Capítulo XIII

422 30 9
                                    

- ¡Hey! Yo solo bromeaba.- soltó Plagg al ver que en verdad se estaban abrazando.- No lo decía en serio... ¡Va! - bufo dándose por vencido.- para que me molesto, los humanos son un caso perdido.

El abrazo fue más corto de lo que ambos hubieran preferido, pero fue lo que necesitaban. Por un momento, fue como si cualquier pesar o preocupación que los asechara se esfumara. Sentir que alguien te aprecia y te apoya incondicionalmente, que con tan solo el tacto o su presencia sabes que todo estará bien, era una radiación de paz que te consume, calmando inseguridades y miedos.

Aquella maravillosa y gratificante sensación, no era nueva para Marinette, desde pequeña ya era consciente de su existencia, causada por el amor de sus padres, la amistad de Alya o el reciente cariño de su kwami. En cambio, Adrien, la habría experimentado escasamente en su niñez, o al menos eso recordaba. La ausencia de su madre marco el final de lo que conocía como familia, con esto no se refería a que hubiera desaparecido sin dejar rastros o algo parecido, simplemente ya nada fue igual, su padre se refugió en el trabajo, convirtiéndolo en su vida, día tras día, al mismo tiempo que arrastraba la alegría, que alguna vez tuvo, al olvido, volviéndose más frio y estricto que antes. No significaba que no lo amara, después de todo era su padre, y constantemente recibía cartas de su parte o visitas de su consejera para asegurarse que estuviera bien, haciéndole ver que aún se preocupaba por él, detalle que, aunque simple, el rubio en verdad le agradecía.

Duro mucho tiempo así, hasta la llegada de Nino, tendrían apenas 12 años cuando se conocieron, cualquiera hubiera dicho que Gabriel Agreste estaba loco, si no demente, al creer que un niño podría encargarse de otro, y aunque eso pareciera, lo cierto es que Nino siempre fue muy responsable y de confianza, o al menos cuando se lo proponía, pues la verdadera personalidad del moreno implicaba ser fiel a uno mismo, seguir la simplicidad de la vida y dejarse guiar por el destino. Esto lo descubrió Adrien después de un año de amistad, pues al principio, quiso mantenerse al margen, fue cuando por fin decidió socializar, olvidándose por completo de los estatus y rompiendo los tabús entre amo y sirviente, cosa que agradeció de por vida, pues ahora tenía a un fiel amigo. Tres años después llego Plagg, y aunque esté no pensara más que en el fétido olor de su añorado camembert, estaba seguro que el aprecio que le dirigía era mutuo. Los siguientes tres años estuvieron llenos de aventuras, y por supuesto peligros, debía admitir, pero ahora tenía en quien confiar, alguien que lo sostendría si estuviera a punto de caer.

Pero a pesar de tener indicios, de lo que estaban experimentando con esa muestra de cariño, se sentía diferente, había algo más, algo nuevo, algo que ni Adrien ni Marinette podían explicar.

-¿Qué tal el entrenamiento?- El kwami negro intento cambiar de tema.

- Todo bien, hemos empezado con flexibilidad y reflejos.- le contesto Tikki, al parecer era la única que le prestaba atención al amante del queso.- Aunque.- continuo.- Tuvimos dificultades con el arma.

- No me digas.- empezó de forma burlona.- no saben usar el yoyo.

- Eh si, ¿Cómo lo supiste?- pregunto perpleja.

- Conozco al chico desde hace tres años, le se algunas cosas, que podría contarte a cambio de un poco de queso, claro.

- Con que cambias mis secretos por queso, pequeño bribón-. El rubio no sonaba enojado, pero si su rostro que exigía una buena respuesta.

- Es la única forma para que dejaras de ignorarme.- se excusó el kwami.- sabes lo que es vivir y hacer todo lo posible para obtener un poco de tu atención,- sonaba melancólico.- siempre estás tan ocupado, extraño cuando solíamos jugar juntos o pasar el rato.

Las palabras de Plagg, conmovieron a Marinette, "debe ser difícil convivir con un conde con tantos deberes y obligaciones", pensó, pero Adrien no se inmuto en lo absoluto.

AkumaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora