«—¿Será necesario celebrar el mes?
—Pues eso depende de como sea él— me dijo Julia.
—¡Ja, ja, ja! Me recordó hasta cuando cumplimos una semana.
—Entonces yo sí creo que le debas dar algo.
—Mmm... Bueno, aunque eso se debe celebrar cuando se cumpla el medio año que sé yo.»
Viernes, 22 de mayo. Mi tío y mi abuelita llegaron de Santa Marta y escucharla a ella, hablar con el éxtasis que debió sentir Cristóbal Colón recién descubiertas las Américas era hermoso, pues ella jamás había visitado el mar.
"Un mes" en mayúscula era el estado de WhatsApp y de Facebook de Bayron, tal vez con muchos emojis alusivos a euforia o erotismo. El destino seguía haciendo de las suyas.
En mi colegio no habría clase ese día, para que, entre las directivas de éste, hablaran sobre la manera en la que los estudiantes recuperaríamos el tiempo perdido por el paro.
En el caso de Bayron, no iría tampoco al colegio, por estar un poco "enfermo". Así que por la tarde, podríamos vernos.
Posiblemente, su abuelita sabía que cumpliamos un mes, así que me invitó a almorzar, preciso cuando yo, ya lo estaba haciendo.
Pedí los permisos correspondientes e hice una carta con el dibujo de un gato y mis sentimientos respecto a su manera de ser conmigo y el porqué de mi "te quiero" y no "te amo".
Había ahorrado toda la semana para comprarle un tarro de Nutella mediano, que días antes había visto con un amigo de octavo grado. Me esmeré por alguien que no lo merecía, si el tiempo se pudiera canjear, me haría rico por las deudas de Bayron.
Ahí estaba él con una chaqueta impermeable verde, se veía bastante distinto que de costumbre. El saludo parecía normal, cuando había mucha gente, por seguridad lo hacíamos como buenos amigos, pero esta vez, él lo hizo con cierto ánimo de asco.
—Disculpe joven, usted no puede ingresar— me dijo uno de los vigilantes.
—Pero, siempre entro con él.
—Debe dejar un documento. Hace poco un joven entró y reventó los vidrios de un piedrazo.
—Mmm... No traje ningún documento, vivo cerca y se me olvida— recalqué.
—¡Uy, joven! En esta ciudad usted no puede andar sin papeles, le pasa algo y quién es usted.
—Voy a llamar a mi abuelo para que te deje entrar.
—Pues es lo mejor, jóvenes. Aquí hasta las cámaras se apagan cuando se va la luz.
El vigilante me empezó a contar una interesante anécdota, un día se accidentó sin papeles pero gracias a la medalla que cargan los soldados, lograron saber quien era el herido.
Su abuelo bajó y me permitieron entrar. Él siguió achacándome por no llevar documentos conmigo —mucho más ustedes dos que parecen grandes ya, los para el ejército y se los lleva a prestar servicio militar—.
Su abuelo subió por el ascensor, Bayron lo quiso así, pensaba yo, para saludarme como se debía, pero no. Me esquivó la cara cuando dirigía mis labios a los suyos y ya en el nivel donde quedaba su apartamento dijo —ay, sí, tome— y me besó de mala gana.
Su abuelita me saludó como siempre. Bayron tomó su computadora —Sophie dice que alguien como tú, no se metería conmigo— me dijo al ver los comentarios en su estado —dice que te tengo secuestrado—.
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El Príncipe y el Ángel
Teen FictionNino está destinado a ser un ángel, él lo sabe y día tras día ve la oportunidad de amar a la humanidad y a la vida en general. Dios, el universo o los extraterrestres; como sea que la gente los llame, decide ayudar a Nino enviándole, contradictoriam...