Capítulo I

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El dulce aroma de pan recién horneado proveniente de la pequeña panadería Dupain-Cheng, comenzaba a invadir el lugar, incitando a los pueblerinos a despertar antes de lo normal para degustar de tan suculento manjar.

No es un secreto que tengan los mejores pasteles de la región, sobre todo los de la hija única de la familia, Marinette, quien había abierto una nueva sucursal en un país  vecino a su natal.

Irse a vivir sola y mantenerse por su cuenta, fue la más difícil decisión que había tomado hasta ahora. Todo surgió por un presentimiento, algo que le decía que era su destino, el comienzo de una aventura, o mejor dicho, de su vida, así mismo como la oportunidad adecuada de resolver los problemas económicos que asechaban a sus padres.  

Al principio estos se negaron, siempre tan optimistas, "Encontraremos otra manera", no podían aceptar tal solución, aunque fuera tan llamativa, era muy pronto para separarse de su amada hija, ademas ¿como podría arreglárselas sola siendo aun tan joven?.

La protección paternal, el apego y el miedo a la partida de los hijos a sido normal y común en los padres, sin embargo era hora que los Dupain-Cheng  aceptaran que su pequeña ya tenia diecisiete años.

Después de recordarles, unas mil veces mas, que pronto seria mayor de edad e insistir tanto en el tema, no les quedo de otra mas que acceder.

Su madre siempre creyó que la buena suerte la acompañaba desde su nacimiento, y si ella pensaba que esto estaba bien, la apoyaría, pasara lo que pasara.

El primer paso fue conseguir un lugar para instalarse, esto duro un tiempo, pues no había muchas locaciones disponibles, además que, comenzar con un negocio desde cero era realmente complicado, pero las grandiosas habilidades de Marinette con la masa y la reputación del producto aseguro el rápido éxito del proyecto.

Transcurrido tres meses, su panadería era considerada igual de buena que las de sus padres, si no que mejor. La diferencia la hacía Marinette, pues esta tenía un talento espectacular para lograr que un simple pan de mesa pareciera el de un banquete. Cada día se esforzaba mas que el anterior, dando lo mejor de si misma, innovando cualquier insignificante detalle, el sabor, forma, color y ,sobre todo, la apariencia, su parte favorita.

-Buen día Marinette- saludo una chica morena, mientras disfrutaba del delicioso olor.- Esas galletas huelen muy bien, ¿podrías darme una docena?.

-Buen día Alya,- contesto la azabache que hasta hace poco estaba amasando más pan- por supuesto, las que quieras, solo espero que no sean todas para ti, comer demasiado dulce será un problema.

-Claro que no, pensaba compartirlas con mis hermanos- dijo cruzando sus brazos fingiéndose ofendida, antes de que la culpa la invadiera- de acuerdo tu ganas, pensaba repartirles la mitad y quedarme con las otras seis.

-Tu nunca cambias ¿no es cierto?- añadió con una sonrisa pícara.

-No se puede evitar, mejor dime ¿qué tal va el día?

-Pesado, aún tengo varios pedidos por terminar, no me haría mal un poco de ayuda.

- Entonces empecemos- comento Alya colocándose un delantal.

Alya fue la primera persona que entro en la panadería, guiada por aquel instinto de periodismo que la caracterizaba. Buscando una posible noticia de primera plana, sin pensar que encontraría algo aun mas valioso, una mejor amiga.

A pesar de ser tan diferentes, la personalidad de la morena se complementaba perfectamente con la de la joven dupain-cheng, de manera que, en menos de un mes, se convirtieron en  muy buenas confidentes.  

Para Marinette, la asistencia de Alya en la panadería era de mucha utilidad, sobre todo cuando tenia muchos pedidos, como el caso de hoy, precisamente.

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