Martes, 21 de Abril. El día siguiente seria miércoles, el día en el que acordé con Francisca para verme con Bayron. Puede que no me interesara conocer a alguien en ese momento, pero, ¿qué más da? Solo nos íbamos a conocer, ni que nos fuéramos a casar. ¡Ay, pero logró la importancia de un matrimonio!
Ese día, un miembro de mi familia, (en especifico, mi abuela) estaba enfermo y no me podía negar a tomar su cuidado considerando lo que dicha persona había hecho por mí, sin mencionar que por las impredecibles protestas de los profesores, me enteré que no tendría clase a última hora. Me quedé en casa, infortunadamente.
No dudé en buscar aquel incógnito por redes sociales, tal vez era el "indicado". Pensaba eso, pues el día en el que tuve conocimiento de su existencia fue una plena muestra de armonía con el mundo.
¿Con qué tipo de gente cree Francisca que yo me meto? Ese fulano del que me habla no tiene la más mínima idea de que es estilo. ¿Otaku, gamer, rockero? ¿No podías presentarme algún otro cliché barato de ñoño? Sí, ya sé, lo que pensé fue un absurdo pero claro ejemplo de etiqueta, pero no la «etiqueta» referente al glamour, sino de las etiquetas sociales con las que clasificamos a la gente.
"Si es rubia es tonta, si es gay es afeminado, si es negro la tiene grande" No, si es rubia, si es gay o si es negro... es humano y como tal puede ser todo un universo de cosas que no se parezcan entre sí. ¿Acaso la belleza de mangata se puede comparar con la de komorebi?
Poco a poco empezó a empeorar la imagen que tenía yo sobre él, que de por si ya era mala. Y empeoró aún más cuando leí sus patéticos estados con sentimientos suicidas que pedían a gritos un poco de atención a causa de lo cruel que había sido su familia y lo traicionera que había sido su ex pareja con él.
Sería un problema, sabía que sería un problema meterme con ese corazón roto. De todas maneras no tenía mucho que perder, porque según yo, alguien así no tendría la más mínima noción de como hacerme daño ni a mí ni a nadie, así que pensé que sería uno más en mi larga lista de personas a quien les he roto el corazón. ¡Vaya que me golpeé contra el piso! Las etiquetas que le había puesto no querían decir que fueran veraces.
Como el amor en los tiempos del Facebook, aquel número uno en letra blanca enmarcado en un cuadro rojo fue mi perdición. Peor aún fue, cuando sin dudarlo, le acepté. Minutos después en la pantalla de la laptop, más exactamente en la parte inferior derecha apareció su nombre, su foto y un «hola».
—¡Mierda, mierda, mierda! ¿Qué hago? ¿Lo ignoro? ¡Ay, para qué lo acepté entonces!—aún me lo cuestiono, aquel sujeto no me parecía ni en lo más mínimo alguien interesante. De todas maneras seguía pensando en aquella lista de corazones rotos, «una historia más no me caería mal» pensaba yo erróneamente.
Supongo que respondí «Hola» con un emoji feliz. Lo importante en el momento era parecer tierno y atento, sabrán mis neuronas para qué.
La conversación empezó a fluir y no podía parar de aturdir mi cabeza cuestionándome ¿Qué carajos me pasó? ¿Cómo pude pensar todo eso de él con base a su perfil de una red social? Era el hombre perfecto, un jodido ángel. Su ortografía era impecable, las comas y las tildes las situaba en el sitio perfecto, pero aún más, era eufórica la elocuencia de sus palabras.
Lento, suave y apasionado, y por más que aún no hubiésemos tenido contacto íntimo, ni siquiera el más mínimo, leer algo escrito por él era placentero de por sí. Me ilusioné por sólo querer leer más de él y en tan solo cuestión de horas o tal vez minutos.
No sabía que sentía ni que pensaba, podría ser decepción de mí mismo por aprisionarme a su juego tan rápido o podría ser satisfacción por encontrar el héroe de mis sueños. Nada tenía valor en ese momento, ni mi experiencia, ni mis dudas.
Es la verdad, quería arriesgarme, quería entregarme, todo lo que había pasado con otros hombres se quedó ahí, en el pasado. Creía que el riesgo y la sumisión eran el camino al amor, olvidando por completo la existencia de la constancia y la perseverancia.
Y ahí no acaba la cosa, ¡leía, entrenaba, tocaba instrumentos! No podía parar de preguntarme que había sido todo lo que lo llevó a pensar en suicidio. ¿Cómo alguien tan íntegro pensaría en atentar en su contra?
Nunca dudé de la honestidad de sus palabras. Incluso cuando me referí hacía mí mismo de una manera despectiva, él tomo las riendas de mi autoestima y me dijo: "no voy a juzgarte por tu pasado". Aunque yo jamás se lo hubiera dicho, porque su pasado era bastante...
Eramos dos estrellas. Yo brillaba en plena oscuridad y seria difícil no verme, en cambio, su mundo era un firmamento y seria difícil distinguirle entre tanto brillo. Nos complementábamos. Mi mente solo podía concluir que todo el sufrimiento que él me narraba lo había moldeado hasta convertirlo en esta obra de arte. Tan firme como una torre, tan vulnerable como un peón.
Esa mañana bastó para que acordaramos vernos, como si fuéramos amigos de una lejanía incontable a quien el tiempo había inyectado una fuerte dosis de necesidad mutua.
La tarde bastó para obsesionarme de aquel personaje, pues entre todo lo que me decía, él saldría con Francisca para alimentar a la madre de esta. ¿Qué? ¿Leí bien? ¡Sí, sí, sí! Aparte de músico, deportista y literato era un excelente amigo.
Aún mejor, era directo y, aunque ahora sé que no fue sincero, le salió un «te quiero», ¡así, de la nada! ¿Era inoportuno y rápido? Sí, evidentemente. Pero no importaba, él era aquel que en un día logró hacerme olvidar de mi pasado, era aquel que en un día me hizo sentir especial, era aquel que en un día llenó mi alma de esperanza.
Ahora que recuerdo, antes de aparecer John en mi vida, no pedía más que a un hombre interesante y jovial. Y apareció él, el cual no me prestaba atención. Entonces pedí alguien tierno que me pusiera atención y apareció en mi vida Sébastien, pero era un indeciso y un cobarde. Pedí alguien decidido y valiente. Y ahí estaba conversando por escritos con Bayron.
Tal vez debí pedir alguien que me amara, tal vez debí mirar a mi familia, tal vez debí echarle un vistazo al espejo. Así de simple era encontrar a alguien que me amara.
—¿En el conjunto de Francisca?
—Sí, a mediados de la una de la tarde— recuerdo esta parte de nuestra conversación y la verdad, decir quién dijo qué es completamente absurdo. Estaba hablando con mi alma gemela, pensábamos igual, sentíamos igual y de hecho, muy fácilmente yo podría decir lo que él escribiría sin que lo hubiese hecho. ¡Y todo eso pasó sin habernos visto aún!
Caí directo en su trampa y solo por su manera de escribir, cada letra, cada frase, cada acento salían disparados como una flecha a mi control. Ese es el trabajo de cupido, no flechar corazones, sino flechar razones. Es por eso que no perdemos el amor, perdemos la razón.

ESTÁS LEYENDO
El Príncipe y el Ángel
Teen FictionNino está destinado a ser un ángel, él lo sabe y día tras día ve la oportunidad de amar a la humanidad y a la vida en general. Dios, el universo o los extraterrestres; como sea que la gente los llame, decide ayudar a Nino enviándole, contradictoriam...