Capítulo XII - Él está a punto de perderme

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—¿Qué pasó ahora? ¿Por qué la cara?— replicó mi mamá siendo víctima de sus días de desequilibrio.

¿Qué le podía decir? —mami, soy la maldita muñeca inflable de Bayron, mis amigas se alejan poco a poco de mí y soy un estúpido esclavo que cuando vas a quemar tus neuronas con cerveza, te tiene tu hijo como un bendito rey y tu casa impecable— me habría quedado sin dientes.

Cascadas de emociones empezaron a acariciar la calidez de mis mejillas.

—¡Ay, hermano no! No me va a salir con niñadas, yo parí fue un hombre— se escucharon los ladridos. Si mal no estoy, cuando le preguntas a alguien qué tiene y te llora es porque te necesita. Ella no entendió el mensaje.

Además, mi propia madre, que días antes era la musa de la comprensión, ¿ahora me estaba dando la espalda? ¿A quién podía pedirle, aunque fuera, un abrazo? ¿A mis amigas que se iban? ¿A mi familia, cuya oveja blanca estaba perdida? ¿O a mi madre que se olvidó de todo lo que ella dependía de mí?

Si pudiera poner emojis llorando aquí, lo haría, créeme. No era nadie, hasta que ese color fluorescente que irradiaba el regalo de Bayron resonaba sobre mi armario, recordándome que alguna vez fui algo para él.

«Ábreme cuando sientas que me estás perdiendo» decía escrito con marcador el sobre, —prometo recordar todo lo que me hizo quererte— leí, como si fuese una galleta de la fortuna.

Sentía, como si él mismo lo estuviera leyendo sobre mi hombro y su respiración estuviese perturbando la firmeza de mi nuca.

¿Cómo le diría al chico de mayo que el de abril me prometió algo? Él fue el único que accedió a escucharme, no sé cómo supo que yo no estaba precisamente bien.

Entonces, me envió la nota de audio más larga que yo jamás hubiese recibido. Cinco minutos recordando todo aquello que me convierte en el príncipe Nino.

Bueno, mi cielo, primero que todo, puede ser que tu mamá se encontraba mal y tú fuiste la primera persona que se le atravesó (aquí levanto yo una ceja) segundo, amor tú das muchísimo, no más mírame a mí, soy la peor persona del mundo y prefiero quedarme acostado mientras mi familia sale, en cambio tú estás pendiente de todos, de ti y de tu hermanito. Mi cielo, yo te admiro, me gustaría ser como tú, tratando con ese amor a mi familia, pero es que la han cagado tanto conmigo que yo dije no. (bla, bla, bla) Como te digo, mi cielo. En el colegio, lo que haces, das mucho de ti. Antes, mi única prioridad era mi estudio pero llegó un momento de mi vida en que... (no recuerdo que tanto fertilizante va acá).

Palabras recordándote todos los motivos por los que cualquiera querría un pedazo de ti, le sube la moral a cualquiera. Aquel Bayron de abril estaba ahí, tras los hectómetros de distancia y las pantallas de nuestros celulares.

«Ábreme cuando me extrañes» decía otro sobre de color fucsia, en él, cuatro fotos de nuestro primer día juntos en un fondo negro y con emojis con corazones en los ojos. Tenía más evidencia de ese acendrado día, un día que jamás volvió.

«Bayron (en línea).

—Amor, ¿cómo harías tú una torre Eiffel?

—¿Debes hacer una? Si quieres te ayudo.

—Tendrías que venir a mi casa.

—¿Y si les caigo mal a tus padres?

—¡Ja, ja, ja! Después sabremos.

—Vale. Con palitos de paleta o con palillos.

El Príncipe y el ÁngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora