Capitulo X

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El joven conde no había tenido un día tan pesado en tanto tiempo. El encuentro con los akumas, la fiesta o la visita de Nathalie, eran apenas unas cuantas razones por la cual se hallaba atareado. Aun teniendo tanta justificación para caer rendido ante el sueño, su cabeza se encargaba de resonarle todo lo que hizo en el pasado, presente y sobre todo lo que tendría que hacer mañana, pero nada lo mantuvo más despierto que el recuerdo de la linda Marinette.

-¿En serio hice eso?- se preguntó, una vez las imágenes de aquel beso, regresaron a su mente.

El dulce aroma que desprendía su lady le hizo perder sus sentidos, y cuando los recupero ya estaba probando su blanco y suave cuello.

Se sentía tan estúpido por su comportamiento, cerró sus ojos esperando una bofetada, pero en cambio recibió el mejor detalle de cumpleaños en sus 18 años de vida.

Los finos rayos del sol se adentraban en su habitación, atravesando las gruesas cortinas, donde, después de mucho intentarlo, se rindió en los brazos de Morfeo.

-¡Adrien!- anuncio Nino descubriendo las ventanas.- ya es hora de levantarse.

-Un poco más Nino- pedía el rubio aferrándose a las sabanas- es muy temprano.

- ¿Pero qué dices?- sabía que su amigo podía ser un poco distraído, pero desde ayer que estaba llegando a extremos.- ¡Son las doce!

-¿Qué? – grito alterado antes de caer de la cama.- ¿porque no me despertaste?

- Pensé que necesitabas más tiempo para descansar, sin embargo, te he dado la mano y te has tomado el pie. Tendré que hacer varios cambios a tu agenda.- concluyo saliendo de la habitación.

- ¡Bueno ya es de día!- se levantó y tallo sus ojos, tratando de retirar su pesadez, al serle inútil, opto por mojarse la cara con agua fría.

Una vez más estable, decidió vestirse, no sin antes despertar a su flojo kwami.

El no encontrarlo en su cojín le pareció extraño, pues este no se despertaba sin que le arrimasen queso. Un mal presagio lo inundo de repente, cambio sus ropas y salió corriendo hacia la habitación de la azabache, mientras aun se calzaba las botas.

Toco la puerta sin recibir respuesta alguna.

-¡Marinette!- tumbo la puerta de una patada. Dentro de la alcoba se hallaba el vestido rojo sobre la cama ya hecha.

-¿Qué hiciste?- El moreno sostenía con ambas manos su cabeza ante el desastre que presenciaba.

- Ella, no esta. – El rostro del rubio reflejaba tristeza y desesperacion.

- Está en la cocina tomando el desayuno- contesto con indiferencia mientras apreciaba el daño.- Ni creas que pasare esto por alto.

Sin meditarlo, volvió a salir corriendo pero esta vez con dirección a la cocina, ignorando por completo el regaño del moreno.

Nunca dudaba de la palabra de Nino, pero en esta ocasión deseaba comprobar la verdad con sus propios ojos. Teniendo eso como único objetivo se hacía paso por los pasillos, contestando con un leve asentimiento a los sirvientes y mucamas que lo saludaban extrañados al verlo con tanta prisa.

-¡Buenos días!- saludo la azabache mientras acercaba el desayuno a la mesa.

-¿Nos acompaña?- le ofreció la pequeña Tikki, que comía una galleta de chocolate.

Una sonrisa de alivio apareció en el rostro del rubio a la vez que recuperaba la respiración por el esfuerzo.

-Tienes que probar esto,¿ quien diría que el queso pudiera saber tan bien en pan?.- Plagg sonaba realmente feliz degustando el pequeño manjar que Marinette había cocinado para él.

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