Miércoles. Maldito miércoles 22 de Abril, era el día de la Tierra, aunque ahora lo recuerde como el día del estiércol. Bueno, en realidad sería una ofensa llamar así aquella memoria.
¿Sería este el día en el que le cumpliría a Bayron con los «besos y tequieros» que prometimos el día anterior?
—Abue, debo irme a donde Francisca.—le declaré sin temor.
—¿Para qué?
—Mmm... Adelantar trabajo de... ¡Sociales!— notese lo forzoso de mi respuesta.
—¿Y me le van a dar almuercito?— dijo con una cara realmente preocupada.
—Sí, abue no te preocupes.
Mi abuela siempre ha sido así de tierna. E incluso más. Y no sólo ella, mi familia siempre ha buscado lo mejor para mí. Ese era, entre tantos, el punto a considerar del porqué no debería meterme con Bayron. Demasiado tarde para considerarlo así.
Camino al conjunto de Francisca, debía pasar por mi castillo y los pocos forasteros de mi reino me rendían reverencias también. Aún mejor que aquel día en el que expulsé a Sébastien de mi vida. Incluso recibí halagos de dos doncellas que aunque ahora mismo no sabría decir si lo decían en juego o no, para ese momento era un motivo más para conocer al conde Bayron.
«¡Aquí es! ¡Aquí es!» decía mi mente ya que mi corazón no era más que un zumbido. Vi el lugar; el parque, la piscina, hasta llegar finalmente a la portería, lugar donde lo vería pasar minutos después con su gabán gris, su pantalón negro y su morral con estampado de algún anime. ¿Por qué tan opaco? No importa, ¡mira su cara plasmada en su celular! ¿Por qué tan serio? No importa, ¡míralo echarme un vistazo para abrirme la puerta!
Saludos tímidos, muy tímidos salieron de nosotros y al salir de la portería, ya lejos de la vista de los vigilantes, como reclamo de nuestra cálida conversación que tuvimos el día anterior, dije algo como «saludémonos bien». Le sujeté el brazo y los enrollé con los míos. Nunca, pero nunca había sentido tanto calor en un abrazo, ¡solo fue un abrazo! Y él no se despegaba de mi cuerpo, como si fuera yo, un héroe, quien lo acabara de salvar de las garras del villano. Confundí aquel calor con candor.
Conversábamos mientras caminábamos por los pasadizos de Oasis y entendía claramente por qué ese nombre para un conjunto residencial. Vistosamente era lo único aparentemente de lujo en el vecindario; sus doce pisos de altura, su gimnasio y su imponente arquitectura eran la sortija envidiable del barrio.
Nos dirigimos a lo que yo llamaría «campo de golf» aunque no fuera más que el lugar perfecto para volar, ya sea enamorándose o fumando un cacho de mariguana. Estaba al otro lado de la entrada, sin gente ni vigilantes.
Me preguntó... Vale mierda que me preguntó, supongo que algo sobre mi pasado y el estado de mis emociones. Hacía un frío terrible y se lo hacía saber a cada rato, ya fuese con palabras o por mi disimulado acercamiento. Un tema de conversación, un centímetro más cerca.
De repente bajo el escondido sol, no hubo más palabras para compartir. Su rostro esperando por algo romántico que yo pudiera decir cerró los ojos.
Todo estaba en cámara lenta, como si aquel pequeño jardín se hubiese convertido en el paraíso. No escuchaba nada, no veía nada. Por más cosas que hayan pasado desde aquel día, aún siento lo tibio y húmedo de sus labios rozando con los míos, mientras yo lo sentía como mi ángel guardián.
—¿Quieres ser mi novio? —dijo él, sin tapujos, me asombre en serio por su naturalidad, como si estuviese acostumbrado.
—Bayron, hasta ayer nos conocimos y la verdad, solo nos dimos un beso— le aclaré pensando lo innecesario que fue aquel "solo" en la frase.
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El Príncipe y el Ángel
Teen FictionNino está destinado a ser un ángel, él lo sabe y día tras día ve la oportunidad de amar a la humanidad y a la vida en general. Dios, el universo o los extraterrestres; como sea que la gente los llame, decide ayudar a Nino enviándole, contradictoriam...