1. Comienzo

2.2K 50 1
                                    

Las mañanas son siempre igual, incluso en vacaciones tiendo a despertar desde temprano ya sea para conmiserarme, ver series junto al perro o asistir a las extra curriculares que mi madre crea conveniente

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Las mañanas son siempre igual, incluso en vacaciones tiendo a despertar desde temprano ya sea para conmiserarme, ver series junto al perro o asistir a las extra curriculares que mi madre crea conveniente. Casi nunca está presente en casa, pero Constance y Chloe son sus ojos en tanto ella parece salvar al mundo.

Un mundo que no me incluye.

Salgo de la ducha envuelta en un albornoz y turbante a la cabeza, los pasillos casi siempre desolados presencian el afanado andar de nana trayéndome el uniforme limpio del día. Sonrie cuando me cruzo en su camino avisando ya está la falda vino y gris a cuadros tableada junto a la chaqueta gris y corbatín vino, únicamente faltan las calcetas que se ha dejado en la entrada con todo lo nuevo que envío Raymond pero ella mandó a pulir.

Nuevamente corre abajo a por el resto de cosas, desde libretas y libros hasta uniformes con algunos accesorios. Lo mismo de todos los años.

La bocina ya se reproduce en aleatorio inundando la habitación con música, la luz se filtra por toda la alcoba gracias a las cortinas abiertas y el perro se ha encargado de utilizar mi camisa blanca como tapete. Le hago rodar sobre el colchón en balde, resulta fácil para él volver a quedar encima de mi ropa en tanto cubro mi rostro con una plasta de maquillaje.

—¡Joder, pero qué manía de tenerlo siempre en la cama!—Constance entra directo a intentar mover al mastín tibetano, un error que casi le cuesta un mordida—Te llenará la ropa de pelos.

—Como siempre—le restó importancia a la advertencia.

Aplicó un poco de rubor dándole color al asunto.

—¿Quieres que te peine como cuando niña?—se ofrece mi nana cuando paso el cepillo por las hebras húmedas.

Sacudo la cabeza, negando. Su entusiasmo mañanero me aturde, resulta más parlanchina de lo normal actuando demasiado hiperactiva para su ya algo avanzada edad.

Como puede coge todo en manos cruzando la habitación hasta llegar al otro extremo donde está la cómoda y espejo, a través de este sus ojos marrón enfocan mi rostro de semblante cansado. Si bien dormí mejor que otras veces, las bolsas bajo los ojos me delatan aun con demasiado corrector intentando ocultar mi insomnio.

Prefiere no comentar nada al respecto al poner los labios en una fina línea, ayuda a vestirme como si fuese cría y se encarga de atarme el corbatín al rededor del cuello complementando el uniforme de gala.

—¿Emocionada por tu ultimo primer día?—inquiere, entusiasta.

—No—me calzo las bailarinas—¿Debería?

—¡Pues claro!—arruga el entrecejo—Además, darás el discurso de bienvenida. Toda una niña estrella.

—Que alegría hablar en público—me mofo rodando los ojos—¿Sabes si llegara a tiempo?

Lo más profundo del marDonde viven las historias. Descúbrelo ahora