006.

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Me removí en la cama una vez más, abrazando la almohada más a mí intentando ignorar el insistente toque en mi puerta, pero cada vez era más fastidioso.

Me pasé las manos por el pelo sin importarme si lo estaba desordenando más de lo que ya estaba y me hice camino hasta la puerta principal sin siquiera mirar por la rendija quién era.

Abrí los ojos con sorpresa cuando divisé su delgada figura frente a mí toda empapada y titiritando. Le hice un ademán preocupado dejándola pasar y me encaminé hasta mi habitación para buscar cualquier toalla extra que había traído.

Pero mi prisa cesó cuando la vi quitándose la ropa sin siquiera girarse a verme. Anonado por lo delgada pero curvilínea que era... algo que nunca había visto antes y me encantaba.

Me miró brevemente antes de tomar la toalla de mis manos y pasársela por los hombros para después dejarse caer en el suelo de la sala mientras un bufido salía de su boca.

- Mi hermano me dejó sin llave del departamento -murmuró secándose ligeramente el oscuro cabello.

Me dejé caer frente a ella mientras entrecerraba los ojos a su dirección. -¿No tienes una propia?

- Perdió la suya y tomó la mía -rodó los ojos haciéndome sonreír ligeramente recordándome cuando Daeha tomó mi cargador porque el de ella se había dañado-. Gracias, -sonrió- fue el primer lugar que se me vino a la mente.

Me encogí de hombros. - No hay problema.

Observé sin disimulo su perfil mientras ella se quedaba mirando la ciudad empapada de la fuerte tormenta que había a estas horas de la noche; era una belleza que nunca había visto, estaba acostumbrado a ver belleza de mí país, pero la de ella era diferente y llamaba mi atención más que nada.

No me di cuenta que me estaba observando hasta que se arrastró hasta mi lado y me dio una sonrisa que le devolví sin pensarlo.

- Me gusta tu acento -susurró.

- Intenté aprender tanto inglés como pude, créeme -le sonreí escuchándola reír cortamente con suavidad.

- No hay muchos chicos como tú por aquí, -se mordió el labio despegando su mirada hasta el alfombrado piso de la sala-. Los extranjeros que he conocido siempre me echan en cara su propia cultura. Nos tratan como si fuéramos a contaminarlos.

Me incliné un poco más a ella, viendo como me miraba alerta por el rabillo del ojo. - A mí no me importaría contaminarme.

Su rostro se giró hacia al mío con lentitud y sus ojos se detuvieron fijamente en los, como si intentara desafiarme con ellos y podría decir que lo estaba logrando. Se inclinó un poco más a mí sin dejar de mirarme, pero yo tenía la urgente necesidad de mirar sus labios, que incluso eran más llamativos que cualquiera y me incitaban a acercarme más, pero cuando lo hice, ella sonrió alejándose.

- ¿Tienes alguna camisa que me prestes? -preguntó, levantándose sin esfuerzo de su lugar mientras abría la toalla dejándome ver la ropa interior violeta que traía.

Tragué con dificultad intentando despegar mi mirada de su cuerpo para levantarme, pero sentía las ganas de tocarla cada vez más fuertes. - Espera aquí -susurré, notando como la voz empezaba a ponerse ronca.

Tomé una camiseta negra con rapidez volviendo a la sala lo más pronto que pude, encontrándome una vez más con su hermosa figura en dirección a la ventana.

- ¿No te importa que te vean? -pregunté detrás de ella, viendo cómo ladeaba su cabeza sin girarse a verme.

- Tú me estás viendo y no me conoces -se encogió de hombros-. ¿Qué importan ellos?

- Tú al menos sabes mi nombre -le susurré pasándole la camiseta por delante de ella, sintiendo su espalda contra mi pecho y su perfecto trasero contra mi pantalón.

- Pero tú no el mío -se giró para después pasarse la camiseta por la cabeza y darme una fugaz mirada.

- Dímelo, entonces -se quedó en silencio sin despegar su mirada de la mía, dejándome expectante de una respuesta, pero me di cuenta de que su ropa interior estaba tirada debajo de ella e intenté suprimir un jadeo.

- No te preocupes, lo recogeré cuando me vaya -me sonrió para después volver a caminar hasta nuestro antiguo puesto y no pude evitar ver lo corta que le quedaba.

- ¿Por qué no me quieres decir tu nombre? -pregunté sentándome a su lado, tal vez mucho más cerca de lo que pensaba.

- ¿Qué diversión tiene? -rió apoyando sus brazos detrás de ella haciéndome fruncir el ceño.

- ¿Qué diversión tiene saber mi nombre y yo no el tuyo? -pregunté comenzando a sentirme un poco incómodo, ella se mordió el labio mientras se acercaba con lentitud hasta llegar a la parte baja de mi oído.

- Si te lo dijera, ¿lo gemirías? -preguntó provocando escalofríos en mi nuca como en mi estómago bajo. Era algo tan extraño, tan diferente a lo que me habían enseñado cuando era pequeño. Lo que exactamente vine a buscar.

Giré mi rostro de golpe, quedando a tan solo centímetros de ella notando que el miel de sus ojos se había vuelto un marrón bastante oscuro. Recuerdo haber escuchado a mi abuelo decir «las extranjeras son buenas como amantes, son amas de la aventura, pero también peligrosas.» y ahora no podía pensar en más que la adrenalina que me proporcionaría esta chica. La que quería ahora.

- No estás acostumbrado a hacer esto, ¿cierto? -susurró en un corto y ahogado jadeo que me hizo bajar mi mirada hasta sus labios entreabiertos.

- En sueños, solamente -respondí con sinceridad y sentí su mano escalar hasta mi rodilla haciéndome moverme más cerca.

- ¿Me los mostrarías?

Me relamí los labios mientras bajaba mi vista hasta sus descubiertas y brillantes piernas, la tela de la camiseta dejaba ver los redondos que sus pechos eran y aquello sólo me incentivo más.

Volví a mirarla a los ojos y vi lo que ella debió de haber visto en los míos desde hace tiempo; lujuria y deseo. Mi papá me había dicho que las tensiones se aliviaban con el acto sexual, pero sólo cuando sea lo bastante mayor... al carajo con eso.

La tomé de la nuca con fuerza haciendo a sus labios estamparse contra los míos en un pequeño beso, que luego fue envuelto por pasión cuando su mano se enredó en los pelos de la nuca haciendo que mi respiración fallara.

Su cintura cupo perfectamente en mi mano cuando logró sentarse sobre mí haciendo sensuales movimientos que sin duda me estremecieron la piel, necesitaba más... mucho más.

- Lily, ¿dónde estás? -ella se separó de mí con brusquedad levantándose sin pensarlo y tomando sus cosas con rapidez sin mirarme.

- Gracias, de nuevo, Tae -murmuró con la voz agitada antes de abrir la puerta dejándome en la oscuridad de mi sala y el corazón latiéndome fuertemente las costillas.

Pero con una sonrisa en mi rostro, y su nombre junto a su boca en mis labios.











solo pondré esta carita y me iré corriendo: (:
/huye pero le tiran piedras y se cae.

MOANS | KIM TAE HYUNG.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora