5. Pecas

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Intento pensar que es más grave y ninguna opción frente a mis ojos me termina de convencer, el punzante e incandescente dolor en el tobillo que Crowell me chequea es fastidioso pero la humillación que siento por los gritos que Harrington pega en d...

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Intento pensar que es más grave y ninguna opción frente a mis ojos me termina de convencer, el punzante e incandescente dolor en el tobillo que Crowell me chequea es fastidioso pero la humillación que siento por los gritos que Harrington pega en dirección mío frente al imbécil que ha provocado todo este lío es demasiado para mi pobre ego.

El culpable no se inmuta sino que por el contrario se mantiene impávido de brazos cruzados y mirada pétrea, distante de todo pero atento a cualquier palabra que diga.

—¡¿Es que no ve por dónde pisa o que?!—repite por décima vez la regordeta mujer caminando como león enjaulado por el lugar.

—¡Que no ha tropezado, él lo hizo!—Anianka actúa como cassette descompuesto—¡Ya lo he dicho, pero nunca escucha!

Me imagino haciéndole callar con un bollo en la boca, ahora mismo le culpó de todos mis males, por ella inicio toso.

Apenas Henry aviso que venía con Harrington el maldito capullo recorrió mi silueta descaradamente con la yema de los dedos, provocando que su tacto fundiera mi conexión neuronal la cual se re activó con el tirón de los ligamentos en mi tobillo apenas doblo mi pie en una dirección poco ortodoxa.

—Soltadme de una buena vez, es obvio que me duele—gruñó, escogiéndome contra la pared a mis espaldas, el maldito suelo me magulla el trasero ocasionando más malestares.

—Hay que llamar a los padres—avisa lo obvio mi maestra de leyes.

«Cómo si fuesen a responder»

—Ya, los padres...—cavila Harrington, entierra el rostro entre sus manos—¡Sus padres querrán un culpable!

—Pero si ha dicho que fue un descuido suyo—intenta conciliar Crowell.

—¡¿Alguien podría ponerme algo de atención? Fue el capullo de ahí!—el índice de Anka apunta al gamberro.

Este solo le da una mala mirada. Por primera vez en lo que va del rato, la prefecta cae en cuenta en el peso de las acusaciones de mi mejor amiga.

—¡¿Eso es verdad?!—ruge Harrington en dirección al ojiazul.

El gamberro se encoge de hombros, lidiando con su propio embrollo mental.

Podría secundar las palabras de Anianka y así librarme de una vez por todas del capullo, pero el corrientazo que siento cada que su azul se funde con mi llaga me incita a encubrirle.

Algo estúpido y contradictorio que mi fuero interno junto a Anka me reprochan en silencio.

—Alina, si ha sido accidente el seguro escolar lo cubre pero sino...—mi profesora de leyes intenta persuadirme de no se que con exactitud.

—Ya he dicho que tropecé por error y estamos aquí porque no quería ser alarmista—musito, tallando mis mejillas y eliminando cualquier rastro de llanto—, quien cubra el seguro no importa.

Lo más profundo del marDonde viven las historias. Descúbrelo ahora