Capítulo I: Mi ultimo día contigo.

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Mis pasos retumban en el corredor, las casas vacías exageran los sonidos y más todavía las que extrañan a sus dueños, las que están tristes, las que están de luto...

"Donde habitan los Ángeles"

Claudia Celis

–Buenos días, mi querida pianista, es hora de levantarse – Dijo Edgar en cuanto entro a la recamara de Anel.

–Edgar, son las siete de la mañana, y aún estamos de vacaciones, otra hora más, está bien – Contesto con los ojos aún cerrados.

– Vamos Anel ya levántate ¿Acaso no recuerdas a donde iríamos el día de hoy? – Pregunto Edgar mientras se sentaba a su lado para sacudirla y despertarla.

– El museo de Bellas Artes, lo siento, ya lo había olvidado –Reacciono un poco soñolienta en cuando abrió los ojos.

Llevaban dos semanas planeando esa pequeña salida, ¿Cómo es que pudo haberlo olvidado?
A Edgar le encantaba salir los fines de semana, empezarían desde viernes: primero el Museo de Bellas Artes, el sábado irían al cine por la tarde después del trabajo y el domingo visitarían a David para viajar a Valle de Bravo.

Con esfuerzo logro levantarse Anel de la cama, aun con sueño.

–Te espero en la sala ok, pero date prisa, que en un rato nos iremos – Dijo Edgar y salió de la recámara.

Se colocó un vestido color azul con un bordado en forma de rosas, unas botas color negro y un suéter color blanco, su cabello lo sostuvo en una coleta, bajo las escaleras y ahí estaba Edgar en la sala esperándola con una gran sonrisa y una mirada encantadora, tomo su bolso y las llaves, salieron de la casa a las ocho de la mañana, los dos juntos sin pensar lo que es día pasaría.

Llegaron al Museo a las diez de la mañana, todo un gran espectáculo, su hermano amaba el Arte y estar ahí lo encontraba fascinante pues cada pintura, escultura o grabado era admirable para sus ojos.

Salieron del Museo a la una de la tarde, muertos de hambre y se dirigieron a un local de comida corrida que se encontraba a unas cuadras de ahí, se sentaron alrededor de una mesa, Edgar ordenó una sopa de verduras con un guisado, Anel ordeno arroz con un rico filete de res, de beber ambos ordenaron un dulce jugo de naranja, después de un rato en donde estuvieron en silencio, llego lo que habían ordenado y Edgar comenzó a hablar, seguía emocionado por lo que había encontrado en el Museo, (Ahora sé que Anel nunca olvidara la sonrisa que aquel día tenía en su rostro Edgar ).

– ¿Puedes imaginarte lo que cada pintor expresa con sus obras de Arte? Y es que al verlas te genera tantos sentimientos, puedes saber lo que el pintor siente en esos momentos con solo verlas, es algo increíble y viste aquella escultura ¡wow que belleza! ... - Dijo Edgar mientras saboreaba aquella sopa de verduras en aquel local de comida corrida, Anel sólo lo escuchaba sin dejar de probar el filete de res que había ordenado.

– ¿Cuál será el próximo lugar que visitaremos, hermano? - Pregunto en un pequeño instante que Edgar se quedó callado.

– No lo sé, es que son tantos lugares que quiero visitar, el santuario de la Mariposa Monarca, Valle de Bravo, Xochimilco, El museo de la Moneda, bueno es que ya te lo dije son demasiados lugares que nunca acabaría de contarte, pero con la escuela, el trabajo, nuestros estudios y los talleres de música es muy difícil tener tiempo para disfrutar de las maravillas de la vida, aunque me basta con sólo disfrutar de días soleados como esté a tu lado mí querida pianista –Contestó.

Terminaron de comer, Edgar pagó la cuenta y salieron del local de comida corrida, caminaron por un buen rato, hasta que llegaron a un parque, se sentaron en una banqueta a descansar un momento.

– Me invitas un helado mi bella y hermosa Anel – Dijo su hermano con un tono de niño pequeño.

–Te diría que no, pero ya que tú pagaste la comida creo que me toca el postre, está bien – Contesto Anel, se levantó de la banqueta y estiro su mano – vamos te compró tu helado.

Llegaron a la heladería, su hermano pidió un helado de Fresas con crema y zarzamora, y ella de nuez con vainilla, pago con un billete de cincuenta y espero su cambio, salieron de la heladería, eran las tres y media de la tarde y el sol aún brillaba con esa intensidad de siempre, continuaron caminando, la gente iba y venía a todas partes, algunas corrían tal vez tenían prisa y otras solo se dedicaban a disfrutar el momento tal y como lo hacían Edgar y Anel.

– ¿Has hablado últimamente con Isaac? ¿Están enojados o algo así?, es que no lo he visto en mucho tiempo ¿Qué pasa con ustedes dos? – Pregunto Edgar a Anel, mientras caminaban y disfrutaban del helado.

–No, es solo que ha estado ocupado últimamente, está trabajando con un amigo suyo, pero no sé de qué trata, a veces me manda mensaje o me llama, pero es solo de rápido, después me dice que tiene cosas que hacer y ya no platicamos mucho tiempo – Contesto Anel, un poco decepcionada. – Pero todo está bien, antes de salir de vacaciones, hablamos y me dijo que lo comprendiera porque las últimas semanas no estaría conmigo.

– ¿Y lo extrañas? – Pregunto Edgar

–Realmente no, sé que él está bien y pronto lo veré, toma en cuenta que solo somos novios, no esposos para que tengamos que vernos diario– Contesto, dejando de comer su helado, mirando a Edgar de forma desafiante.

– ¡Tranquila hermana!, yo solo preguntaba, como últimamente no lo has mencionado, creí que estaban enojados.

–Olvídalo quieres, mejor cuéntame tu ¿Cómo vas con Sofía? –Pregunto, mientras se sentaba en una banqueta que se encontraba en un parque al que habían llegado.

–Pues quede de ir a visitarla el día de hoy por la noche, el domingo cumpliremos cuatro años de novios y quiero que nos acompañe a Valle de Bravo, en lo que cabe sabes que siempre hemos tenido una buena relación –Dijo Edgar mientras se sentaba junto a su hermana.

Ambos continuaron platicando de lo que harían el domingo en Valle de Bravo con David, mientras tanto disfrutaban de su helado, al poco rato se acercaron a una fuente que se encontraba en el parque, parecían niños pequeños, se aventaban agua el uno al otro quedando empapados, se recostaron en el pasto y miraron la forma de las nubes, no paraban de reír.

–Es hora de irnos Anel, recuerda que tengo que ir a casa de Sofía y tengo que llegar a las siete – Dijo, después de mirar su celular.

Anel asintió y se dirigieron a la parada de autobús. Aún estaban empapados y continuaban riéndose, la gente los miraba como un par de locos, como ese tipo de adolescentes inmaduros, pero poco les importaba a ellos, solo seguían caminando, poco después subieron al autobús, Anel se sentó junto a la ventana y Edgar a su lado, platicaron durante todo su viaje de regreso, llegaron a casa y el reloj marcaba las seis y media, el tiempo no se detenía y lo que se avecinaba en unas cuantas horas nadie se lo esperaba...

Año BisiestoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora