13. Algo mejor

280 12 0
                                    

Estaba molesta por haber adentrado esa mierda en casa de Chloe sin siquiera saberlo, y rabiosa al tener que eludir concienzudamente a los guardias para no ser sancionada por considerarme camello

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Estaba molesta por haber adentrado esa mierda en casa de Chloe sin siquiera saberlo, y rabiosa al tener que eludir concienzudamente a los guardias para no ser sancionada por considerarme camello.

Me importaba bien poco que mis compañeros me observasen como si fuera una energúmeno con mochila al hombro y la maldita caja siendo triturada entre mis dedos, poco menos me importó hacer a un lado a Marissa con violencia para ponerme en el radar de Duncan dispuesta a hacer que se tragase la droga.

La oscura cabellera brota de la taquilla junto con su magna estatura apenas me siente presente, quizá carecía de radar para detectarme pero el mohín que hizo la rizada probablemente fue lo que le advirtió mi presencia.

Sus orbes marino se incrustan a mi lánguida mirada como de costumbre, permaneciendo pétreo y distante a la espera de mi ataque.

—¿Estas ciega?—espeta Marissa—, estaba hablando con él.

Entorno los ojos en su dirección.

—¿Y?—gruño, en el mismo tono borde que ella utilizó conmigo.

No era precisamente su fanática como para tolerarle nada.

Despliega los labios buscando replicar, pero la espinosa dicción a mis espaldas la hace reconsiderar su ataque:

—Te veré dentro—suelta Duncan sobre mi cabeza.

El semblante de Marissa está tintado de incredulidad, me deleito.

—Pero...

—Largo—le corto, apuntando con la cabeza hacia su aula.

Resulta poco ortodoxo que me prefieran según su experiencia con Adler, pero mi ex novio disfruta de comer mierda mientras el gamberro se deleita con mis ojos.

Se le deforma el semblante, pero no es capaz de contradecirme cuando Duncan ha sido el primero en echarla. Espero que esté a algunos pasos de distancia para virar sobre mis talones chocando con la marea que absorbe cada detalle sobre mi.

Enarca su ceja incitándome tácitamente a hablar, no tiene que rogar para que comience a ladrar.

—¿Que pretendéis?—inquiero estampándole la caja en su trabajado y sólido pecho.

Apenas es capaz de coger entre manos el paquete sin soltar sus libros. Hunde el entrecejo cuando abre la cajita, fijo la atención en su brazalete tatuado.

—¿Qué es?

—Hierba—esclarezco obvia.

—Ya lo se, listilla—declara—¿Por qué diablos me das esto, acaso perdiste la cabeza?

—Me lo ha dado tu hermana. Y a como sea un plan tuyo para engancharme a esa mierda, te juro que os denuncio—advierto.

Me importaba poco su familia de mierda, que el hermano estuviese al borde de la muerte o su propia madre sea amiga cercana de Hitler por medio de la ouija. No iba a arrastrarme consigo a su pútrido infierno acolitado de droga.

Lo más profundo del marDonde viven las historias. Descúbrelo ahora