018.

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Su mirada estaba perdida en la taza frente a ella, mientras que yo no podía dejarla de mirarla, perdido en su belleza. Aún no entendía cómo alguien podía verse como un ángel y quemarte como un jodido demonio.

Suspiré y dirigí la mirada hacia la mesa de cristal sintiendo como mi pecho se empezaba a hundir en confusión; nos encontrábamos en Dunkin Donuts, el mismo local en que me había encontrado y discutido con Hoseok hace dos días.

Ella me había dicho que quería venir aquí cuando salió aturdida de aquella oficina y le hice caso, esperando a encontrar mis respuestas. Pero ella no había vuelto a hablar desde que llegamos. 

Su rostro empezó a decaer de a poco y cuando la volví a mirar fijamente, todo su pelo caía sobre sus mejillas. Vi cómo apretó la porcelana entre sus dedos, pero no la levantó, solo la mantuvo ahí como si se estuviera volviendo a retener de algo.

Y cuando escuché su primer sollozo, no pude aguantarlo más y me estiré para levantar su rostro en mis manos encontrándome con su antes intimidante mirada, vuelta un mar de dolor.

- Lily...

- Hace dos años tuve un amorío con otro profesor -soltó de imprevisto, haciéndome tragar mis palabras y mirarla fijamente, intentando evitar el dolor que crecía de a poco en mi pecho.

Ella tomó mis manos y las alejó lentamente de su rostro. Las coloqué sobre la mesa otra vez, ayudándola a completar la acción. Una acción que yo debí haber hecho, pero no hice, aún en el trance de sus palabras mientras éstas se repetían una y otra vez en mi cabeza.

Otro profesor.

Vi cómo volteó su rostro hacia la ventana, mientras que yo no podía alejar mi mirada de ella: aún sin saber por qué tenía éstas ganas de tirar todo y llorar. Sin entender por qué no me sentía enojado con ella, sino conmigo mismo.

- Te parecías tanto a él que yo... -dejó salir un suspiro ahogado mientras otras lágrimas empezaban a notarse en las esquinas de sus ojos-, creí que podía olvidarlo contigo -me miró y mis labios se hicieron una fina línea-. Vaya error -susurró, mis dedos tomaron la tela de la rodilla de mis pantalones y la estrujaron. El pecho me ardía-. Porque, ahora, ¿cómo carajo me olvido de ti?

Sabía lo que sus palabras significaban y sabía que ella tenía razón, otra vez. Pero, aunque sabía que debía decir algo, por última vez, sólo me puse de pie sin hacer ningún gesto. Sentía el nudo en mi garganta como si fuese a ahogarme.

Ella me miró y la miré. Sus mejillas empapadas me provocaban leves sacudidas en el pecho, y aún más sabiendo que el dolor reflejado en sus ojos era verdad.

Mi mano agarró mi muñeca y la acarició mientras mi mirada se paseaba por el local mientras éste se hacía menos descriptible y más ruidoso en cuanto más pasaban los segundos.

Exhalé profundamente antes de volver a mirarla: ella, expectante, yo, con el corazón en la boca del estómago.

- Si has pasado por esto -hablé por fin y la vi retener su respiración en sorpresa-. Supongo que ya sabes cómo arreglártelas.

Mis ojos empezaron a arder y en un intento de evitar que ella lo notara, empecé a caminar hacia la entrada a paso apurado con mi cuerpo gritando que escapara, pero pude escuchar como murmuraba mi nombre con suavidad, como una caricia en mi piel. La última.

Sabía que mis palabras habían sido bruscas e insensibles, pero la verdad es que tenía un poco de envidia y eso sólo hacía que la furia junto al dolor fuera insoportables. Ella al menos tenía la suerte de poder lidiar con aquello, mientras que yo sabía que no iba poder salir de ésta. Al menos no cuerdo.

MOANS | KIM TAE HYUNG.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora