Capitulo IX

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-¿Quedarme... aquí?- Marinette estaba más que incrédula, vivir en una mansión con porte de castillo, al lado de tan encantador conde, sonaba a un perfecto cuento de hadas, de los que se cuentan antes de dormir, el perfecto sueño de cualquier chica. Pero tenía que ser realista, apenas ese día que conoció a Adrien y se enteró de su nueva tarea, las circunstancias no sonaban lo suficiente convincentes para tomar tan apresurara decisión. Además, debía recordar el principal motivo por el cual se había mudado a este reino. ¿Acaso no fue ella quien propuso aumentar las ganancias expandiendo el negocio?, aun cuando sus padres se negaron, siguió insistiendo hasta lograr su objetivo. Pensar en tirar todo el tiempo y esfuerzo que le llevo llegar tan lejos, solo para vivir una de sus fantasías, era lo más tonto que se le pudo haber ocurrido.

-Sí, no veo el problema.

-Yo... no puedo.- sabía que debía ser firme con sus decisiones, pero enfrentar al joven lo hacía realmente complicado, más si le dedicaba tan tierna expresión.

- Es que acaso temes a estar tan cerca de tantos akumas...

-No, no es por eso, yo...

- Si es por mi padre, no debes preocuparte, él nunca está aquí.

- No, yo no...- continuaba interrumpiéndola.

-Quizas por...

-¡Adrien!- la chica llamo su atención. Haciéndolo reconocer que su tono de voz comenzaba a sonar alterado. No quería hacer un espectáculo frente a toda la muchedumbre, así que tomo a la chica de la mano y la guió de nuevo a la gran construcción. Se adentraron en una de las habitaciones más cercanas para continuar con su conversación.

-¿Es por cómo te ve esta gente? Ellos solo son bazofia, tú eres mucho mejor que todos ellos.- dijo desesperado por lograr que la azabache permaneciera a su lado. No hacia mucho que la conocia y ya sentía que la necesitaba, como si una parte de él se aferrara a ella.

-¡Basta!-grito Marinette evitando que siguiera sacando conclusiones.

-El problema soy yo ¿No es cierto?- su voz sonaba triste, aunque parecía más bien como un susurro. Se dejó caer en una de las sillas de la habitación y tapo su cara con ambas manos.- No soy de tu agrado.

- Eso no es cierto- dijo arrodillándose frente a él, toda seguridad que había emanado del joven hace unos instantes desapareció, dejando a cambio un Adrien totalmente vulnerable. Con cuidado retiro las manos que le impedían ver sus ojos verde.- No hay nada malo contigo, o con las demás personas.

- ¿Entonces porque?- algunas lágrimas caían de sus ojos. Marinette no entendía el por que del cambio tan repentino, pero si lo que estaba pasando, inseguridad y falta de auto confianza, ella misma lo había experimentado tantas veces que sabía reconocerla a simple vista.- Dijiste que aceptabas ayudarme.

- Y lo haré,- limpio con delicadeza las cristalinas gotas que bajaban por sus mejillas - pero antes debo trabajar duro para sacar adelante la panadería y ayudar a mis padres.

-Si se trata de dinero yo puedo dártelo.

- No quiero tu dinero. Las cosas no se resuelven así- Marinette tenía razón, empezaba a sonar como su padre, lo que lo estremeció, sacudió su cabeza sacándose tan despreciable idea.

- Lo sé,- admitió- pero al menos permíteme ayudarte de otra manera, no quiero que te vayas.- tomo ambas manos de la chica y las llevo a su pecho.- te necesito, además debo enseñarte, para que logres usar a tu kwami.

Había olvidado eso por completo, aun no sabía transformarse ni mucho menos luchar, en que lió se había metido.

-Podría construirte una panadería cerca de la mansión- se miraban fijamente- si no aceptaras mis recursos al menos acepta mi solución.

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