Capítulo III: El adiós.

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Una de las cosas que puedes odiar en la vida es que te puede arrebatar lo que más quieres en el momento inoportuno, pero debes de saber aceptarlo, porque aquí es todo pasajero, viene y se va.

El viento afuera de la casa corría incesantemente, las copas de los arboles danzaban una por una, el cielo seguía con ese color azul tan característico de él, era una tarde bastante cálida y tranquila para la gente que iba y venía, aquella que pasaba frente a la casa de Anel, ella se encontraba en su recamara recostada, con los ojos cerrados, perdida en un mundo de sueños aunque sin poder creer lo que estaba sucediendo, todo había pasado tan rápido que sentía que era una estúpida pesadilla y en cualquier momento llegaría Edgar a despertarla, pero ella tenía que saber que ya no sería así, tenía que aceptar que no todo en la vida se basaba en sueños, sino también en realidades, su dolor crecía cada vez más al recordarlo y a tener que aceptar que ya no nunca volvería. Hace algunas horas cuando Anel volvió a su realidad de tanto llorar, se quedó tendida en el suelo y sus ojos se cerraron dejándola dormida durante una hora, Amelia entro abriendo la cerradura con la copia de la llave que se encontraba guardada en un cajón en la recamara que era de Elena, David la coloco en la cama, se quedaron un rato mirándola y llorando con ella, se veía tan mal, aun dormida seguía llorando por Edgar.

Todos en la casa que era de Amelia, donde el cuerpo de Edgar reposaba, vestían de blanco y cada hora llegaba gente de toda la colonia para despedirse de aquel joven que en vida siempre se mostró alegre y sencillo, saludaba a todos con mucho respeto y brindaba ayuda a quien más la necesitaba, cuidaba de su hermana en todo momento y desde que murió su madre se dedicó completamente a luchar para sobrevivir. Edgar al nacer le habían detectado un problema respiratorio que al parecer era el asma que también atacaba a su corazón, pero en toda su vida no había tenido ningún ataque de esos, siempre se había mostrado como una persona saludable, nunca se quejaba de no poder respirar o un dolor en el corazón, por eso era tan extraño que haya muerto de esa manera, porque había sucedido de la nada y Anel sabía que para que su corazón fallara o un ataque de asma le sucediera debía de recibir una impresión muy fuerte pero el problema es que no sabía lo que realmente había pasado aquella noche en casa de Sofía.

Después de un rato, Anel despertó y observo que a lado de la cama había alguien sentado en una silla mirándola.

–Hola– Dijo el, pero ella no contesto solo se quedó observando el techo de su recamara, hundida en sus pensamientos.

–Hace algunos años –Continuo el – Cuando su madre falleció, me dijo que tenía miedo de perderte a ti también al igual que si algo le pasaba a él tenía miedo de que tu sufrieras y te sintieras sola, así que me hizo jurarle que te protegería pasara lo que pasara, era sorprendente que siendo solo un niño de once años tuviera preocupaciones, dejo atrás los juegos y las aventuras por ti, para cuidarte y que nunca te faltara nada, más que su hermana eras su razón de vivir.

–Y él lo era para mí, por Edgar salí delante después de la muerte de mi madre – Dijo Anel con lágrimas, girando la cabeza hacia él, mirándolo a los ojos que también habían llorado por mucho tiempo – No sé qué voy a ser sin mi hermano, Victor dime que es una pesadilla, por favor.

–Seguir, Anel y no darte por vencida –Contesto Victor, al mismo instante que se acercaba a ella y la abrazaba con lágrimas en los ojos – Eso es lo que le gustaría a Edgar, que no te rindieras jamás sabiendo que la vida te está golpeando demasiadas veces.

–No creo poder lograrlo esta vez –Dijo ella mientras se aferraba a los brazos de Victor sin dejar de llorar – Pero tampoco puedo dejarme caer, no puedo continuar con mi camino sin él, no esta vez.

–Anel mírame – Victor la tomo del rostro y Anel se quedó callada mirando aquellos ojos color café – Sé que duele lo que está pasando pero debes de luchar, no caminaras sola, yo estaré contigo, ahora llora todo lo que tú quieras, grita si es necesario. – La aferro a su pecho y la tomo de la nuca, mientras tanto ella no dejaba de llorar, la herida dolía demasiado, lo abrazo con ganas de no soltarlo, lloro todo lo que pudo hasta que se quedó dormida en los brazos de Victor, este al darse cuenta que Anel dormía profundamente coloco su cabeza sobre la almohada, las sabanas encima de ella y salió de la recamara.

Año BisiestoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora