14½

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El mundo de Andina se fue a abajo. Se dio cuenta que Ashton la estaba utilizando. Ella era una de esas 'amigas' a la que Ashton decía. Era una más de su juego. Tarde o temprano ella presentía que pasaría, pero no de ésta manera. Se sentía sucia. No debió de aceptar su cita. Admite que le gustó mucho lo que sucedió esa noche y las otras, pero todo eso se fue y ahora solo quiere hacerle sentir dolor a él, como le hizo sentir a ella, y no precisamente allá abajo, sino en el corazón. Porque sí, Andina Sullivan comenzaba a enamorarse de Ashton Irwin. Y se odia por ello. Y por eso ahora, decidió volver. Volver a su casa y a su rutina diaria para poder olvidar, y tratar de mantenerse positiva con lo que acaba de pasar. Trataba de pensar que ésto era una experiencia, pero ella no quería que fuera así.

Andina miraba sus ojos. Esos color hazel que te hacían sentir mariposas en el estómago. Por más estúpido que suene, ella se sentía así, incluso sabiendo que ella era su juguete.

Con el nudo en la garganta y el dolor en el pecho de tanto aguantar, habló.

- Tengo que irme -

Con una mano en su boca, se dio vuelta y comenzó su camino hasta el dichoso hotel. Que estaba más o menos a dos horas de ahí.

A ella no le importaba eso ahora, solo quería alejarse, y no de el lugar, sino de Ashton.

Él solo la miraba alejarse y la tristeza lo invadía.

- Andina...porfavor...no te vayas -













(...)














Buscaba su camiseta por todos lados y no la encontraba. Una Andina furiosa, sudada y casi desnuda, se encontraba en su habitación con maletas llenas, papeles regados, y un radio encendido.

Con frustración, buscó debajo del sofá y nada. Se puso una camisa cualquiera, color azul que más bien parecía de hombre, pero no le importaba. Nada le importaba, solo quería alejarse y salir de ese lugar lo antes posible.

Llamó a su amiga Carlotta para que le ordenará un taxi y la vieniera a buscar. El padre de Carlotta era el dueño de la compañía de los servicios automóviles, por eso se le hacía fácil ir a lugares lejos, cómo ese.

Su mente era un lío, y ésta vez más que antes. Fue tan rápido. Aún no sabe como paso todo así.
Con desgano, cogió todos los papeles y los arrojó al basurero. La mayoría eran de entrevistas viejas, y garabatos de práctica. Fue a la mini cocina y lavó los platos.

Se rindió por aquella camisa, cuando se acordó que la había dejado en su habitación. La de Ashton.

Ella no quería verlo en lo absoluto, sabía que si lo veía, él se disculparía y ella como pendeja que es, caería de nuevo en sus palabras. Ella no quiere, no quiere más dolor. Su primera vez con un chico, y se arrepentía. Lo malo de todo ésto es...que ahora era una chica quién le gusta lo kinky, y será difícil hayar un chico así. Aunque por ahora no estaba interesada por nadie. No quiere saber de chicos. Prefiere estar sola que mal acompañda.

Ashton era parte de ella y eso no puede cambiar. La pueden llamar loca y decirle que debe seguir su vida, pero ella sigue atascada con él en sus pensamientos. Aunque siga su vida rutinaria normal, en su cabeza estará él. Diciéndole esas cosas que tanto a ella le gustan.

En el otro lado, Ashton estaba derrotado. Eran las 8 de la noche y Andina no respondía sus llamadas desde hace tres días. Comenzaba a desesperarse y las ganas de derrumbar la puerta de su habitación eran tan grandes, y todo por poder verla.

La había cagado, pero también quería ser honesto, pero algo sigue escondiéndo él que ella no lo dejó decir. Y eso era que Ashton la quería. La quería de verdad. Para él y solo para él. Porque ella era su gatita y él su amo.

No podía perderla, tenía miedo que si el tiempo seguía pasando, de momento pasarán esos dos meses y BAM, ella saliera del hotel para siempre. Tenía que hacer algo lo antes posible.

Entonces como un rayo, salió de su habitación, y corrió abajo las escaleras hasta llegar a la habitación de Andina.

Tocó la puerta desesperado de que ella no estuviera ahí, pero el alivio lo abundó al verla cuando abrió la puerta. Ahí estaba ella. Como siempre. Tan pequeña y despabilada. Con su camisa grande y su cuerpo pequeño, con su seño fruncido en señal de que estaba fastidiada por algo. Él ya sabía lo que ella era. Y la quería para él.

- Ashton... -

No sabía que decir. Pues ya tenía una idea de que era él quién tocaba la puerta. Pero tenía esperanzas de que fuera la recepcionista diciéndole que su taxi había llegado.

- Porfavor Andina, dejame decirte todo -

- Estoy ocupada Ashton, de verdad lo estoy - y lentamente comenzó a cerrar la puerta pero Ash la detuvo con su mano.

- Porfavor...te lo pido -

Andina exhaló y lo dejó pasar.


Ambos sentados en diferentes sillones. Callados y mirando al suelo. Ashton tomó valor y la miró fijamente para decirle todo.

- Yo...cometí un error, y no debí... de hacerte sentir mal pero....Andina yo...tengo que confesarte algo y eso es que aunque me odies y pienses que jugué contigo, no lo estuve y yo...yo te quiero, y éstos días he estado desesperado porque no puedo dejar de pensar en que te vas y no volverás nunca, encontrarás a alguien mejor que yo y probablemente te olvidarás de mi y no, no quiero que pase eso, quiero que estés conmigo, porque si te vas, ya no tendré a quién amar, no será lo mismo, porque no me sentiré real, tu me haces sentir que soy real, me siento querido cuando estoy contigo, y hay cosas que he hecho contigo Andina...que nunca e hecho con nadie más, solo tú, entiendes? Eres tú, te quiero a ti, no quiero que te vayas -

Ashton comenzó a llorar en medio de su discurso, así decía Andina. Pero ella no tenía expresión alguna. Era como si estuviera vacía. Ella lo quería también, pero tenía miedo. Miedo a salir lastimada otravez.

Llamaron a la puerta y ella fue a atender. La recepcionista sonrió y le entregó un papel.

- Señorita Sullivan, su taxi la espera -





Y Ashton dejó de llorar, para verla a ella cerrar la puerta y deslizarse por hasta quedar sentada en el piso.


Se paró del sillón y se sentó frente a ella, quién cubría su rostro y al tratar de alzar su cabeza, se dio cuenta que ella estaba llorando. Llorando en silencio y él también.

smoothie afiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora