009.

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Sus ojos tenían un brillo peculiar ese día, la manera en que mantenía su mirada sobre mí me daba la sensación de que algo estaba pasando por su cabeza. Y estaba casi seguro de saber lo que era.

Me aferré a los bordes del escritorio antes de levantarme del mismo para comenzar a escribir en la pizarra. Pude escuchar uno que otro quejido al terminar de escribir "reporte de todas las tradiciones coreanas" sobre el objeto, pero eso no impidió que una media sonrisa apareciera en mi rostro al girarme.

- Este trabajo equivaldrá la nota de marzo y lo quiero escrito a mano para el próximo jueves -ella bufó una pequeña risa antes de girar sus ojos y mi sonrisa se ensanchó-. Y, a partir de esto, comenzaremos con el proyecto de abril, en el cual pondremos en práctica esto con una feria.

Sin apenas terminar puede escuchar como toda clase de quejidos salía de las bocas de las jóvenes, dándole a ella la oportunidad de ser la única que se atrevió a levantar la mano con prudencia.

La señalé con mi dedo índice y ella descruzó sus piernas para echarse hacia delante, dejándome ver las lindas bragas rosadas que traía puesta.

Bien jugado, Lily.

- ¿Por qué no nos habla usted un poco de su cultura, señor Kim? -ladeó su cabeza para después apoyar su barbilla en el puño de su mano izquierda-. Así podríamos tener una idea del trabajo que nos está pidiendo.

Me remojé el labio inferior antes de volver apoyarme en la esquina del escritorio.

- ¿Qué quieren saber? -pregunté viendo como una sonrisa de satisfacción se extendía por sus llamativos labios.

- ¿Por qué las mujeres son tan prudentes? -preguntó la chica a su lado.

- Corea es muy estricta, a decir verdad, todo está bastante organizado y se nos enseñan reglas a penas y tenemos uso de razón; se nos obliga a estar en distintas clases extra curriculares a temprana edad y... se nos obliga a seguir todo al pie de la letra...

- ¿Se les obliga a evitar mujeres de otras culturas? -mi mirada se conectó a la de ella en seguida y me costó un par de segundos reaccionar a su pregunta.

- Al cumplir cierta edad todo lo que hagamos con nuestra vida depende de nosotros -tomé una corta bocanada y su ceja se arqueó sutilmente-. Lo que ahora depende es de si lo tomamos como una aventura o no.

- O sea, que ven a las extranjeras como putas -dudó una rubia al frente, pero yo no despegué mi vista de la morena empezando a entender lo que estaba pensando.

- La cultura no puede interponerse ni crear la manera en que eres -me mordí el labio inferior aún sin dejar de mirarla-. Sólo son tradiciones antiguas o actuales que cada país tiene, pero si decides romperlas...

- Depende de uno mismo -me interrumpió con una media misteriosa sonrisa que no me dejó otra opción más que asentir-. ¿Están satisfechas, chicas? -preguntó hacia el grupo, pero aún mirándome a mí.

- ¡Sí!

La campana sonó haciéndome pestañear para girarme a recoger mis cosas. Pude sentir como las chicas corrían fuera del aula para no perderse su esperado recreo. Pero, el click de la puerta cerrándose y una poderosa mirada clavada en mi espalda me hizo darme cuenta de que no me había quedado solo.

- ¿No crees que eso fue intenso?

Dejé de guardar mi portafolios para girarme hacia ella, sintiendo ganas de reír por la inocente postura que adoptó frente a mí, cuando era todo lo contrario a eso.

- ¿Por qué lo preguntaste? -caminé hasta la pizarra para borrar lo que había escrito, pero en un brusco movimiento de su ilógica fuerza, me encontraba sentado en la silla y ella se encontraba subiéndose sobre mí con esa sonrisa.

- Sólo quería saber si estabas dispuesto a romper las reglas también -se mordió el labio subiendo lo que restaba de su falda, dejándome ver más de cerca el encaje de bragas.

- Puedo hacer lo que quiera -aclaré subiendo casi inconscientemente mis manos por sus muslos.

Ella chasqueó la lengua y río negando la cabeza para finalmente sentarse sobre mi miembro haciendo la suficiente presión para que esa parte que ella causaba en mi volviera aparecer.

- Es lo mismo -susurró antes de plasmar sus labios contra los míos formando un lento pero profundo beso que fue subiendo de a poco la temperatura del aula.

Adentré mis manos en la parte trasera de sus bragas escuchando como ella vocalizaba un bajo jadeo. Me mordió el labio inferior antes de abrir los ojos y mirarme con ese maldito brillo que me enloquecía.

- Si mal no me acuerdo, -susurró- usted me debe algo, señor Kim.

Arqueé una ceja y sin poder abrir la boca un gemido de sorpresa irrumpió cuando sus caderas empezaron a hacer círculos sobre mi miembro, haciendo que el sudor lentamente empezara aparecer.

Se levantó un poco para empezar a desabrochar los pantalones de tela suave que llevaba y cuando pensaba que iba a acariciarme, se arrodilló frente a mí luego de liberar mi contento amigo.

Millones de pensamientos se pasearon por mi mente cuando me miró por encima de la punta, pero se perdieron entre sus malévolos ojos y su boca alrededor de mi masculinidad.

Eché la cabeza hacia atrás ante el cálido sentimiento e intenté tragarme los gemidos, pero la manera en que su boca se paseaba una y otra vez por cada parte de mi longitud, me era cada vez más inevitable.

Pude sentir una gota resbalarse por mi espalda y mis piernas temblaron cuando sus labios hicieron ese dulce sonido de pop contra mí punta. Podía sentir el clímax tan cerca.

Pero ella se levantó.

Mi ceño se frunció ante su sonrisa y sin antes pedirle una explicación, la tomé del cuello para apoyarla con brusquedad contra la pizarra.

Ella no se encontraba sorprendida, una sonrisa burlona se desplazaba por sus rosados labios y sin dudarlo, entré dos dedos dentro de ella remplazando su sonrisa por una risa aún más burlona que se perdía entre jadeos y gemidos mientras más seguía.

Ella logró tomar mi pene entre sus manos otra vez, sólo para poder escabullirlo entre sus piernas.

Ambos gemimos a la misma vez, pero la sonrisa aún no dejaba su rostro. Y empezaba a desesperarme.

Ella empezó a mover su clítoris contra mi punta sin despegar su mirada de la mía y el miel se tornó de un brillante marrón.

- No tienes ni una idea de con quién te estás metiendo -rió antes de desplazar mi miembro contra sus pliegues y hacerme apoyar ambas manos a los lados de su cabeza.

Su frente contra la mía. Su mirada en la mía y la posibilidad de ser uno era mínima.

Pero las risas empezaron a escucharse por el pasillo.

Y ella corrió fuera del aula, dejándome como yo la había dejado hace una semana.

Pero esta vez, yo estaba pidiendo algo más.

MOANS | KIM TAE HYUNG.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora