Capítulo V: Una casa vacía.

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Soledad era lo único que Anel necesitaba a pesar de que hace años era eso a lo que más le temía, pues había perdido a su madre y solo tenía a su hermano, pero ahora ya nada le quedaba solo los estúpidos recuerdos que la atormentaban todas las noches, esos recuerdos que vivió a lado de su madre y su hermano en esa casa que ahora estaba fría y vacía, donde se escuchaba el eco de su voz, esa casa donde podía sentir su presencia aunque sus ojos no lo pudieran ver, esa casa que su madre con esfuerzo, trabajo y dedicación logro construir para que juntos ahí los tres crecieran llenos de dicha y alegría, una casa en donde crecerían no solo los hijos de Elena sino también sus nietos y sus sobrinos los hijos que pronto Amelia tendría, esa casa que había sido construida para más de tres personas pero en donde ahora solo vivía una: la joven Anel, y es por eso que se sentía tan vacía.

Aquella mañana se despertó pasada de las nueve, con los ojos hinchados de tanto llorar y esa mirada perdida aun no desaparecía de su rostro, camino hacia la recamara de su hermano y abrió la puerta despacio, su caminar seguía siendo tan lento y como pudo llego a la cama, se sentó en una orilla y solo se mantuvo quieta observando hacia la ventana y comenzó a llorar.

–Te extraño hermano –Susurro –Solo han pasado pocos días desde que te fuiste y no dejo de preguntarme ¿qué fue lo que paso?, ¿por qué tenías que ser tú? No lo entiendo, tu salud era estable y para que tu corazón fallara algo malo debió haber pasado, te extraño Edgar, te necesito.

Se levantó de la cama y se dirigió al lugar donde se encontraba la guitarra que David le había regalado a Edgar años atrás.

–Quizás es por eso que la casa se siente tan vacía y silenciosa –Dijo mientras tomaba la guitarra entre sus manos y la aferraba a su pecho –Hace falta que escribas otra canción para nuestra madre, esa que cantábamos juntos cada año cerca de su tumba cuando era su cumpleaños, además cada noche te gustaba tocar la guitarra y han sido algunas noches largas sin escuchar ese sonido, tengo miedo de olvidar tu voz y tu mirada –En ese momento escucho la voz de Amelia que preguntaba en donde se encontraba Anel, así que dejo la guitarra en el lugar donde se encontraba al principio y salió de la recamara, limpiándose las lágrimas que había derramado mientras abrazaba la guitarra que era de su hermano.

–Tía ¿qué haces aquí?–Pregunto en cuanto la visualizo por el pasillo.

–Hola mi niña, estoy aquí porque quiero asegurarme que pruebes bocado ya que últimamente no lo has hecho –Contesto Amelia.

–Gracias tía, pero...

–Pero nada Anel –La interrumpió Amelia – Necesitas alimentarte, no quiero que te pongas enferma otra vez, así que vamos a la cocina –Se acercó a ella y la tomo de los hombros – Te preparare algo, está bien.

Anel asintió y se dirigieron a la cocina, Amelia le preparo una rica sopa de verduras que Anel apenas probo, pasado del medio día Amelia se despidió de Anel y se dirigió a su casa, Anel subió a su recamara y se dio una ducha, mientras el agua caía sobre su cabellera color castaño se permitió derramar lágrimas que se mezclaban con el agua de la regadera y las últimas palabras que su hermano le había dirigido daban vueltas en su cabeza, Es hora de irme, no olvides que TE AMO mi querida pianista.

Salió de la regadera cubierta con una bata de baño luego se colocó un vestido color blanco con unas botas color negro, su cabello lo amarro con una trenza y salió de la habitación, bajo las escaleras y se sentó en un sillón y observo el reloj era más de las dos de la tarde, miro hacia el techo y se hundió en sus pensamientos, escucho el respirar de la casa al igual que el sonido del viento que venía de afuera, todo en ella era silencio, pero eso se rompió en el momento en que el timbre de la casa sonó, Anel se levantó del sillón rápidamente y se dirigió a la puerta y al abrirla vio a la persona que se encontraba detrás de ella era Javier un gran amigo de la familia, un amigo que habían conocido desde los cuatro años de edad y que al poco tiempo se había convertido en su hermano, en su compañero de juegos y travesuras, y en ese instante en que lo miro a los ojos los recuerdos vinieron a la mente y Anel empezó a llorar, así que se acercó a Javier y lo abrazo susurrándole al oído que extrañaba a Edgar y que no podía creer que estuviera muerto, Javier respondió al abrazo y lloro con ella, luego entraron a la casa y se sentaron en la sala, estuvieron platicando un buen rato en donde Javier le explico los motivos por los cuales se había ausentado un par de semanas, resulta que sus padres se lo habían llevado a Hidalgo a visitar a sus tíos, él se había enterado de lo que había pasado con Edgar porque Victor le había avisado por teléfono, pero no pudo asistir al entierro porque en ese entonces se encontraba en el hospital por un pequeño accidente que había tenido en su visita por Hidalgo, pero al igual que ella no lo podía creer, la noticia lo tenía muy mal y lo peor para él era que no tuvo tiempo de despedirse.

Año BisiestoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora