Capítulo VIII - Los verdaderos ángeles

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Los rayos del sol se asomaban por las cortinas de mi dormitorio, dándome a entender que no cerré los ojos en toda la noche.

¿Qué de todo lo que estaba pasando en mi vida me puso así? Bueno, primero, mi mejor amiga, Natasha, se distanciaba de mí día tras día y la inauguración de los eventos deportivos de nuestro colegio no eran excusa ya.

Segundo, mi madre estaba realmente ansiosa por mi futuro, pues por ser el último grado debía establecer lo que haría el siguiente año. Eso la llevaba a olvidar todo lo hermoso que yo hacía por ella.

Tercero, toda una tormenta de dudas y arrebatos. ¿Qué le pasaba a Bayron? ¿Seré muy afeminado? ¿Deberé tener sexo con él para que vuelva a ser como lo conocí?

Un sábado, se realizaría un simulacro de la prueba de estado de mi país. Dicha prueba decide en gran parte, la calidad de la educación superior a la que puedes ingresar.

Afortunadamente, la asignación de mi salón fue la misma que la de Camile. Le avisé que nos viéramos al finalizar el primer ciclo.

—¡Natasha! ¿Cómo te pareció la prueba?

—¡Nino! Pues hay de todo— me respondió —había preguntas super obvias pero otras muy "¿cuándo carajos ví esto?".

—¡Ja, ja, ja! ¡Sí! ¿A dónde irás a almorzar?

—No sé, ¿tú sabes en qué salón le tocó a Camile?— me cuestionó —para que vayamos juntos—.

—¡En el mismo mío!— le respondí con un tono de voz ilusionado —Eso mismo te iba a decir—.

—¡Camile!— anunciamos Natasha y yo en unísono.

—Vamos a Plaza de las Américas— dijo Natasha.

Camile y yo no evitamos bajar las cejas y sacar los labios, «esta loca qué».

—Vamos al Tintal Plaza, no es tan caro y queda cerca.

Ellas estuvieron de acuerdo, aún más cuando les dije que para llegar allí pasaríamos por el humedal, mi reino.

Así fue, pasamos por un camino estrecho de piedras que no es precisamente bonito. Continúa un pequeño oasis (aclaro, no el conjunto) que constaba de un pasadizo de porterías de conjunto y árboles con flores amarillas, que caían en el suelo como una alfombra.

—¡Donas!— exclamé yo.

—¿Compramos?

—Sí, además si no estoy mal hay promoción de tres por cinco mil— dijo Camile, acordándose de una vez en la que ella y yo compramos dicha promoción.

—Buenas vecino, ¿a cómo la dona?

—Una en dos mil, tres por cinco mil.
«¡A escoger!» debimos pensar todos, dichos postres tenían una enorme gama de colores, formas y demás. Era como la séptima de las donas.

—Son seis mil.

—¿Disculpe?— se escucharon entre voces, susurros y gritos.

—El éclair no incluye la promoción.

«¡El éclair es un postre idéntico a la dona pero con forma lineal!» pensé yo, «¿No nos podía decir antes viejo cancreco?» pensó Natasha, «espero a que lo mordieramos para avisarnos» pensó Camile.

Expresamos nuestras mentes después de pagar injustamente, no valía la pena pelear, además el tiempo de almuerzo era de solo una hora.

Ahí estaba, después de la larga caminata llegamos al centro comercial. Por la izquierda tiene una biblioteca hermosa y un barrio nivel medio visualmente agradable, pero por la derecha hay un barrio nivel bajo con casas amontonadas, un caño y una apariencia realmente pobre.

El Príncipe y el ÁngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora