Capítulo VI - Aquí viene la confrontación

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¡Por fin me habían entregado el celular! Semanas antes, había caído víctima de un terrible virus.

Mi madre misma me lo entregó y salí de inmediato a recargarlo de datos.

Muchos piensan que con los fracasos amorosos solo les duele el corazón, ¿acaso no tienen bolsillos?

¿Por qué tan apurado por tener Internet?— me preguntó mi madre en un tono retórico al verme llegar.

*segundos de silencio formulando la mentira.

—¡Tareas! Tú vieras, no queda tiempo de nada y como no tenemos WiFi— le reproché.

¿Quién es Bayron Castaño?— me cuestionó.

Era evidente que ya sabía quien era, todo por culpa mía, pues para el día de las madres (mayo), le hice junto a mi tío una cena a ella, mi tía y mi abuela. Tomé vodka, agua de vida, que me hizo valer verga si se enteraba o no.

Debido a mi anterior noviazgo (específicamente del único del que ella se enteró) decidí contarle nada más que la verdad. La reina no merecía ser traicionada después de todo lo que como príncipe hice para recuperar su confianza.

—Mami, no quería contarte sobre él hasta cuando no tuviéramos más tiempo juntos— le respondí, porque era notorio que sabía que pasaba.

—Ah bueno, no me mientas, ¿lo conoces?— me reprochó ella indirectamente esta vez. Con mi anterior novio, jamás creyó que le hubiera conocido.

—Sí, mami. Es amigo de Francisca, vive en su conjunto.

—¿Cuántos años tiene? ¿Qué hace?

—Él tiene 37 días más que yo. Estudia, claro, pero también sabe tocar muchos instrumentos. Quizá algún día me enseñe a tocar guitarra.

—Mmm... Bueno, tú sabes que no me gusta que me mientas.

Así es, ella detesta la deshonestidad. Tal vez por eso, así sea una verdad cruda, desde su bozo o su cabello grasoso, hasta crisis existenciales, se lo digo.

¡Ay! Hasta en las fechas de nacimiento el destino me advertía. Esos 37 días, empiezan el 31 de octubre (día de las brujas) , su cumpleaños, hasta el 7 de diciembre (día de las velitas), el mío. Es supersticioso, lo sé, pero eso no le quita la posibilidad.

Mi corazón no paraba de zumbar. igualmente me regocijé por la actitud comprensiva que tomó ella ante mi homosexualidad. Algo que agradecer encarecidamente a Dios a diferencia de Bayron.

—¿Qué amiga es?— preguntó la abuela de Bayron, quien le había pasado el celular para darme un saludo por notas de audio de WhatsApp —¿Nino? ¡Hola, Nino! ¿Cómo estás? Te felicito por tu boletín.

¡Oh, por Dios! Bayron le había dicho a su abuelita que tuve las mejores notas de mi salón. Sentía como si fuera mi madre quien estuviese presumiéndome. Aún mejor fue, la emoción de su abuela al saber que estaba conversando conmigo y el tono pausado de su felicitación "te fe-li-ci-to por tu bo-le-tín" como si le estuviera diciendo a su nieto, aprenda. Tal vez ella creía que era yo el ángel de la relación. Quién sabe.

—¡Oiga, yo soy su nieto!— le reclamaba él a modo de juego (obvio, o eso creo) a su abuela —¡Feliciteme a mí!

—¡Este degenerado!— le gritó ella, también a modo de juego. Nino, cada vez que este chino pierda una materia, ¡castíguelo!

¡Ja, ja, ja! No recuerdo que respondí, pero Bayron dijo algo como "¿de parte de quien estás, ¿de ella o de mí que soy tu novio?". De todas maneras me seguía causando gracia la sugerencia con fines sexuales de su abuela y ni que decir, de lo que sentí por él, al contarle mis logros a ella como si sintiera orgullo por tenerme con la etiqueta de "novio".

El Príncipe y el ÁngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora