6. La madre

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—Hola, tú—Chloe me recibe con brazos abiertos, entierro mi rostro en su tórax—¿Todo bien, preciosa?

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—Hola, tú—Chloe me recibe con brazos abiertos, entierro mi rostro en su tórax—¿Todo bien, preciosa?

—Fue un...día cansado—explicó mi muestra de afecto.

—¿Qué ha sucedido?—me toma por los hombros para verme a la cara—¿Te molestaron por el yeso o algo así?, mira que si ha sido por la bota yo mism...

Le corto el rollo:—Nadie me ha hecho nada, solo siento que el día duro demasiado.

Me regala una mirada poco convencida, sin embargo acepta mis palabras ayudándome con la mochila. El auto está aparcado justo frente a la puerta haciendo la caminata más corta.

—¿Qué planes hay para hoy?—abre la puerta del copiloto.

Espero a que se siente y eche a andar para responder, mis palabras le hacen fruncir los labios completamente disgustada.

—¿Qué edad tienes tu?—masculla—Es imposible que quieras hacer nada un jueves por la tarde.

—Quedarme en casa es lo que me place hacer.

—Has pasado demasiado tiempo con tu madre...—suspira dramática—, iremos a comer así que llama a tu nana para avisar que llegarás noche.

—Pero...

—Nada de peros. Anda, llama ya.

Suspiro rendida y resignada a que jamas ganare una discusión contra Chloe cuando se trata de convivir, es la mujer más aferrada y persistente con quien he podido tratar en mis cortos diecisiete años de vida.

Al ser una mujer guapísima pero soltera incapaz de procrear posee todo el tiempo del mundo y gracias al buen suelto que le sustenta consigue cualquier tipo de lujo, no cuenta con familiares pues sus padres fallecieron apenas ella cumplía los catorce y al ser hija única fue llevada a la casa de una tía lejana, corto comunicación con el único atisbo de consanguinidad que le restaba cuando intento venderla a un anciano.

Los detalles desastrosos sólo los conoce Analice, Chloe los reservo al ella platicarme su historia creyendo me evitaría traumas encargándose de recalcar que estaba agradecida con el destino por hacer que coincidiéramos, para ella Analice y yo somos su familia, una familia muy peculiar.

Comienzo a rebuscar el móvil por todo mi bolso, tanteo los bolsillos del chándal e inclusive hurgó entre mis libros pero el condenado aparato no aparece por ningún sitio.

«Mierda» siento que palidezco en menos de nada. ¡Me lo ha robado a la puta cara!, gimo al saber quien le tiene y como ha sucedido eso.

Lo más profundo del marDonde viven las historias. Descúbrelo ahora