ya no sé qué esperar, no de él. ¿Qué harías tú, si estuvieras aquí? En mi lugar, secuestrada"


Dejó el lápiz y el papel bajo las sábanas para luego regresar a la pequeña sala. Tan solo quería expresarse un poco, no le veía sentido a las cosas. Max llevaba más de dos horas en la calle, otra vez retiraría dinero ese día , a ese paso ya habría terminado de retirar todo su dinero,

¿Qué más daba?

Lo único que le importaba en ese entonces era irse, dejarlo y no volverlo a ver nunca más si era posible, mudarse y olvidarse de todo lo que estaba viviendo pero entonces una leve oleada de sentimiento se abrió en su estómago.

¿De verdad quería olvidarse de todo esto? Si quería. ¿Y por qué lo dudaba? ¿Qué motivo tenía para empezar a dudarlo? "No Julie" , se dijo a sí misma cerrando los ojos. Se conocía perfectamente y conocía cada síntoma que sentía cuando empezaba a. . .


Max abrió la puerta del apartamento y la cerró de inmediato, se detuvo por un momento antes de voltearse. No quería hablar, no tenía ganas y Julie supo por qué cuando lo vio voltearse con la mandíbula hinchada y ligeramente morada, todo golpeado, su corazón se contrajo de inmediato al verlo así, sus ojos lo observaban asustados, le dolía verlo así y no sabía por qué.

- Oye Max. . .

- Déjame, estoy bien.

- Dios mío ¿Qué te han hecho? –fue de inmediato hacia él, antes agarró lo más cercano a sus manos que era una servilleta tendida sobre la mesa e intentó pasarla sobre el mentón de él. Max cerró los ojos negando con la cabeza.

- Que estoy bien - susurró.

- No te hace falta hacerte el fuerte conmigo. – le dijo ella con una bonita sonrisa en los labios que le tranquilizó en lo más profundo. Max también sonrió, sin saber por qué, solo lo hizo.

Julie fue hasta la cocina, roció la servilleta y volvió hacia él. – está muy hinchado.

- He estado peor.

- ¿Qué te han hecho?

- ¿De verdad te importa?

- No quieras pelear conmigo ¿sí? Trato de estar bien

- Lo digo en serio, ¿te importa? – sintió sus manos rozar el mentón, un roce que había sentido en lo más profundo, se mojó los labios muy cerca a los de ella, de nuevo maldito sentimiento que bien se sentía poder olerlos a poca distancia.

- Si- le contestó ella de lo más profundo, más allá del rencor que se tenían. Le importaba y mucho.

- Pues lo sabes, me han golpeado.

- ¿Quiénes?

- Un hijo de puta. . . - Julie lo miró de mala manera. La servilleta se puso fría así que terminó de pasarla por su mentón, al menos eso le ayudaría en algo. La dejó a un lado concentrándose ahora en la mandíbula de Max.

- Pues ese hijo de puta te ha dejado mal.

- Ellos han quedado peor.

- ¿Quién fue? – le dijo verdaderamente preocupada. Colocó sus brazos sobre su fina cintura, viéndose realmente graciosa, la enorme camisa que él le había comprado le quedaba hasta un poco más arriba de las rodillas, por lo que no usaba pantalones.

- Un imbécil ¿sí? Uno de los que se ha llevado a una de tus mejores amigas. . .

A Julie le entró un escalofrío recordar esa escena, le erizaba la piel por completo.

- No creo que quieras escuchar esto. – Max caminó hasta la habitación. Separándose de ella.

- Dímelo.

- Eres tan terca niña - refunfuñó él.

- No me afectaría.

- ¿Quieres escuchar la verdad? – le preguntó serio. Julie le sacaba de quicio, ella asintió.

–Han matado a tres de tus amigas. – le dijo sin escrúpulos, se abrió un silencio entre los dos, los ojos de ella se humedecieron por completo, solo le faltaba cerrarlos para completar su llanto. Su cuerpo se le debilitó sosteniéndose tan solo por la mirada de Max, la mataría, sólo faltaba ella.

- ¿Y sabes? – le preguntó. – solo faltas tú y otra más - las lágrimas de Julie se hicieron interminables otra vez asustada, sus manos empezaron a sudar y sus ojos se hicieron pequeños.

– La diferencia es que yo no pienso hacerte nada.

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