Me maté pensando en como hacer esa dichosa maqueta. Alambre dulce, pitillos y cartón, mi familia incluso aportó para ello. No supe como hacerla y casualmente, mi prima, aquella que he criado yo prácticamente, cumplía años. Simplemente no lo podía evitar.
En un municipio aledaño a mi ciudad, se haría la pequeña fiesta de cumpleaños. Una pequeña familia en el tercer piso de la torre diez, miles de lágrimas y sonrisas en poco más de doce personas. El drama de una tía con su hija, quien, aunque vivía en su casa parecía no estar allí, robó el protagonismo.
El ambiente, aunque muy alegre por la cerveza, los regalos y la música, estuvo manchado en pequeños lapsos por los lloriqueos y las miradas perdidas de aquella familiar. En el drama, nadie se percataría que la oveja blanca estaba a punto de perderse.
Así fue, después de solo un vaso de cerveza odié a todo el mundo, el terrible volumen de la música estorbando en el aire, las risas vacías, los chistes abusivos, me estaba convirtiendo en aquello que me hacía saber que Bayron me haría daño.
Tal vez, mi actitud ante mi familia decreció, para poder mostrarle a él que haría lo que fuera por disfrutarlo. Subconscientemente, yo estaba dispuesto, incluso, a ser él con tal de sentirlo.
Estaba desesperado, parecía un patético niñito de doce años diciendo sufrir de bipolaridad o depresión, a tal punto de escribir una carta suicida. Es realmente cómico decirlo, jamás fue una de mis posibilidades, pero era la única manera de razonar que pasaba adentro de mí.
Entonces el momento llegó, «amor disculpa no darte ni un hola ni un chao, pero he peleado con todo el mundo en el colegio y eso me tiene muy sensible» se escuchó suavemente aquel mensaje.
En ese momento, ya pasaba por la tercera cerveza, mis emociones podían alterarse más de lo normal y aquello no fue la excepción. De nuevo, la increíble ataraxia que me producía el humedal se apoderaba de mí en otra parte de Cundinamarca.
Eso no debió durar más de unos cuantos segundos, primero, empezó a reprocharme la falta de dulzura. Él parecía empeñado en acabar con mis virtudes, ¿y se atrevía a siquiera decirme que yo ya no era como antes?
-Siento que no estoy hablando con el Nino que me gusta- escribió el muy cabrón. El cinismo viajaba a kilómetros y desde donde estaba yo podía sentirle.
Se desconectó dos veces y su última conexión aparecía en horas como las cuatro de la mañana. Tomar ese poco me hizo realmente daño, fui un celoso compulsivo que se quedó de doce a seis de la mañana en el enchufe de la pared.
¿Qué hace alguien a las cuatro de la mañana despierto y conectándose a lapsos de treinta minutos de distancia? No es necesario responder, ahora imaginemos eso con unas cuantas cervezas.
Pasaron las horas y no quería tener nada que ver con mi familia. Parecía un ermitaño viendo televisión en el cuarto del fondo con celular en mano esperando un mensaje que nunca llegaría. El celular reprodujo accidentalmente mi canción ángel.
Dicha canción me lleva a gratos recuerdos donde la esperanza se apoderó de mí como el amante perfecto. Los acordes mayores produciendo alegría, la voz pianísima y la letra llena de confianza en Dios, me recordó lo verdaderamente importante.
Estaba dando como inútil la magia que hace quien soy y eso mismo me hizo pararme de esa cómoda cama y como diva de película, tomé la cortina de aquella habitación con suma delicadeza, para ver en cámara lenta lo que la ventana tenía tras de ella.
Ahí estaba, el destino jugando conmigo de nuevo, un gato bebé buscando a su dueño. Debía salvarlo, era increíblemente similar al gato negro que rescaté un día de mayo.
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El Príncipe y el Ángel
Fiksi RemajaNino está destinado a ser un ángel, él lo sabe y día tras día ve la oportunidad de amar a la humanidad y a la vida en general. Dios, el universo o los extraterrestres; como sea que la gente los llame, decide ayudar a Nino enviándole, contradictoriam...