Seis.

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¿Toco o no?

He ahí mi dilema. Estoy frente a la puerta de la casa de Isabel Ortega. La, que creo yo es, madre de aquel chico raro que salió huyendo de mí.

Vaya, diciéndolo así suena a que el chico me teme.

Muerdo la punta de mi lengua todavía dubitativa a la idea de tocar, como puedo me armo de valor y toco.

Una señora, que aparentaba más o menos la edad de mi padre, abre cuidadosamente. Me mira atentamente y luego baja la mirada al balde en mis manos.

— ¿Usted es Isabel Ortega? —pregunto y la señora asiente. —Esto es suyo —le extiendo el balde.

—Oh, claro. Pasa.

Hago lo que dice un poco temerosa. Así como cuando eres pequeño, estas en un lugar extraño y lo único que quieres es aferrarte a tu madre.

— ¿Cómo lo encontraste? —puedo sentir su curiosidad.

—Uhm, un chico lo estaba usando, intente entablar una conversación con él, pero salió corriendo olvidando el balde. Supe que era de usted por que trae su nombre en el borde superior.

—Sí, yo y mis manía de ponerle nombre a las cosas —suelta una pequeña risa. —Sobre el chico... es mi hijo, Adrián —suspira.

Moras #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora