30. Un hueso duele menos

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Sentía en cuello entumido y las piernas dormidas pero nada era excusa suficiente como para desentenderse de todas mis clases, así que con pereza avanzaba resignada directo al laboratorio con la bata a medio abotonar y mi libreta resbalándose bajo ...

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Sentía en cuello entumido y las piernas dormidas pero nada era excusa suficiente como para desentenderse de todas mis clases, así que con pereza avanzaba resignada directo al laboratorio con la bata a medio abotonar y mi libreta resbalándose bajo mi brazo.

El profesor Oliver me observó reticente mientras le suplicaba dejarme tomar la práctica de ciencias.

—La clase comenzó hace veinte minutos, Creed—me dice como si no supiese leer el reloj en mi muñeca.

—Lo sé, y en verdad lo lamento—respondo cabizbaja, mintiendo de costumbre—. Fue una emergencia de chicas...

—Última vez—remata ante mi lastimero semblante.

—Gracias, gracias—paso por su lado enfrentándome a las decenas de ojos que me observan.

Recorro el laboratorio con la mirada notando que esto va de tríos, no me resulta difícil dar con Mare dándome cuenta que ha hecho dupla con Adler.

Enarco una ceja en su dirección, mi amiga no es capaz de verme a la cara corriéndose así hacia la ventana. Por otro lado mi ex novio sonríe triunfal palmeando un asiento vacío a su lado.

—¡Eh, colega!—una conocida voz me llama desde el otro extremo del lugar—. ¡Aquí, aquí!

Mis comisuras se elevan notando a Tessa y Melissa, la primera es quien capta mi atención con movimiento de brazos en el aire en tanto la otra se esconde avergonzada por la desinhibición de su compañera.

El profesor me apremia para tomar mi lugar, termino en medio de las castañas.

—¿Cómo va todo?—me sonríe Tessa.

Mi lengua se pega al paladar mientras pienso en cuanto odio esa pregunta, pero no era algo que ella necesitaba saber.

—Bien—miento como de costumbre—. Gracias por incluirme en su equipo.

—Supusimos que no querías estar con él gilipollas de Brown—Melissa se encogió de hombros.

—Nadie con dos dedos de frente quisiera estar con esa basura—suelta Tessa directo al hígado, tarda un par de segundos en procesar las cosas—. Mierda perdón, suelo hablar sin pensar.

Hago un ademán restando hierro al asunto.

—Al menos dices las verdades siempre—me burlo.

—Te acostumbrarás pronto—me consuela Melissa.

Asiento procesando las indicaciones de Miller, para mi asombro las castañas no se esperan a que haga todo sino que por el contrario se inclinan al igual que yo sobre las libretas para apuntar velozmente y preparar los tubos de ensayo para recibir nuestros materiales.

Recorro el laboratorio en busca de unas pinzas mientras Tessa y Melissa se pelean por el acomodo de viales.

—¿Desde cuando tienes nuevas amigas?—una mano me arrebata lo que necesito.

Lo más profundo del marDonde viven las historias. Descúbrelo ahora