12. Celos

320 15 0
                                    

Caminar con bota ortopédica me resultaba un martirio, pero escuchar el incesante parlotear de Anianka cuando ni siquiera he terminado de procesar todos mis pendientes para hoy es una maldita tertulia

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Caminar con bota ortopédica me resultaba un martirio, pero escuchar el incesante parlotear de Anianka cuando ni siquiera he terminado de procesar todos mis pendientes para hoy es una maldita tertulia.

Quiero esconder mi cabeza dentro de la taquilla, pero únicamente consigo refugio ojeando cualquier trabajo que se me atraviesa.

A estas horas de la mañana los líos amorosos de nadie me interesan, no lo toméis personal pero simplemente hace tiempo no tenia tanta quietud estando fuera del instituto y ahora gozaba más estar en casa que aquí.

Vivir con Chloe era como disfrutar de vacaciones sin tener a ninguna polilla molesta queriendo llevarme a extra curriculares o enlistando cada defecto que reluzco, solo disfrutábamos la compañía de la otra en tanto veíamos sitcoms y engullíamos comida poco saludable.

Descubrí que la hamburguesa siempre sería una buena comida.

—Pero entonces pensé...es imposible que Chelle se fije en él o Henry—sostiene, imperante—Vamos...ella solo da indicios de ser asexual o algo así, pero Marie asegura que les ha visto flirtear y por eso reconsidero salir a ningún sitio con Henry...

Bla bla bla.

Cuando la perorata de fondo termina me obligo a desviar los ojos en dirección a la pelirroja, tiene el entrecejo hundido observándome rabiosa.

—¿Qué?

—Ni siquiera finges prestar atención al reporte que te doy—actúa ofendida—, ¿de que sirve ser cotilla si mi mejor amiga no escucha nada?

—Eh...Claro que te escucho—fuerzo a mi hipocampo pero termino fracasando—, has dicho que Chelle y Henry flirtean.

—Obviaste el punto donde digo que parece también flirtear con el delincuente amigo de Henry, ese que te ha roto el pie—masculla bajo.

«¿En que momento dijo eso?»

Michelle no sería el tipo de Duncan. Digo, ese sujeto no podría fijarse en alguien tan inocente como mi rubia amiga.

¿O si?

No se que cara he puesto, pero mi semblante no le ha hecho gracia. Solo soy consiente que me petrifique apenas procese el nombre de mi amiga en una oración comprometedora con el capullo de Duncan.

—¿Sientes celos acaso?—inquiere enfurruñada.

—No—espeto, segura  ¿O no?—Solo recordé que el gamberro tiene a alguien en el hospital.

El enojo de su semblante es disipado y remplazado por la intriga.

—¿El de tu madre?

Asiento.

—¿De todos los hospitales en Vermont me estás queriendo decir que le viste en Hakstell Memorial?

—Ajá.

Lo más profundo del marDonde viven las historias. Descúbrelo ahora